El discernimiento de espíritus
P. Miguel Ángel Fuentes, V.E.
Finalmente hay que ver los modos de comportarse una vez identificado el espíritu
del que provienen las mociones o consolaciones del alma.
1) Las mociones del mal espíritu
Las mociones del mal espíritu son para nuestro mal; consecuentemente hay que
resistirse a ellas. El alma conseguirá esto:
a) En las mociones que empujan al pecado (tentaciones): el alma tiene que
resistir con los medios ordinarios: huir de las ocasiones de pecado, recurrir a
la oración y a la mortificación, desviar la atención psicológica del alma hacia
objetos diversos de los que el mal espíritu usa para tentar, etc.
b) En las desolaciones del mal espíritu:
–Nunca hacer cambio; hay que mantener firmes los propósitos tomados con
anterioridad a la desolación (EE, 318).
–Obrar contra la misma desolación (agere contra), por ejemplo instar más en la
oración, meditación, examinar la conciencia y alargarse en la p enitencia (EE,
319).
–Considerar que son pruebas y confiar que el auxilio divino nunca faltará (EE,
320. 324).
–Trabajar con paciencia sabiendo que la desolación pasará presto y será
consolado (EE, 321).
–Examinar las causas posibles de la desolación para poner remedio si de nosotros
depende. Las causas de la desolación pueden ser tres: la tibieza y pereza en la
vida espiritual; la prueba divina para ver cuánto somos y podemos; el hacernos
ver, puesto que no podemos causarla cuando queremos, que la consolación no viene
de nosotros sino que es don de Dios. Por tanto: si proviene de nuestra tibieza
debemos reaccionar con fervor; si proviene del habernos atribuido las
consolaciones, debemos humillarnos ante Dios (EE, 322).
c) Cuando se constata que el mal espíritu ha conseguido infiltrarse en nuestros
pensamientos: examinar cómo y cuando ha conseguido meterse en el discurso de
nuestra mente, para sacar experiencia y guardarse en adelante (EE, 334).
2) Las mociones del buen espíritu
a) Ante las consolaciones del alma:
–Pensar que no duran siempre sino que a la consolación sucede la desolación;
fortalecerse para ese momento (EE, 323).
–Procurar humillarse y abajarse pensando cuán poco vale y puede uno en tiempo de
desolación (EE, 324).
b) Ante las inspiraciones o inclinaciones del alma: secundarlas con toda
docilidad y prontitud. ¿Cómo?:
–Sometiéndonos plenamente a la voluntad de Dios que conocemos ya por los
preceptos y consejos conformes con nuestra vocación. Haciendo buen uso de las
cosas que ya conocemos, el Señor irá haciendo conocer otras nuevas.
–Renovando con frecuencia la resolución de seguir en todo la voluntad de Dios.
–Pidiendo sin cesar al Espíritu Santo luz y fuerza para cumplir la voluntad de
Dios.
–Siguiendo la inspiración de la gracia en el mismo instante en que se produzca,
sin hacer esperar un segundo al Espíritu Santo, no cayendo en las tentaciones
más comunes contra la docilidad: la tentación de la dilación (dejar las cosas
para más adelante), la tentación de dar menos de lo que Dios nos pide y la
tentación de recuperar lo que ya le hemos dado.
Finalmente hay que ver los modos de comportarse una vez identificado el espíritu
del que provienen las mociones o consolaciones del alma.
1) Las mociones del mal espíritu
Las mociones del mal espíritu son para nuestro mal; consecuentemente hay que
resistirse a ellas. El alma conseguirá esto:
a) En las mociones que empujan al pecado (tentaciones): el alma tiene que
resistir con los medios ordinarios: huir de las ocasiones de pecado, recurrir a
la oración y a la mortificación, desviar la atención psicológica del alma hacia
objetos diversos de los que el mal espíritu usa para tentar, etc.
b) En las desolaciones del mal espíritu:
–Nunca hacer cambio; hay que mantener firmes los propósitos tomados con
anterioridad a la desolación (EE, 318).
–Obrar contra la misma desolación (agere contra), por ejemplo instar más en la
oración, meditación, examinar la conciencia y alargarse en la p enitencia (EE,
319).
–Considerar que son pruebas y confiar que el auxilio divino nunca faltará (EE,
320. 324).
–Trabajar con paciencia sabiendo que la desolación pasará presto y será
consolado (EE, 321).
–Examinar las causas posibles de la desolación para poner remedio si de nosotros
depende. Las causas de la desolación pueden ser tres: la tibieza y pereza en la
vida espiritual; la prueba divina para ver cuánto somos y podemos; el hacernos
ver, puesto que no podemos causarla cuando queremos, que la consolación no viene
de nosotros sino que es don de Dios. Por tanto: si proviene de nuestra tibieza
debemos reaccionar con fervor; si proviene del habernos atribuido las
consolaciones, debemos humillarnos ante Dios (EE, 322).
c) Cuando se constata que el mal espíritu ha conseguido infiltrarse en nuestros
pensamientos: examinar cómo y cuando ha conseguido meterse en el discurso de
nuestra mente, para sacar experiencia y guardarse en adelante (EE, 334).
2) Las mociones del buen espíritu
a) Ante las consolaciones del alma:
–Pensar que no duran siempre sino que a la consolación sucede la desolación;
fortalecerse para ese momento (EE, 323).
–Procurar humillarse y abajarse pensando cuán poco vale y puede uno en tiempo de
desolación (EE, 324).
b) Ante las inspiraciones o inclinaciones del alma: secundarlas con toda
docilidad y prontitud. ¿Cómo?:
–Sometiéndonos plenamente a la voluntad de Dios que conocemos ya por los
preceptos y consejos conformes con nuestra vocación. Haciendo buen uso de las
cosas que ya conocemos, el Señor irá haciendo conocer otras nuevas.
–Renovando con frecuencia la resolución de seguir en todo la voluntad de Dios.
–Pidiendo sin cesar al Espíritu Santo luz y fuerza para cumplir la voluntad de
Dios.
–Siguiendo la inspiración de la gracia en el mismo instante en que se produzca,
sin hacer esperar un segundo al Espíritu Santo, no cayendo en las tentaciones
más comunes contra la docilidad: la tentación de la dilación (dejar las cosas
para más adelante), la tentación de dar menos de lo que Dios nos pide y la
tentación de recuperar lo que ya le hemos dado.