Del famoso Documento "Q"

Tras escribir hace ya unos días sobre los Documentos de Qumram, y concretamente sobre el enigmático y sugerente 7Q5, he podido comprobar que existe entre la gente de a pie, como se suele decir, una pequeña (o no tan pequeña) confusión entre los citados Documentos de Qumram y el Documento “Q”, que el público en general tiende a confundir pensando que son lo mismo; o, en otras palabras, que el Documento “Q” es uno más de los encontrados en el fabuloso hallazgo de las cuevas esenias de Qumram.

 

            Pues bien, amén de no tener nada, absolutamente nada que ver con Qumram, “Q”, así, a secas, como se le llama en el argot, “Documento Q” si lo prefieren Vds., es un documento que no existe, y que más que probablemente, no existirá nunca. Dicho en otras palabras, ni ha sido encontrado ni con toda probabilidad se encuentre jamás. Es más, si se encuentra, probablemente ni siquiera seremos capaces de reconocerlo, o a lo mejor, hasta lo hemos hallado ya y no lo hemos reconocido, como si del Elías del que habla Jesús cuando dice de él que “vino ya, pero no le reconocieron” (Mt. 17, 11) se tratara.

 

            Críptico ¿verdad? Bueno, lo he hecho a propósito para cautivar un poco su interés, lo que espero haber conseguido. Pero cuando se lo explique con menos prosopopeya, lo van a entender con toda facilidad, porque no es nada complicado.

 

            “Q”, que viene de “quelle”, “fuente” en alemán, no es otra cosa que una entelequia, un documento virtual recompuesto con todos aquellos pasajes contenidos en los evangelios de Mateo y de Lucas que no se contienen en Marcos.

 

            Así de fácil, así de sencillo. Vds. se preguntarán: “¿sólo eso?”. Y yo les responderé: “sólo eso”. Para a continuación preguntarme: “bueno muy bien, es sólo eso… ¿pero para que co… sirve semejante cosa?”. A lo que yo les responderé haciéndome el enigmático: “Buena pregunta, amigo”.

 

            La tesis de partida es la siguiente: el Evangelio de Marcos es el primero que se escribió. Cosa que es uno de los grandes (y de los pocos, por cierto, digan ellos lo que digan) acuerdos alcanzados por la exégesis moderna tan relacionada con el Jesús histórico(1) y que se demuestra de la siguiente manera: si Vds. escribieran Marcos sobre una hoja transparente, y lo aplicaran sobre Mateo y sobre Lucas, encontrarían que la práctica totalidad de los episodios de Marcos se recogen en esos dos evangelios que, además, son mucho más largos y completos, “adornados” con más eventos. Lo cual viene a demostrar, según esos autores, de una manera, además, bastante sensata y asumible, que Marcos fue el primer evangelio, corto y rudimentario, y que sirvió de fuente y base para los otros dos sinópticos, que daré en llamar, si me lo permi ten Vds., “sinópticos superiores”, más completos y elaborados.

 

            Aparte de los episodios que narra Marcos y que recogen unánimemente sus compañeros sinópticos, se constata la coincidencia de Mateo y Lucas en una serie de episodios. Pues bien, si recopilamos esos episodios comunes a Mateo y a Lucas pero no recogidos en Marcos, estaríamos ante una segunda fuente de la que se habrían valido ambos evangelistas, los “sinópticos superiores” (Mateo y Lucas). Luego estarían, en tercer lugar, las fuentes de las que cada uno de ellos se hubieran servido por sí mismos, las cuales determinarían finalmente, las diferencias entre Mateo y Lucas.

 

            “Q” es producto, por lo tanto, de un trabajo de deducción realizado en un laboratorio. Digamos que ha sido "deducido" para conocer su contenido, sin ni siquiera necesidad de haber encontrado una copia. Si efectivamente un día (bastante improbable a mi entender) se hallara “Q real” (vamos a llamarlo así)… ¿qué es lo que nos encontraríamos”? Pues bien, un documento casi irreconocible, con escaso parecido con “Q deducido” (llamémoslo así para entendernos), el que ya conocemos. ¿Por qué? Pues por la sencilla razón de que aunque contuviera bastantes de los episodios del “Q deducido”, seguramente no serían todos, y buena parte de ellos los habrían recolectado Mateo y Lucas por terceras fuentes distintas de “Q real”.

 

            Además, contendría muchos episodios recogidos en Marcos, con quien el autor de “Q real” podría haber compartido fuentes, si no, directamente, haberse servido de Marcos (o Marcos de “Q”).

 

            En tercer lugar, contendría muchos episodios directamente desechados, despreciados tanto por Mateo, como por Lucas, como por los dos.

 

            Y en cuarto lugar, recogería episodios utilizados por Mateo y no por Lucas, o por Lucas y no por Mateo. Hasta hacer “Q real” inidentificable e irrelacionable con “Q deducido”. Razón por la que digo que hasta podríamos haberlo descubierto ya (¿el Evangelio de Tomás?) y no haberlo reconocido, como si de un nuevo Elías se tratara.

 

            Lo gracioso es que “Q” ha alcanzado tal grado de unanimidad y aceptación por la gran comunidad exegética del Jesús histórico, que no sólo no se cuestiona, sino que, bien al contrario, en un comportamiento que prefiero no definir, he llegado a ver autores que cuestionaban episodios evangélicos canónicos por su incongruencia con “Q”.

 

            Para terminar y para que no se queden Vds. con ninguna duda, les diré que la hipótesis de la existencia de “Q” fue presentada en 1848 por Hermann Weiss, y fue denominada “Q” por Johannes Weiss en 1890. En cuanto a su reconstrucción, se han producido muchas propuestas, las cuales registran diferencias en pequeños detalles tanto de eventos como de colocación de los mismos. Entre ellas, las del alemán Adolf von Harnack (1908), el británico T. W. Manson (1949), el alemán Athanasius Polag (1982) o el canadiense John Kloppenborg (2000).

 

            “Q” contendría un número variable de episodios, sobre los doscientos, la mayoría de ellos meramente dícticos, o sea, que revisten la forma de un dicho de Jesús; unos pocos fácticos, es decir, que trasmiten un hecho. 

            Evidentemente anterior a Mateo y a Lucas, por lo que a su cronología se refiere datarlo con más precisión exige datar con esa misma justeza Mateo y Lucas, lo cual no es ni mucho menos, como hemos tenido ocasión de explicar cuando a 7Q5 nos hemos referido, pan comido, y el margen en el que oscilan las aproximaciones puede variar en bastante más de medio siglo. Bien que los más optimistas, -y yo creo, también, que los más realistas-, hablen de la existencia de textos evangélicos tan pronto como hacia el año 50.< /div>