CRISTIANOS SADUCEOS


  
Los saduceos del tiempo de Jesús eran judíos creyentes que no creían en la resurrección de los muertos. Y organizaban su paraíso en la tierra lo mejor que podían. No aceptaron a Jesús y se unieron a los fariseos para acabar con Él. El saduceísmo abundaba más en las clases ricas y pudientes.

    Hoy entristece saber que, entre los que se confiesan cristianos, dos terceras partes no creen en la otra vida. Auténticos saduceos.

     Yo me pregunto muchas veces cómo un creyente puede robar millones en las administraciones públicas y vivir tranquilo. Y su piadosa esposa y sus hijos, sabedores del origen de ese dinero,  ¿cómo no se ponen de uñas contra esa situación?

    El saduceísmo actual está mucho más extendido que el fariseísmo.

Hay un materialismo crudo, dogmático, para quienes sólo existe lo material y tangible. Y un materialismo agazapado en tantos creyentes quienes, en la práctica, ponen el dinero por encima de Dios. Sin duda está alimentado por el sistema capitalista, cuyo motor es el lucro (egoísmo puro) sin límites. El capitalismo fomenta el consumismo sin fronteras que se te mete por los ojos a través de los medios de comunicación con la aparente felicidad de quienes lo gozan.

      El Dr. Marañón afirma: “El espíritu de hoy, llamado materialista, fuera mejor llamarlo gansterista. Pues no se trata sólo de la apetencia de los bienes materiales, que es lo típico del materialista, sino de la falta de escrúpulos en los medios para conseguirlos, que es lo que caracteriza al gángster".

     Son tan numerosas las pruebas de la existencia de los modernos gansters, que afloran a la superficie, que insinúan la sospecha de una corrupción generalizada. El Padre de la Iglesia, San Jerónimo, afirma rotundamente: “Todo rico es ladrón o hijo de ladrón”. Por una de estas dos causas, o por haberlo robado o por haberlo atesorado sin límites ante el espectáculo de los millones de hermanos hambrientos.

     Piensan: “Dejemos el cielo para los pájaros y los idiotas; nosotros tenemos flores, champang y mujeres hermosas”. El hijo pródigo en pleno goce de su capital.  Necesitará un tiempo de experiencia para hartarse de hastío y desengaño. Ni será feliz ni hará feliz a nadie.

     Los creyentes saduceos, fieles a su materialismo, reducen a Dios a la función de ‘aspirina’. Dios sólo les vale para acudir a él en momentos de apuro o necesidad temporal y material: Ayuda para aprobar un examen, para quitarse un dolor  irresistible de muelas, para que prospere el negocio, para meter un gol, para librarse de una cornada, para viajar sin accidentes, etc. Los más ‘hábiles’ no le pedirán dinero, sólo que los ponga cerca de donde lo haya.

    Jesús sabía bien lo peligroso de esta tentación y la fuerza de arrastre del dinero. Por eso nos desengaña de una vez: “Nadie puede servir a dos señores: ¡o Dios o el dinero!” No caben componendas.

MATÍAS CASTAÑO Pbro.

¡He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! (Lucas 12, 49)