Cultiva el milagro del diálogo

Fuente: Catholic.net
Autor: Michael Ryan Grace



El diálogo es para el amor lo que la sangre es para el cuerpo. Cuando el flujo de sangre se acaba, el cuerpo muere. Cuando el diálogo desaparece, muere el amor y nace el resentimiento y el odio. Pero restablecer el diálogo puede devolver la vida a una relación muerta. De hecho este es el milagro del diálogo. Veamos cómo expresan unos matrimonios esta necesidad.

Algo doloroso para mí es cuando no sé qué decisión tomar en relación con alguna cosa importante y no encuentro respuesta y apoyo en el otro cuando pido consejo.


Generalmente nuestros problemas surgen cuando yo te pido más atención y ella está con mil problemas en la mente -niños, casa, colegio, trabajo, familia...Yo, al pedir más, derramo el recipiente que ya viene muy lleno después de tantas demandas que ha recibido durante el día.
El primer paso del diálogo entre dos personas es el hablarse (y, a veces, el escribirse). Es importante decir las cosas, especialmente las cosas bonitas: “yo te quiero mucho”, “te quiero cada día más”. Es importante también decir las cosas que no nos gustan: “esa decisión tuya no me gustó porque fue precipitada”. En las cosas negativas, debemos tratar de ser correctos y oportunos.

Hay muchas cosas de las que una pareja puede hablar. Desde luego, está la conversación ordinaria de todos los días: las frases hechas (“buenos días”, “cómo te va”, “hace calor”), las noticias (“Fulana tuvo un bebé”, “hubo mucho tráfico hoy en la avenida”), las opiniones sobre temas políticos, religiosos (“Yo creo que no se hace suficiente para resolver el problema de la contaminación”, “El Tratado de Libre Comercio nos va a beneficiar mucho”). Pero es necesario también comunicar cosas más profundas: tus emociones (“me siento sólo”, “tengo problemas”, “he fracasado y me duele mucho”, “me sentí muy feliz al ver jugar hoy nuestro hijo”, “te admiro mucho”). Finalmente, está el diálogo sobre las intenciones y decisiones grandes de la vida en común: el amor, la fidelidad, los hijos. La comunicación de las emociones (que van muy unidas a las decisiones de la vida) no es siempre fácil y, a veces, no se llega a ella de manera automática ni rápida. Pero es necesario buscarla. Es verdad que no se puede estar todo el tiempo hablando de cosas íntimas y profundas, pero tampoco se debe pasar la vida en la superficialidad. Lo importante aquí también es que la pareja asegure su comunión íntima y los dos sabrán si están tocando fondo o no. Cuando las parejas se quejan de que "no tienen comunicación" normalmente se refieren a los últimos dos niveles.

Yo creía tener una comunicación plena hasta que me di cuenta de que estaba en un extremo de la línea contestando "sí, qué bien, qué mal, etc.", pero sin compartir ni participar verdaderamente en nada


Desde hace tiempo me doy cuenta de que hablamos mucho pero no nos decimos nada.
Diversos factores dificultan la comunicación de la pareja. A veces puede ser la diferencia de experiencias y de educación. En este caso hay que acercar los dos puntos del puente.

Conocí un caso del clásico matrimonio de extracción social media en el que el hombre se superó profesional y culturalmente mientras la mujer no lo hizo. Después de una tiempo, ya no tenían nada de que hablar entre ellos aunque, aparentemente, formaban una buena pareja.
Otras veces se acusa a la televisión de ser el intruso que obstaculiza la comunicación familiar y matrimonial. Sé que esto es ya un tópico pero, por lo visto, difícil de remediar. Es una queja más común en las mujeres. Se sabe que una mujer acumula ganas de hablar durante el día mientras que el hombre parece gastarlas en el trabajo. Esta es una diferencia de vidas y de psicologías que es necesario saber equilibrar. Para el hombre, la pequeña pantalla puede ser un medio para relajarse de las tensiones del día, pero si no regula bien su uso, puede afectar la convivencia conyugal.

Durante el día sentía muchas ganas de ver a mi esposo. No vino a comer y cuando llegó a las 10.00 de la noche me saludó con “estoy muerto, solo tengo ganas de ver la televisión”. ¡Gota que derramó el vaso, porque yo tenía muchas ganas de estar con él, de charlar y él no me hizo caso!
A veces, el cansancio es el reto que la comunicación debe superar. Cada uno, en su trabajo da lo mejor de sí y, luego, no tiene energías para seguir dándolo en la convivencia.

Al volver del trabajo la gota que derramó el vaso fue el cansancio. La discusión empezó cuando corregí a mi esposa sobre algo que pensaba que no andaba bien.

Llego tarde del trabajo, cansado y con presiones. Nos hemos visto y comunicado poco. Ella está hasta la coronilla de la casa y de los niños. Cualquier detalle inicia la discusión.

Normalmente cada pareja tendrá que buscar "tiempos fuera" para dialogar. Me he dado cuenta de que no se hace. Cuando se pregunta a las parejas cuándo fue la última vez que salieron solos a hablar suelen responder con respuestas como: “¡Oh!, ya ni me acuerdo”, “Hace seis meses”, “No se puede con los niños”. Creo que una regla sana sería dedicar al menos una tarde cada mes. Puede ser algo sencillo pues no se necesita hacer nada lujoso ni complicado. Basta estar solos. Normalmente las parejas logran organizarse para ir a bodas o a otro tipo de reuniones. ¿Por qué no lo podrían hacer para alimentar su propio amor con el diálogo y la comunicación serena? ¡Hazlo! He aquí unos matrimonios a quienes les podría convenir alejarse del ambiente diario para resolver algunas diferencias.

Casi siempre a la hora de comer busca la forma de disentir o agredir a algunos miembros de la familia. Yo pienso que esta hora es cuando debería haber mayor cordialidad o, al menos, tranquilidad y no discusión.


Mi esposo es el que carga con todos los problemas de la casa de sus padres. En muchas ocasiones cuando yo le he necesitado más, él está en casa de sus padres tomando un papel que no le corresponde. Esto es un gran problema, especialmente cuando hay necesidad y uno no cuenta con su compañero.

La comunicación y el diálogo que necesita la pareja no consiste sólo en hablar. También el silencio es parte del diálogo. A veces el silencio es la expresión más profunda de la felicidad y del amor. Otras veces lo necesitamos sencillamente para serenarnos. Aunque uno no debe ser egoísta ¿qué opinas de la queja de este marido? ¿la consideras justa?

Cuando uno llega a casa después del trabajo y todavía no se ha podido desligar mentalmente de los problemas uno está esperando paz, tranquilidad y no quiere encontrar más dificultades. Recientemente, después de un día pesado, llegué para comenzar a oír la letanía: que si el perro se escapó, que si se acabó el gas y no hay cena, que si le di un golpe a tu coche... En ese momento exploté