Cristo, durante su vida pública hizo
muchos actos públicos de perdón de los pecados y en ninguno aparece que
pidiera la lista de pecados del pecador.
No hay que olvidar que la Sagrada Escritura es sólo uno de los caminos por los
que llegamos a la Revelación de Cristo. El otro es la Tradición de la Iglesia,
es decir, lo que aprendió la Iglesia a partir del testimonio directo de los apóstoles
que vivieron junto a Jesús. De hecho, el Nuevo Testamento lo escriben los
mismos apóstoles y discípulos que o bien vivieron junto a Jesús, como es el
caso de Mateo y de Juan, o bien escucharon el testimonio de aquellos Apóstoles
que vivieron en la intimidad con Él, como es el caso de Lucas y Marcos, por
ejemplo. Y la Tradición ha sido siempre muy fiel a las enseñanzas de
Jesucristo, fiel hasta dar la vida con tal de no modificar sus enseñanzas.
La primera Iglesia vivía una forma de confesión en la que se decían los
pecados en privado al Obispo de la comunidad y luego se recibía la penitencia.
En esto veía la Iglesia una forma de ser fiel a la dinámica de la Encarnación,
que buscaba siempre la salvación del hombre a través de la naturaleza humana y
al mismo tiempo respondía a una constante del corazón humano, que es la
necesidad se saberse objetivamente perdonado, de escuchar "te
perdono".
No se trata de confiar en el perdón, sino de tener la certeza de que Dios está
actuando a través de medios humanos, según Él ha querido actuar siempre,
desde su encarnación (Cf Mateo 18,18; Juan 20,23; Mateo 28,18-29). El sacerdote
no está ahí por morbo, sino como conducto humano entre Dios y el hombre. Él
olvida todo y no puede hacer uso de lo que tú le dices pues le obliga el
secreto sacerdotal, que por gracia de Dios, nunca ha sido violado por ningún
sacerdote en toda la historia de la Iglesia.
El sacerdote está haciendo un servicio, que es actuar en nombre de Cristo. Jesús
podía conocer directamente al alma e incluso no hacía falta que hiciese público
que perdonaba los pecados. Bastaba con su deseo y ya estaba. Que Él quisiera
decir en público que los perdonaba era otra cosa, pero hoy no puede hacerlo.
Necesita servirse de la Iglesia, que no tiene el poder de conocer el alma del
pecador de modo intuitivo. Por eso escucha el pecado y da el perdón. Es una
simple tarea de intermediario.
¿Cómo lo hacían en otras épocas en que no existía
esta forma de confesión?
En todas las épocas de la vida de la Iglesia ha habido siempre una confesión
individual. Hay muchos libros publicados por autores que se han dedicado a
estudiarlo a fondo sobre documentos históricos y todos recogen siempre alguna
forma de confesión individual. Es cierto que la forma de confesar los pecados
que ahora vivimos fue instituida por los monjes irlandeses, pero antes, cuando
se imponía públicamente la penitencia y se absolvía en público al penitente
después de cumplirla, siempre la imposición de la penitencia estaba precedida
de una exposición rigurosa de los pecados al obispo, cosa que se hacía en
particular. También, muchas veces, la imposición de la penitencia solía
hacerse en particular, excepto cuando se trataba de pecados públicos.
¿En todo sacramento, no es necesario y conveniente que
esté presente la Palabra de Dios?
No. Un ejemplo claro es el matrimonio. De hecho, en muy pocos signos
sacramentales encuentras la Palabra de Dios. Estrictamente, sólo en la Eucaristía.
Y el signo sacramental es el centro del sacramento, lo que lo hace válido.
¿Se puede exigir al hombre de hoy esta única forma de
confesión?
Sí. El hombre es una unidad psicosomática, es decir, compuesto de cuerpo y
alma. Es claro que el perdón de los pecados es algo que se refiere al alma,
pero también es claro que el ser humano necesita escuchar ese "te
perdono" que da tanta tranquilidad. Seguramente, tú has tenido
dificultades en tu trato con alguna persona a la que aprecias mucho. Siempre
pasa en las relaciones humanas. ¿No es verdad que cuando quieres "arreglar
las cosas" necesitas escuchar que la otra persona te perdona"? Si no,
no te quedas tranquilo.
¿Debemos de dar tantas vueltas al tema, cuando creemos
de verdad en la misericordia y el perdón de Dios?
No, si se las damos es porque nos cuesta aceptar que con un acto simple como
exponer nuestros pecados y recibir la absolución de un sacerdote se nos perdone
algo tan grave como es una ofensa a Dios. O también se las damos porque nuestra
naturaleza herida por el pecado no quiere humillarse delante del confesor y
prefiere arreglarse de otra forma.
¿No es mucho más importante el arrepentimiento sincero
que el cumplimiento de una norma de la Iglesia?
Efectivamente, tanto que sin él no hay perdón de los pecados porque es la
condición para alcanzarlo. Pero una cosa no quita la otra. El arrepentimiento,
si es sincero, se expresa aceptando humildemente las normas de la Iglesia que no
son inventadas, sino basadas en la Tradición de la Iglesia.