Catequesis sobre la Eucaristía
Autor: Arquidiócesis de Guadalajara
Fuente: Catholic.net
TEMA 19
La Eucaristía, pan que se ofrece por un mundo nuevo
OBJETIVO
Reflexionar desde las Sagradas Escrituras en
el signo Pan - Banquete, para rescatar de la
Eucaristía la proyección transformadora que
tiene la celebración eucarística en nuestra
sociedad.
NOTAS PEDAGÓGICAS
Tener un pizarrón, un franelógrafo o una
cartulina grande.
Escribir en cuadros de papel las siguientes
frases por separado: Creación, Armonía en la
creación, Comen del árbol.
Ir pegando cada cuadro hasta completar el
siguiente esquema que vaya ayudando en la
exposición:
1) Creación
Pecado – Caída
Comen del árbol
Pérdida de la armonía
- Con Dios
- Con el otro
- Con la creación
- Consigo mismo
Armonía en la creación
2) Pascua
Esclavitud
Comen del cordero
Liberación de Egipto
3) Maná
Desierto y aridez
Comen maná y codornices
Tierra Prometida - Abundancia
4) Eucaristía
Pecado Marginación Muerte
“El que come mi cuerpo”
Gracia-Salvación Comunión-Armonía
- Con el Padre
- Con el hermano
- Con la creación
- Consigo mismo
Vida en abundancia
VEAMOS
Provocar la participación del grupo con estas
preguntas:
- ¿Por qué Jesús eligió quedarse presente en
la Eucaristía en un pan consagrado y no en
otro objeto?
- ¿Descubres que la participación de los
cristianos en la Eucaristía va transformando
la realidad de nuestra comunidad y de nuestra
sociedad? ¿Si? ¿No? ¿Por qué?
PENSEMOS
Ayudémonos de algunas ideas que nos sirvan
para profundizar en nuestro tema:
1) La Creación:
Después de haber creado todas las cosas del
cielo y de la tierra, Dios pone al hombre y a
la mujer al centro de la creación y les hace
una advertencia: “Puedes comer todo lo que
quieras de los árboles del jardín, pero no
comerás del árbol de la Ciencia del bien y del
mal. El día que comas de él , ten la seguridad
de que morirás” (Gén 2, 16-17).
Mientras Adán y Eva obedecen este mandato, el
mundo creado por Dios para ellos permanece en
armonía: hay diálogo frecuente entre Dios y
ellos, hay aceptación y apoyo entre el hombre
y la mujer, hay convivencia entre el hombre y
los seres creados.
Es la desobediencia, representada en el comer,
en el querer saciarse a sí mismo, en el querer
ser como dioses (ver Gén 3, 5) lo que hace que
el mundo de Adán y Eva, el paraíso, se pierda.
2) La Pascua:
El Pueblo de Israel vive una situación de
esclavitud y muerte. Clama a Dios y Dios le
escucha: “Yo conozco sus sufrimientos, y por
esta razón estoy bajando, para librarlo del
poder de los egipcios... Ve, pues, yo te envío
al Faraón para que saques de Egipto a mi
pueblo, los hijos de Israel” (Ex. 3, 8-10).
La Pascua es el ritual celebrado anualmente
por los judíos como un memorial del paso
liberador de Dios.
Con la celebración de la Pascua, se
acostumbraron los israelitas al sacrificio de
la comunión, es decir, de unión con Dios y con
los hermanos, ya que con esa ceremonia se
unían a sus antepasados para gozar con ellos y
como ellos de la libertad que Dios les había
dado. A partir de esa comida sagrada, Dios los
acompañaba por el camino como uno más de la
tribu, los guiaba y les daba de comer para que
no desfallecieran en el camino (ver Os 11,
1-4).
Esta comida con un cordero pascual es también
un signo familiar del paso de Dios en la
historia, cambiando la opresión en libertad y
la muerte en vida.
3) El Maná:
“Cuando los israelitas vieron esto, se dijeron
unos a otros: ¿Manha?, o sea ¿Qué es esto?
Pues no sabían lo que era. Y Moisés les dijo:
Este es el pan que Yavé les da para comer...”
(Ex 16, 15).
El maná era llamado pan del cielo y pan de
ángeles, que fue preparado y enviado por el
mismo Dios al pueblo de Israel peregrino por
el desierto para transformar la desesperanza
en esperanza; la sensación de abandono por la
presencia providente; la actitud de reclamo
por la acción de gracias; la situación de
hambre por la abundancia de alimentos.
El maná, por tanto, es un signo que Dios
ofrece al pueblo de Israel para indicarles que
quiere para ellos una realidad mejor, que
quiere que pasen de un duro peregrinar a gozar
la tierra de promisión, “Tierra que mana leche
y miel” (Ex 3, 8).
A este respecto, el libro de la Sabiduría nos
dice: “Este alimento demostraba tu ternura
por tus hijos, ya que respondía a los deseos
del que lo comía y se transformaba en lo que
quería cada uno” (16, 21).
4) El Banquete en el mensaje y la vida de
Jesús:
El signo de la comida siempre estuvo presente
en la vida de Jesús. Con frecuencia se le
descubre comiendo con publicanos y pecadores,
(ver Mt 9, 11-13; Mc 2, 15-17; Lc 5, 29-32) y
también con fariseos (ver Lc 7, 36-50; 11, 37;
14, 1).
La Santa Cena de Jesús con sus apóstoles no se
puede entender como un hecho aislado de la
práctica diaria. “La comida en común es
para los orientales garantía de paz, de
confianza, de cofraternidad; comunidad de
mesa, comunidad de vida. La comida con Jesús
es más todavía. Esto se ve especialmente claro
cuando come con los pecadores y con los
despreciados de la sociedad” (J. Jeremías, La
última cena. Palabras de Jesús, Madrid,
Cristiandad 1980, p. 223).
A los escribas y fariseos les molestaba que
Jesús comiera con los pecadores, cobradores de
impuestos y marginados, porque los consideraba
fuera de la salvación de Dios, a la que
pretendían entrar por el estrecho cumplimiento
de la ley mosaica (ver Lev 21, 17-23).
Que Cristo centrara su predicación, obras e
intereses en el Reino de Dios, y que,
participara de la vida de estas personas
excluidas, significaba que también estas
personas, a quienes ellos habían eliminado de
la salvación, estaban llamados a ella junto
con los que se sentían buenos.
Jesús corrigió las pretensiones de quienes
ofrecían algún banquete, incluso les puso como
norma: “Cuando des un banquete, invita más
bien a los pobres, a los inválidos, a los
cojos y a los ciegos” (Lc 14, 13). Pide
que se invite a los que han sido marginados y
a quienes no pueden pagarles: “Porque si das
sólo a quien te da, que haces de
extraordinario”.
Por tanto, cada comida en común es, pues, de
parte de Jesús, un signo mesiánico. Con la
palabra revela el motivo de su encarnación, y
con el gesto la manera de realizar su misión.
Esta actitud de Jesús de acercarse a los
marginados de la ley para abrirles la puerta
de entrada al Reino de Dios manifiesta que
aquello que nos salva es la solidaridad del
Hijo de Dios con los separados por el pecado y
sus consecuencias. Al partir el pan con
nosotros, nos salvamos por la comunión de vida
con él, el cual quiere que participemos de su
vida como él ha participado de la nuestra.
Cuando comemos una manzana, una galleta o
cualquier otro alimento, este es asimilado y
se convierte e identifica en nuestra persona.
Cuando comemos el Cuerpo de Cristo en la
Eucaristía, nosotros somos los asumidos y
asimilados para convertirnos e identificarnos
en Cristo. En Cristo, aquél deseo de Adán y
Eva, de ser “como dioses” (Gén 3, 5), se
convierte en una realidad. Y aquella armonía
perdida por el pecado de Adán es recuperada,
ya que la unión y solidaridad con los que
participamos de esa comida y con todos los
hombres para que nos lleve a crear juntos un
mundo mejor.
ACTUEMOS
Elaborar un cartel grande y visible a todos
los participantes en el que se escriba el
título de nuestro tema: LA EUCARISTIA, PAN QUE
SE OFRECE POR UN MUNDO NUEVO.
Formar grupos con un máximo de cinco
integrantes y platicar desde nuestra
experiencia de vida, lo que nos hace sentir y
pensar el cartel.
Algunas preguntas que pueden ayudarnos en
nuestra reflexión son:
- ¿Qué es la Eucaristía, y a qué me compromete
con Dios y con el mundo?
- ¿Porqué la Eucaristía es el pan que se
ofrece por un mundo nuevo?
Es importante que las ideas del grupo se
anoten en un papelógrafo para que puedan ser
compartidas con los demás grupos.
CELEBREMOS
Para llevar a cabo nuestra celebración es
necesario llevar piezas grandes de pan
(suficiente para todos los participantes).
Se forma un círculo alrededor de las piezas de
pan y se hace una breve reflexión de la
importancia que Jesús daba al hecho de
compartir la comida, rescatando algunos
elementos de la exposición anterior.
Nuestra celebración se termina con la oración
del Padre Nuestro haciendo énfasis en la
petición de “danos hoy nuestro pan de cada
día”. Se sugiere que la oración se haga
tomados todos de la mano.
Al final se parte el pan y se da un pedazo a
cada participante como signo de comunión y de
solidaridad.