Los datos que nos preservan los
evangelios nos dicen que Jesús desempeñó su oficio de artesano en Nazaret (Mc
6,3) y que cuando tenía unos treinta años inició su ministerio público (Lc
3,23). Durante el tiempo que lo ejerce hay algunas mujeres que le siguen (Lc
8,2-3) y otras con las que mantiene amistad (Lc 10,38-42). Aunque en ningún
momento se nos dice que fuera un hombre célibe, casado o viudo, los evangelios
se refieren a su familia, a su madre, a sus “hermanos y hermanas”, pero nunca a
su “mujer”. Este silencio es elocuente. Jesús era conocido como el “hijo de
José” (Lc ,23; 4,22; Jn 2,45; 6,42) y, cuando los habitantes de Nazaret se
sorprenden por su enseñanza, exclaman: “¿No es éste el artesano, el hijo de
María, y hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no
viven aquí entre nosotros?” (Mc 6,3). En ningún lugar se hace referencia a que
Jesús tuviera o hubiera tenido una mujer. La tradición jamás ha hablado de un
posible matrimonio de Jesús. Y no lo ha hecho porque considerara la realidad del
matrimonio denigrante para la figura de Jesús (quien restituyó el matrimonio a
la dignidad original, Mt 19,1-12) o incompatible con la fe en la divinidad de
Cristo, sino simplemente porque se atuvo a la realidad histórica. Si hubiera
querido silenciar aspectos que podían resultar comprometedores para la fe de la
Iglesia, ¿por qué trasmitió el bautismo de Jesús a manos de Juan el Bautista,
que administraba un bautismo para la remisión de los pecados? Si la primitiva
Iglesia hubiera querido silenciar el matrimonio de Jesús, ¿por qué no silenció
la presencia de mujeres concretas entre las personas que se relacionaban con él?
A pesar de esto, se han venido difundiendo algunos argumentos que sostienen que
Jesús estuvo casado. Fundamentalmente se aduce a favor de un matrimonio de Jesús
la práctica y doctrina común de los rabinos del siglo I de nuestra era (para el
supuesto matrimonio de Jesús con María Magdalena, ver ¿Qué relación tuvo
Jesús con María Magdalena?). Como Jesús fue un rabino y el celibato era
inconcebible entre los rabinos de la época, tuvo que estar casado (aunque había
excepciones, como Rabí Simeón ben Azzai, quien, al ser acusado de permanecer
soltero, decía: “Mi alma está enamorada de la Torá. Otros pueden sacar adelante
el mundo”, Talmud de Babilonia, b. Yeb. 63b). Así pues, afirman algunos,
Jesús, como cualquier judío piadoso, se habría casado a los veinte años y luego
habría abandonado mujer e hijos para desempeñar su misión.
La respuesta a esta objeción es doble:
1) Existen datos de que en el judaísmo del siglo I se vivía el celibato. Flavio
Josefo (Guerra Judía 2.8.2 & 120-21; Antigüedades judías 18.1.5 &
18-20), Filón (en un pasaje conservado por Eusebio, Prep. evang. 8,11.14)
y Plinio el Viejo (Historia natural 5.73,1-3) nos informan que había
esenios que vivían el celibato, y sabemos que algunos de Qumrán eran célibes.
También Filón (De vita contemplativa) señala que los “terapeutas”, un
grupo de ascetas de Egipto, vivían el celibato. Además, en la tradición de
Israel, algunos personajes famosos como Jeremías, habían sido célibes. Moisés
mismo, según la tradición rabínica, vivió la abstinencia sexual para mantener su
estrecha relación con Dios. Juan Bautista tampoco se casó. Por tanto, siendo el
celibato poco común, no era algo inaudito.
2) Aun cuando nadie hubiera vivido el celibato en Israel, no tendríamos que
asumir por ello que Jesús estuviera casado. Los datos, como se ha dicho,
muestran que quiso permanecer célibe y son muchas las razones que hacen
plausible y conveniente esa opción, precisamente porque el ser célibe subraya la
singularidad de Jesús en relación al judaísmo de su tiempo y está más de acuerdo
con su misión. Manifiesta que, sin minusvalorar el matrimonio ni exigir el
celibato a sus seguidores, la causa del Reino de Dios (cf. Mt 19,12), el amor de
y a Dios que él encarna, está por encima de todo. Jesús quiso ser célibe para
significar mejor ese amor.