En estos tiempos
de adelantos científicos, tenemos que adecuar nuestro lenguaje a los cambios
que vamos viviendo.
Así, por ejemplo, nos hemos tenido que acostumbrar a la computadora y a los
pollos engordados con hormonas; a la fruta bonita, pero de poco sabor, a los
vuelos intercontinentales y al Internet. Incluso hay términos que poco a
poco serán sustituidos.
Les pongo un caso. Hasta ahora era común decir: "Los Ramírez van a tener su
primer hijo" o preguntar: "¿Cuántos hijos tienen?. Se decían cosas tan
cursis como "el niño se parece a su papá" o "tiene la sonrisa de su mamá".
Pero todo eso se acabó. El descubrimiento completo del genoma humano con
todo lo que conlleva de posibilidades de intervenir sobre los embriones
humanos, requiere un cambio de terminología.
Dentro de poco, diremos: "¿Cuántos hijos han hecho los Ramírez?" o "Los
García van a hacer su primer hijo". Claro, uno podrá escoger el sexo del
hijo/a, el color de los ojos, la textura del cabello, el perfil, la
estatura, el tono de la piel y muchos otros factores.
Ya no se dirá esa cursilada de "se parece a su papá" pues ni siquiera se
sabrá muy bien quién fue. Más bien habrá que decir: “¿Dónde compraste esos
óvulos?”; “¡tu hijo te quedó genial!”; “Dame la dirección de Internet” o
“Qué bueno es tu ingeniero genético, te ha hecho una niña preciosa, y además
por poco precio”.
Cuidado, que no estamos hablando de intervenir sobre el genoma de un ser
humano para curar enfermedades, sino de elegir cómo queremos nuestro hijo a
la medida, porque con este descubrimiento se llegará a eso y más.
Claro que como en todo, hay algunos problemas. Por ejemplo: ¿Con qué derecho
hago yo una réplica de Leonardo di Caprio, si luego resulta que a mi hijo le
encanta el baloncesto y hubiese querido ser como Michael Jordan? ¿Por qué me
hice un hijo "nerd" si luego resulta que le atrae la vida hippy?
Claro, cada uno quiere de sus hijos lo que él no tuvo, pero el niño no tiene
la culpa. ¿Quién soy yo para marcar el destino de un hijo, de un ser humano?
Tener un hijo es recibirlo como lo da la naturaleza, quitando, como ya dije,
el hecho de que se pueda intervenir para curar sus enfermedades.
Hacer un hijo es, sin embargo, construirlo de forma caprichosa, según mis
gustos o los criterios del momento, con una influencia invencible sobre su
vida, que seguramente será más larga que la nuestra.
Y luego está lo de la clonación. Hacemos un hijo y dejamos tres de repuesto
por si éste no funciona o por si le pasa algo, para arreglarle los tejidos.
Muy bien. Lo malo es que no creo que nadie quiera ser hombre de repuesto. No
exagero.
Hay gente pensando en eso. O, pónganse en otro supuesto: fabricar soldados
en masa, todos iguales y hechos con poca inteligencia para que obedezcan sin
problema y no cometan errores.
Hacer hombres, como quien hace Volkswagens. Y estamos a punto de lograrlo
sin que nadie lo pare.
Pero hay otro problema: los embriones congelados. Desde que comenzó la
fecundación en vitro, se calcula que por cada hijo nacido según esta técnica
hay de diez a cien embriones congelados esperando un destino.
Los embriones son seres humanos. Si se les permitiese desarrollarse
acabarían siendo el Sr. López o Juan de las Pitas o Salma Hayek, vete a
saber. No hablo de caballos ni de perros, ni de vegetales.
No, hablo de seres humanos porque esos embriones no serían otra cosa sino
hombres, seres humanos, personas. El hecho es que hay masas de embriones
esperando un destino.
En Gran Bretaña han destruido ya más de 50.000, en otros países han decidido
usarlos para experimentación científica, algo que recuerda la práctica nazi.
En Italia, hay matrimonios que los están adoptando. Cada uno resuelve el
"problema" según su sensibilidad y su dosis de humanidad. Pero el hecho es
claro, son seres humanos que serán aniquilados porque se usaron para "hacer
niños" y ya no sirven. Y nos quejamos de Herodes.
Me viene a la mente un pensamiento de Erich Fromm que aparece en la
conclusión de su obra titulada "Psicoanálisis de la sociedad contemporánea".
Dice: "En el siglo XIX, el problema era ‘Dios ha muerto’; en el siglo XX es
éste: ‘ha muerto el hombre’. En el siglo XIX inhumanidad quería decir
crueldad; en el siglo XX quiere decir autoalienación esquizoide. El peligro
del pasado era que los hombres se convirtieran en esclavos. El peligro del
futuro es que los hombres puedan convertirse en robots".
El peligro del hombre del siglo XXI es que el ser humano sea esclavo y robot
de sus propios padres, que lo verán como algo de su propiedad.
Podremos hacer muchos hijos en masa copiando modelos que ya han existido y
entonces cortaremos el flujo de genios en el mundo porque un Beethoven, un
Mozart, un Leonardo da Vinci, un Miguel Ángel, son fenómenos imprevistos,
generados en un ambiente donde se esperaría de todo menos un genio.
Ahí está Beethoven, hijo de una mujer con sífilis que ya tenía 8 hijos, tres
de los cuales sordos, dos ciegos, uno retrasado mental. Hoy la
aconsejaríamos abortar. Pobrecilla. No daríamos un peso por ese embrión.
Pero ya ven, la naturaleza supera las previsiones de los hombres.
Ustedes ¿ya se hicieron su hijo? Hay otra oferta, que es adoptar uno de los
miles de recién nacidos que no tienen padres. Conozco mucha gente que lo ha
hecho.
En definitiva, la misión de los padres es dar un marco, un ambiente, el de
la familia, complemento entre masculinidad y feminidad, para que se
desarrolle una vida que no pertenece a los esposos.
Ellos tienen deberes y derechos sobre ella, pero saben que, desde la
concepción, es un ser distinto, individual, aunque dependa en muchas cosas
de nosotros.
No hagamos hijos a nuestra imagen y semejanza. Dejemos eso para Dios.