Cuatro temas para un político católico
 

Por Jaime Septién, periodico "El Observador" 521


Está de moda no comprometerse por parte del político católico. Una cosa es la política, otra la fe, dicen. Nada más alejado de la verdad: la fe debe hacerse carne en el servicio de la política, en el servicio a los demás. He aquí cuatro temas que pueden iluminar este camino hacia políticos católicos auténticos, de esos que ahora escasean.

El poder como servicio
1.
«Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal» (Gaudium et spes, 75).
2.De esto se desprenden tres postulados inmediatos:

 

a) preparar las intervenciones públicas y estudio permanente;

b) borrar el yo para darse en totalidad al servicio público y,

c) evitar, en lo absoluto, el enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias y el privilegio a la minoría, en detrimento de la mayoría.


3.Por lo tanto: compromiso de entender al poder como servicio a la sociedad.

La doctrina del bien común
1.
«La responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las personas particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política» ( Catecismo de la Iglesia católica, ).
2.De esto se desprenden tres postulados inmediatos:

 

a) el bien común es realizable aquí y ahora;

b) el gobierno de un Estado armoniza las diferentes expresiones en vías de lograr la justicia y,

c) la autoridad política es la encargada de defender las instituciones que procuran la paz social y el desarrollo armónico.
 

3.Por lo tanto: compromiso de defender y definir la doctrina del bien común.

Cercanía de la oración
1.
«El testimonio del fiel laico nace de un don de gracia reconocido, cultivado y llevado a su madurez» (Juan Pablo II, Christifideles laici, 24).
2.De esto se desprenden tres postulados inmediatos:

 

a) la necesidad fundamental de ser testimonio, mediante una vida cercana a las fuentes de la gracia;

b) el reconocimiento de que sin la ayuda de Dios el laico, más aún, el político, no puede resolver casi nada y,

c) la urgencia de reconocer el llamado a ejercer un cargo por el bien de la comunidad, conocer sus alcances y sus límites, y enfrentar las consecuencias de una acción política coherente con los valores del Evangelio.
 

3. Por lo tanto: compromiso de permanecer cercano a la Iglesia y a la oración.

Hacia una democracia plena
1.
«Una auténtica democracia no es sólo el resultado de un respeto formal de las reglas, sino que es el fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de toda persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del bien común como fin y criterio regulador de la vida política» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 407).
2. De esto se desprenden tres postulados inmediatos:

 

a) la democracia es algo más que normas;

b) la democracia pone primero a la persona y,

c) la democracia es el régimen político que garantiza el respeto a los derechos humanos.
 

3.Por lo tanto: compromiso de anteponer el fin último de la comunidad política, el desarrollo humano integral, en una actuación de democracia plena.

Se trata de cuatro compromisos así de simples y así de complejos. Ahora que se han desatado las pre-campañas, los políticos católicos harían bien en recordar estos preceptos de la Doctrina Social de la Iglesia. Y nosotros, los laicos, haríamos bien en seguirles la pista, siendo buenos católicos, nosotros también.