TEMA 5
EL ANIMADOR
DE JÓVENES CRISTIANOS
ANGEL MIRANDA
1. LA ANIMACION: UNA OPCION Y UNAS CONSECUENCIAS
1.1. Animacion: un término a concretar
Nuestra reflexión va dirigida a los animadores de jóvenes cristianos. Un intercambio de opiniones sobre la misión, labor a desarrollar en el grupo, estilo de trabajo, objetivos... de nuestra misión de animadores a partir de la experiencia personal, pondria de relieve una serie de conceptos diversos alrededor del término animación. Destacamos algunos:
- La animación responde a ideas de hacer interesante, alegrar, avivar un ambiente, una situacion. Asi decimos: "esto se anima...", "aqui falta animación".
- La animación responde también a un concepto de mediación: "yo te animo a...".
- En nuestro caso, entendemos por animación algo que afecta a lo más profundo de las personas y el grupo.
Tratamos de llegar al "alma", al principio de la vida. Animar es optar por una relación educativa basada en esa fuerza interior, nueva, que aviva los recursos de la persona, hacer crecer desde dentro a las personas y a los grupos, ayudando a descubrir cuanto hay de gracia, sentido, esperanza y promesa en la propia vida.
Nosotros, educadores, nos presentamos ante la sociedad como animadores de grupos. Lo hacemos como cristianos y como animadores de grupos de jóvenes. La gran mayoria de nosotros estamos prestando un servicio pastoral, un servicio a la fe de nuestro pueblo. Estamos ante una verdadera tarea de pastores y aquí llegamos a un punto de partida básico cuando hablamos de animación.
Se trata de repensar nuestra acción pastoral en la clave de animación. Se trata de entrar en un diálogo pastoral desde las exigencias de la labor animadora, de ir elaborando una respuesta nueva para una sociedad nueva, de ir desarrollando progresivamente las intuiciones pastorales del Concilio Vaticano II, de la "Evangelii nuntiandi", de la Conferencia Episcopal, etc.
Ponernos en clave de animación comporta algo más que una metodologia. Nos exige acercarnos a la tarea pastoral en actitud de conversión personal por parte de los animadores.
1.2. Algunas implicaciones
Situarnos en clave de animación tiene unos presupuestos que a la vez son consecuencia para las actitudes del animador.
1.2 1. Optar por la animación supone favorecer
--una relación basada en actitudes de diálogo como encuentro interpersonal en el que los destinatarios tienen también su palabra que decir, en el que todos --animadores y destinatarios-- damos y recibimos:
--una globalidad en virtud de la cual, la tarea animadora llega a los distintos ámbitos de la vida: ambientes, preocupaciones, opciones de vida, itinerarios formativos...
--un proceso en el que
- el protagonista principal es el destinatario en búsqueda
- se sigue un ritmo adecuado a la exigencia de gradualidad
- se hace visible la participación y corresponsabilidad
- se elaboran, desarrollan y evalúan los planes en clima comunitario
- se desarrolla una comunicación más evocativa que informativa
- no tratamos de trabajar "sobre" el grupo o "para" el grupo, sino "con" el grupo y "dentro" del grupo.
Estos presupuestos-consecuencias nos indican que al hablar de animación y de anímador estamos distanciándonos del tema directivismo/no directivismo para entrar de lleno en una postura educativa nueva.
1.2.2. Optar por la anirnación nos introduce en una problemática personal y grupal que pone de manifiesto una serie de retos a nuestra propia fe en la propia misión.
--Reto a nuestra fe y confianza en el hombre nuevo como hombre salvado, como miembro del Reino de Dios, como gente santa, fermento de una nueva sociedad que está brotando, aunque no se note apenas; como hombre en situación, concreto, en una cultura concreta, sujeto de formación permanente, de autodeterminación y autoliberación.
--Reto a la confianza y aceptacion de la propia persona del animador con sus interrogantes, incertidumbres, incoherencias, búsquedas, ilusiones, esperanzas y miedos, en la conciencia de que la tarea que desarrolla es respuesta a una vocación.
--Reto a una visión positiva de la historia y del tiempo que hace al animador capaz de creer en la dinámica de la semilla a partir de la cual sabe que, como no podemos acelerar el crecimiento de una planta, nosotros tenemos la obligación de respetar el proceso de crecimiento de cada persona y cada grupo; que hace al animador capaz de leer los acontecimientos de la vida personal y de grupo en clave significativa del Reino; que lleva a dar mayor importancia al "camino" a recorrer que a los contenidos que queremos comunicar.
En resumen, podríamos hablar de un reto a nuestra pasión por la vida.
--Reto a nuestra pasión por la vida. Resumiendo, finalmente todos los retos anteriores, los podriamos concentrar en una pasión por la vida:
desde la cual somos capaces de sembrar, regar, cultivar ese retoño que aparece en el desierto porque leemos la propia vida desde los ojos de Dios, que todo lo ha hecho bien, y al hombre "muy bien", capaz de poner en crisis el derrotismo y la creencia generalizada de un mundo que camina al fracaso;
que hace al grupo "taller" de esperanza en ese mismo mundo que carece en muchos casos, de verdadera fe en la vida;
que asume la existencia de muchos puntos de partida y muchos caminos para llegar a la misma meta;
que hace posible la autoliberación a través de un proceso en el que nadie libera a nadie, nadie es liberado por nadie, sino que nos liberamos juntos (Paulo Freire).
1.2.3. Asumir la animación de grupos como misión y como tarea comporta una metodología que cualifica la acción y se convierte, a su vez, en contenido y mensaje por ser:
a. Educadora, es decir, por buscar el crecimiento de la persona mediante una pastoral que es misionera, de presencia, de oferta, de propuesta, en la que el animador comparte su propia historia, su proyecto de vida con el grupo. Es decir, por una relación en la que nadie tiene la solución mágica de la vida, nadie enseña, no se trata tanto de dirigir sino de acompañar, de caminar con los otros, de iluminar desde la propia existencia la búsqueda de sentido que todos realizan juntos en el grupo.
b. Socializante, es decir, por hacer a todos los miembros del grupo verdaderos protagonistas de la vida del mismo grupo, por tomar como base fundamental de trabajo y crecimiento la vida ordinaria, por la repercusión que puede tener en la sociedad una experiencia comunitaria como la que provoca la interrelación del propio grupo.
c. Inculturante, es decir, por asumir y tener en cuenta el patrimonio social de ideas, valores, técnicas, que configuran la vida de las personas y de los grupos.
1.2.4. La animación como estilo, como contenido, como experiencia de vida, dispone de unos instrumentos que hacen posible /a propia animación:
--el grupo configurado como lugar donde se experimenta y se practica la interrelación educativo-pastoral;
--las técnicas de animación y comunicación que favorecen el crecimiento de la persona y el desarrollo de la vida y acción del grupo;
--el animador del que hablamos más ampliamente a partir de este momento.
2. UNA PERSONA: EL ANIMADOR
Los apuntes efectuados sobre la animación, su espiritu y estilo, las urgencias y retos que plantea, nos ayudarán, sin duda, a la reflexión sobre la figura del animador.
No trataremos ya de una definición puesto que llegar a todos sus términos y matices no sería tarea fácil. Buscaremos que a lo largo de la exposición vayan poniéndose de relieve los distintos elementos que pueden configurar la personalidad del animador cristiano en medio de un grupo de jóvenes.
Tratamos de describir más que sus funciones en la marcha del grupo, las actitudes a través de las cuales irá tomando cuerpo una visión más concisa de la persona del animador.
2.1. No reducir la figura del animador
Resaltamos, en primer lugar, que de una manera muy concreta la figura del animador no puede reducirse a ninguno de los siguientes modelos:
al modelo funcionalista, que buscaria sobre todo y ante todo la educación en el ámbito estrictamente religioso: prácticas de piedad, convivencias, sacramentos...;
al modelo reduccionista que atribuye eficacia pastoral a cualquier intervención en favor de los jóvenes, por si misma: "hacer algo ya es pastoral";
al modelo dualista en el que unos se ocupan de lo pastoral y otros... de lo "verdaderamente práctico" o sea, cuanto corresponderia a las demás dimensiones de la persona del joven;
al modelo sobrenaturalista en el que la fe en la acción del Espiritu bastaria para alcanzar la eficacia pastoral de la acción animadora.
Cualquiera de estas reducciones aplicadas a la figura y misión del animador nos alejaría de planteamientos básicos en cuanto se refiere a la tarea a desarrollar en el grupo, por tener como fundamento una parcelación de la persona, sin tener en cuenta que todos los aspectos en que dividimos los lugares de incidencia de la acción animadora, son dimensiones de una misma persona, a la que afectan en su totalidad.
2.2. Identidad del animador
No es raro que el animador llegue a preguntarse: "Está bien, tengo un buen grupo, trabajamos bien, me siento acogido y a gusto, pero... ¿yo quién soy? ¿Por qué en el grupo soy de una forma, en la familia de otra, en la vida afectiva me muestro de un modo y en la vida de otro?".
¿Cómo lograr la unidad y superar la división?
Muchas veces, el papel de animador nos absorbe, pero nos cuesta crecer como personas. A veces los problernas y la marcha del grupo condicionan nuestra propia vida personal o viceversa, lo cual supone la necesidad de ir perfilando nuestra identidad personal en relación con la labor de animadores que desarrollamos.
En la misma medida en que vamos creciendo como animadores, nuestra actitud frente a la vida y las cosas debe ir pasando:
del entusiasmo, del enamoramiento de la propia misión que tiene una gran carga sentimental por cuanto hay de extraordinario y especial en lo que hemos empezado a hacer al comenzar trabajos de animación de grupos,
al verdadero amor que se manifiesta en la monotonia de lo ordinario, lo cotidiano, lo que empieza a ocurrir en el dia a dia del grupo, que incluye cansancios, desfallecimientos, y que es capaz de sobrevivir y mantenerse fiel.
Este crecimiento y este cambio en el enfoque de nuestras tareas de animación nos ayudan a perfilar algunas componentes fundamentales para la personalidad del animador que, poco a poco, va madurando y creciendo en un esfuerzo de búsqueda no demasiado fácil.
2.2.1. Algunas actitudes básicas en la identidad del animador
Continuando en esta labor de definir la identidad personal del animador destacamos algunas actitudes básicas que la configuran. El animador debe crecer en:
--su capacidad de sintonía con las personas, la historia, la realidad de cuanto está ocurriendo a su alrededor, siendo una persona de "ojos abiertos" a cuanto le rodea, haciendo el esfuerzo de entrar en sintonia con su propio esfuerzo de adaptación a generaciones que cada vez le van resultando más distantes en varios aspectos;
--su capacidad de encarnación, de acercamiento a la realidad vital de las personas que componen el grupo. Se trataria de crecer en ilusión, en esperanza, en la visión positiva de una realidad que no se presenta fácil, tratando, sin abandonar su condición de adulto, de hacerse "todo para todos" con esa juventud de la que con frecuer cia puede sentirse desilusionado;
--su capacidad de interacción por la que asume desde dentro que el grupo puede ser lugar de realización personal, pero también de crecimiento a partir de esa dinámica que se establece no en el simple dar, sino en la reciprocidad del dar y recibir, que se establece entre todos los miembros del grupo;
--su sentido de voluntariado a partir del cual entiende su labor en clave de siembra, de gratuidad, de colaboración al crecimiento de los demás. Un sentido de voluntariado que le lleva a compartir y contrastar sus propias experiencias, positivas y negativas, con los demás animadores con quienes se siente llamado a una tarea, con quienes vive su labor de animación como verdadera vocación y comprorniso cristiano;
--su sentido de realismo en referencia a si mismo, por el que se acepta como es, con una visión y conciencia positiva de si mismo, a pesar de las incoherencias y divisiones que percibe entre su pensar y su hacer, su papel en el grupo y su vivencia personal. El animador, sin dejar de ser sincero consigo mismo, debe esforzarse en ser "bueno" respecto a su propia persona. La reconciliación personal le abrirá a la reconciliación con el trabajo que realiza, con la misión que desemperia y con las personas que componen su grupo. En esta misma clave, al soportar la propia ambiguedad de la vida, relativizará situaciones y crecerá en su propia capacidad de integración buscando posturas más cercanas al "también" que a la disyuntiva del "esto o aquello", del blanco o negro.
2.2.2. Limitaciones a superar
En la medida que el animadorva creciendo en esas actitudes básicas, irá superando posturas que, con frecuencia, empañan la labor animadora. Entre otras limitaciones, ponemos de relieve las siguientes:
--Superar la propia inseguridad con la voluntad de vivir. Si el animador cree en la vida y ficha por ella, poco a poco ira descubriendo que la historia va dando lecciones. Entrará en una dinámica de esperanza que da sus primeros frutos en su propia persona. Caerá en la cuenta de que, como en toda vocación, es lógico el interrogante sobre la propia validez para la misión que tiene encomendada, aunque desde la vida y la práctica irá descubriendo que es cierto el "Yo estaré contigo".
--Pasar de situaciones de precariedad e incertidumbres a posiciones cercanas a la felicidad mediante el esfuerzo por satisfacer las necesidades de felicidad de los demás. De esa forma, a pesar de las propias limitaciones, incoherencias e interrogantes, el animador ira comunicando su propia vida y su propia experiencia de compromiso en la construcción de una sociedad con cotas aceptables de satisfacción personal y grupal.
--Abandonar posiciones de miedo ante las posibilidades personales aceptando el riesgo de decidir y optar definitivamente. Aunque con frecuencia surgirá la pregunta ante la realidad: ¿podré hacerlo bien?; ¿daré lo que realmente necesitan7; ¿cómo plantear niveles de exigencia hasta cotas que yo no alcanzo a llegar?; ¿será posible seguirviviendo de la utopia?, etc. El animador debe ir madurando respuestas lo más definitivas posible, sin caer en la tentación de una provisionalidad permanente capaz de dar al traste, ante situaciones nuevas de orden económico, afectivo, laboral, espiritual, con los planteamientos que nos llevaron a comprometernos en la animación de grupos.
--Abandonar afanes de proselitismo para preocuparse sobre todo de la formación de las personas. Esta opción pone en el centro a la persona que es la que vive y la que tiene que desarrollar su propia historia en intercambio y reciprocidad con los demás. La otra postura lleva a conseguir número, pero a costa de la despersonalización de los individuos al abandonarse en manos del lider de turno, capaz de modelar--si no de manipuiar--el grupo hasta hacerlo a su propia imagen y semejanza.
Es cierto que desde esa opción caminamos hacia un nuevo modelo de sociedad en el que la autodeterminación y el sentido crítico sean monedas de curso normal, pero también es cierto que adoptar esa postura supone afrontar los riesgos del cambio, del abandono del culto a la propia personalidad o a las ideas del animador. Ciertamente, eso nos dejará, si no hacemos opciones determinantes, más incómodos y hasta más solos, pero habremos sido más fieles a los destinatarios de nuestra misión.
--Seguir en la adquisición de ciertos valores que favorecen la comunicación y el crecimiento de las personas, como son:
saber escuchar, más que buscar ser escuchado;
saber esperar, más que querer encontrar frutos inmedia~os;
saber ser adulto, mayor, más maduro en medio de los jóvenes que a pesar de quererle cercano están reclamando la presencia del adulto en sus vidas;
respetar la distancia generacional sin querer entrar al juego de disimular una diferencia de edad fisiológica, cronológica y psicológica que haria en alguna manera engar~iosa la relación interpersonal del grupo.
3. EXIGENCIAS DE FORMACION EN EL ANIMADOR
Tomarnos en serio nuestra tarea de animadores reclama acciones de formación inicial y permanente de cuantos queremos ser respuesta a la necesidad de animación de los grupos.
El concepto y la vivencia de la animación nos dan el marco de referencia para fijar niveles, objetivos, contenidos e itinerarios formativos de los animadores.
3.1. Areas o niveles a reforzar
En primer lugar, debemos cuidar la formación equilibrada de la persona del animador:
como hombre/mujer que va descubriendo poco a poco el contenido de su propia historia como lugar de encuentro con los demás en quienes encuentra complemento y posibilidades de realización personal y vocacional;
como cristiano que va entendiendo progresivamente las exigencias de una opción por el Reino a la luz de Jesús y en contacto con una Iglesia que junto con él crece en el Espíritu;
como agente de socialización que en el grupo va haciendo un taller donde es posible experimentar una sociedad nueva, unos valores de vida evangélicos y una relación de fraternidad. Desde esa experiencia, el animador va creciendo con el grupo hacia esa novedad donde la persona es el centro.
Un segundo ámbito de formación permanente es cuanto se refiere a la competencia en su propia labor:
competencia a nivel general en cuanto se refiere a los elementos vitales del grupo: formación, actividad, estilo...
competencia especifica en lo referente a contenidos doctrinales, técnicas de animación, dinámica de grupos...
El tercer nivel que podemos considerar en la formación del animador, será cuanto se refiere a su capacidad de comunicar:
como persona que comunica y comparte una experiencia que se hace vida para los demás en las actividades personales, en la creación de un ambiente de grupo, en la relación personal con cada uno de los miembros del grupo, en la cercanía a sus vidas;
como portador de un mensaje que conoce suficientemente y trata de vivir con coherencia desde opciones personales y comunitarias;
como técnico en el uso de los medios de comunicación que más puedan favorecer la marcha y la vida del grupo en la búsqueda y logro de sus objetivos.
3.2. Alglonos objetivos a lograr en la formacion de animadores
A modo de base de reflexión explicitamos algunos objetivos fundamentales en ese trabajo de formación inicial y permanente de animadores.
--Profundizar la vivencia de la propia vocación y cada uno de aquellos elementos que la caracterizan. Para ello buscaremos cauces de:
clarificación de motivaciones, de criteriologia, de estilo de trabajo;
interiorización de la llamada a desemper~iar la tarea de animación, como reclamo insoslayable para la construcción del Reino a pesar de las deficiencias y limitaciones personales;
identificación con la misión, con la labor de grupo, con unos modelos de cristiano, de Iglesia, de sociedad, que se manifestarán en el estilo de vida y de presencia entre los jóvenes a quienes sirve.
--Motivar y actualizar opciones eclesiales fundamentales como a veces pueden ser:
conocimiento del Concilio Vaticano II y aceptación de sus opciones como estilo de vida;
trabajo con sentido de universalidad pero en y desde una Iglesia local concreta;
sentido suficientemente desarrollado de comunitaridad en la oración en el compromiso y en el modelo de Iglesia y sociedad que quiere promocionar.
--Profundizar el sentido y contenidos de la tarea de animadores respetando:
el principio de unidad de la persona sin hacer excesivas diferencias o rupturas entre la persona y su papel de animador;
el principio de complementaridad y de la especialización que nos abre al trabajo en equipo y a poner a disposición de objetivos comunes las intuiciones, reflexiones, cualidades y actuaciones concretas del animador;
el principio de integración por el que a partir de los varios componentes del grupo, el animador va contribuyendo a la complementaridad y enriquecimiento mutuos.
--Estructurar con todo ello el perfil espiritual e interior del animador, ayudándole a crecer en la conciencia de:
colaborador del Espiritu en la labor de alumbramiento y consolidación del Reino;
disponibilidad y servicio hacia las exigencias y valores de ese Reino y hacia las personas del grupo y de los grupos que con él se relacionan;
"siembra" y de "tiempo" que le ayudan a prescindir de los criterios de eficacia y utilidad que como únicos válidos nos presenta la sociedad;
comunicación que potencia y condiciona ei desarrollo de la propia existencia por la interacción de los demás sobre la misma;
hombre o mujer de gozo y esperanza en un mundo que camina entre sombras de pesimismo y de muerte, y necesita la conciencia critica que anuncia y denuncia valores transformadores de las personas y las estructuras.
3.3. Algunos medios de formacion
Aunque es una preocupación constante de quienes están en la tarea de animación de grupos, bueno será recordar que como medios de formación debemos contar con:
--La vida, que en su caminar diario va haciendo el paso desde los "hechos" hasta la "experiencia", que hace madurar la persona y la acción del animador. Desde la reflexión y la interiorización de la propia vida, irá creciendo la conciencia de animadores a la luz de la cual nuestra misión va abriendo nuevos horizontes. Esperar a estar "formados" para implicarnos en la acción supondría no llegar nunca a superar las lagunas que descubrimos en la propia formacion. A animar se aprende animando.
--Momentos de encuentro, confrontación, diálogo intercambios de experiencias, discernimiento y toma de decisiones que ayúdan a madurar la propia visión de la labor animadora.
--Otras iniciativas especiales, como pueden ser cursillos de animadores en orden a movimientos determinados y concretos, encuentros de catequistas, encuentros de vicarla o de zona, cursos especificos de iniciación o maduración en el conocimiento de la Biblia, en contenidos dogmáticos, conocimiento y asimilación de documentos eclesiales: enciclicas, documentos de la Conferencia Episcopal, etc.
Ciertamente, todo dependerá del grado de nuestra fe en la animación como misión, como tarea y como instrumento de crecimiento de las personas y los grupos.
A MODO DE CONCLUSION
De propio intento, en esta reflexión he dejado para el final un punto concreto: el animador y la fe.
Ciertamente, si hablamos de animadores cristianos y en un contexto de cristianos, basta hacer una traducción de lo expuesto en clave evangélica. Fijémonos en Jesús y leamos su actuación tal y como aparece reflejada en el evangelio y veremos en El una figura concreta de animador que:
pone en el centro la persona
cree de verdad que puede comunicar la esperanza del Reino
comparte y comunica su experiencia como propuesta de vida
ficha por la vida y encuentra al Padre en la historia de los hombres
propone, invita, siembra, espera, sin prisas, sin falsas búsquedas de eficacia
hace crecer al grupo desde dentro
Hagamos el esfuerzo de descubrir a Jesús y encontraremos motivos de fe en un hombre nuevo, en una sociedad nueva donde sea posible la fraternidad y la salvación concreta de los más pobres. Ojalá sea ese Jesús quien, presente entre nosotros, nos haga auténticos animadores cristianos de jóvenes. Son ellos quienes más lo necesitan. Porque, en frase del obispo auxiliar de Bilbao:
si tú caminas aprisa, ellos jadean;
si tú jadeas, ellos se cansan;
si tú te cansas, ellos se sientan;
si tú te sientas, ellos se tumban;
si tú te tumbas, ellos se duermen;
si tú te duermes, ellos se mueren.