Catequesis sobre la Eucaristía
Autor: Arquidiócesis de Guadalajara
Fuente: Catholic.net
TEMA 5
La Eucaristía, fuente, centro y culmen
de la vida cristiana
OBJETIVO
Tomar conciencia de que la Eucaristía es fuente, centro y culmen de
la vida cristiana, para celebrarla existencialmente y tomar de ella
la gracia para continuar viviendo lo que en ella celebramos.
NOTAS PEDAGOGICAS
Hacer notar que la celebración de la Eucaristía no es un momento
aislado de la vida, sino que toda la vida, obras y trabajos, se
presentan como ofrenda en el altar y, terminada la celebración, ésta
se continúa en la vida ordinaria.
Con este tema pretendemos darnos cuenta de que la Eucaristía
requiere de una preparación, celebración y transformación, para que
sea fuente, centro y culmen de nuestra vida cristiana.
Se sugiere que el catequista que va a desarrollar este tema lo haga
creativamente, de manera que los participantes queden motivados a
celebrar, vivir y anunciar su fe, teniendo como centro la
Eucaristía.
Muchos cristianos, aunque frecuentan este sacramento, desconocen
aspectos esenciales del mismo. Es el momento de ayudar a valorar los
signos sacramentales como expresiones de la vida de Dios para
nosotros.
VEAMOS
Es importante que iniciemos con una experiencia significativa para
la vida de los participantes. A continuación presentamos dos
opciones, que son sugerencias concretas para evocar o provocar la
experiencia.
Podemos inventar juntos o recordar la experiencia de un alpinista,
tomando los elementos que se narran enseguida: cuando se encuentra
el alpinista frente a una montaña tiene ante sus ojos un panorama
muy limitado, sube con esfuerzo, fatiga y trabajo a la montaña. Una
vez en la cima, recuerda todas las dificultades de su ascenso, pero
no le importa el cansancio, porque desde ese punto puede contemplar
un panorama amplio que le permite ubicarse mejor en su entorno y
descender con un rumbo fijo y no perderse en los valles ni en los
bosques...
Podemos platicar juntos las propias experiencias de participar en
una fiesta: para ir a una fiesta hay que prepararse, luego hay que
gozar la fiesta misma y tener en cuenta que ésta nos deja algo
positivo. Se puede hacer una lista de los elementos que constituyen
cada uno de estos momentos.
Ejemplo:
Antes de la fiesta: traje, limpieza, transporte,...
En la fiesta: comida, convivencia, baile,...
Después de la fiesta: nuevos amigos, entusiasmo, ganas de seguir
trabajando,...
PENSEMOS
“La Eucaristía es ‘fuente y cima de toda la vida cristiana’ (LG 11).
‘Los demás sacramentos, como también todos los ministerios
eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y
a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo
el bien espiritual de la Iglesia, es decir, al propio Cristo,
nuestra Pascua’ (PO 5).
La Eucaristía significa y realiza la comunión de vida con Dios y la
unidad del Pueblo de Dios, por las que la Iglesia es ella misma. En
ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en
Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu
Santo los hombres dan a Cristo y por El al Padre.
Finalmente, por la celebración eucarística nos unimos ya a la
Liturgia del Cielo y anticipamos la vida eterna, cuando Dios será
todo en todos (ver ICo 15, 28).
En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe:
‘nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la
Eucaristía confirma nuestra manera de pensar’ (San Ireneo)” (CIC
1324-1327).
La Eucaristía es la fuente de la misión del cristiano y de la
comunidad eclesial, porque infunde en el corazón la caridad de
Cristo y la esperanza del reinado de Dios.
La Eucaristía ayuda a la Iglesia a comprender su vocación y misión.
Alimentándose del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, la comunidad
eclesial toma conciencia de que es enviada a anunciar y hacer
presente el reinado de Dios en nuestra sociedad.
El disolverse de la asamblea constituye también una invitación:
“Glorifiquen al Señor con su vida, pueden irse en paz”. La Misa se
prolonga en las calles, en las casas, en los lugares de trabajo y de
tiempo libre. El cristiano, transformado por la participación en el
misterio de amor de Cristo, asume la caridad como principio que da
forma a toda su vida: este sacramento nos hace compartir nuestros
bienes temporales y espirituales. Si queremos honrar el Cuerpo de
Cristo no hemos de descuidarlo cuando se encuentra desnudo. No hemos
de rendirle honor en el templo con telas de seda y luego descuidarlo
fuera, donde sufre de frío y desnudez. Aquél que ha dicho: “esto es
mi Cuerpo” (Mt 26, 26), es el mismo que ha dicho “tuve hambre y
ustedes me dieron de comer” (Mt 25, 35), y “cuando lo hicieron con
alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a
mí” (Mt 25, 40). ¿De qué sirve que la mesa eucarística esté llena de
cálices de oro, cuando él muere de hambre? Hemos de comenzar a
saciarlo en el hambriento, después podremos honrarlo también en el
altar. La colecta de dinero y de otros dones que se hace durante la
presentación de las ofrendas es un gesto emblemático, que quiere
estimular nuestro compromiso constante a favor de la comunidad y de
los pobres.
ACTUEMOS
- ¿A qué nos compromete la participación en la Eucaristía?
- ¿Qué consecuencias trae para nuestra vida el que la Eucaristía sea
fuente, centro y culmen a través de la cual recibimos la vida de
Dios?
CELEBREMOS
Vamos a expresar a Jesús nuestro agradecimiento por darnos la
Eucaristía como centro, fuente y culmen de nuestra vida cristiana,
con las siguientes aclamaciones:
· ¡Gracias, Jesús, porque en la Eucaristía eres centro, fuente y
culmen de nuestra vida cristiana!
· ¡Gracias, Jesús, porque con tu Cuerpo y Sangre transformas nuestra
vida!
· ¡Gracias, Jesús, porque nos invitas a comer de tu Cuerpo y a beber
de tu Sangre para seguir caminando y trabajando por la construcción
de tu Reino en nuestro mundo!
Concluimos nuestra celebración con la siguiente oración:
Señor Jesucristo, que en el sacramento de la Eucaristía eres fuente,
centro y culmen de nuestra vida cristiana, concédenos vivir de
acuerdo a lo que celebramos para ser signo de tu amor en nuestro
mundo, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.