La estrategia que esconde «El Código da Vinci»
Entrevista con el escritor Mark Shea
SEATTLE, lunes, 6 marzo 2006 (ZENIT.org).-
Millones de personas en todo el mundo han leído «El Código da Vinci» y muchas
más esperan ver la versión cinematográfica que se estrenará el próximo 19 de
mayo.
Por ello, Mark Shea y Ted Sri --escritor y profesor de Teología,
respectivamente-- han escrito el libro «La decepción del Código Da Vinci» («The
Da Vinci Deception», Ascension), una guía que hace la diferencia entre los
hechos y la ficción narrados en el libro de Dan Brown.
Shea ha explicado a Zenit en esta entrevista las principales inexactitudes
contenidas en el libro y por qué es una amenaza para la fe de los cristianos.
--¿Qué les llevó a escribir este libro?
--Shea: Decenas de millones de personas han leído «El Código da Vinci» y muchas
han visto cómo su fe en Cristo y en la Iglesia católica quedaba sacudida. Este
libro se ha convertido en un enorme fenómeno cultural, en gran parte porque
ataca a la verdadera persona y misión de Jesucristo. Esto debe corregirse.
La respuesta a largo plazo es que «El Código da Vinci» se ha convertido en la
fuente de lo que yo llamo el «pseudoconocimiento» sobre la fe cristiana.
El pseudoconocimiento es eso que «todos conocen», como el «hecho» de que
Humphrey Bogart dijera «Tócala otra vez, Sam», aunque en realidad nunca lo dijo.
El pseudoconocimiento no es preocupante cuando el tema es el guión de la
película «Casablanca».
Pero importa realmente cuando afecta negativamente a las creencias más sagradas
de mil millones de personas, y cuando acusa a la Iglesia católica de ser una
gran «asociación de delincuentes», fundada sobre la mentira de la divinidad de
Jesús y de su resurrección.
Cuando esto sucede, genios muy desagradables salen de sus botellas, como cuando
las mentiras registradas por la policía zarista del siglo XIX, en los
«Protocolos de los Sabios de Sión», se convirtieron en la base de lo que «todos
saben» sobre los judíos, justificación de las terribles persecuciones
antisemitas del siglo XX.
«El Código da Vinci» ha vendido cerca de 30 millones de ejemplares. En mayo, se
estrenará la película y adquirirá una autoridad indiscutida entre una audiencia
de millones de analfabetos históricos y teológicos, a no ser que los cristianos
aclaren los hechos y ayuden a los espectadores a reconocer el mal que les han
hecho.
Quienes dicen que «no es más que una novela» simplemente no comprenden que en
esto consiste el engaño. La gente a menudo acepta en una novela de ficción lo
que no aceptaría en un debate razonado.
Y esto es sobre todo verdad porque Dan Brown, autor de «El Código da Vinci», ha
afirmado recientemente que no cambiaría ninguna de sus aserciones básicas en
caso de que lo que escribiera no fuera una novela. Brown pretende decir que
tenemos que comprender que sus afirmaciones sobre el origen del cristianismo son
verdaderas.
--¿Cuáles son los principales errores de «El Código da Vinci»?
--Shea: No sólo hay errores garrafales sobre los hechos sino también mentiras
descaradas, grandes y pequeñas, sobre prácticamente cada una de las materias que
Brown toca en cuestiones de arte, historia y teología. Da a entender que
documentos falsos, que equipara a sus cuestionables fuentes rechazadas,
corresponden con los hechos.
Afirma que Leonardo Da Vinci no da a Jesús un cáliz en su cuadro de «La Última
Cena» para decir indirectamente que María Magdalena es el verdadero cáliz que
lleva la «sangre de Jesús» --es decir, su hijo--, a pesar del hecho de que hay
trece copas en la pintura.
Habla acerca del significado de una palabra aramea en el evangelio gnóstico de
Felipe, olvidando el hecho que ese texto está escrito en copto.
Presenta a María Magdalena como la víctima de una campaña de difamación
católica, sin detenerse a preguntarse por qué es una santa católica.
Culpa al «Vaticano» de varios complots y conspiraciones que supuestamente
tuvieron lugar siglos antes de que existiera el Vaticano para poder conspirar.
Y, por supuesto, en la mayor mentira de todas, declara que todo el mundo antes
del año 325 pensaba que Jesús no era más que un «profeta mortal» hasta que
Constantino obligó al Concilio de Nicea a declararle Dios «por una diferencia
escasa de votos».
Por supuesto, no se para a preguntarse por qué, si Jesús fue sólo un «profeta
mortal», se molestó en fundar una Iglesia, ni qué fue de la Iglesia durante los
300 primeros años del cristianismo si nadie daba culto a Jesús como Dios.
--¿Son un desafío para la Iglesia estas inexactidudes?
--Shea: Brown está intentando establecer un mito inventado, feminista y
neopagano. El mito básico es: Jesús era feminista, partidario acérrimo del
neopaganismo. Supuestamente la Iglesia cubrió todo esto con mentiras sobre su
divinidad. El punto de vista de Brown es: regresemos al culto a la diosa como
pretendió Jesús.
Esta afirmación ridícula y sin ningún fundamento es, por supuesto, completamente
contraria a los hechos de Jesús. Pero muchos en nuestra cultura lo creen pues es
analfabeta históricamente. De manera que los católicos deben empezar a
catequizarse no sólo a sí mismos sino a sus familias, amigos y vecinos. De lo
contrario dejarán que este dañino mito siga extendiéndose.
--Las recientes respuestas violentas de los musulmanes contra las caricaturas
de Mahoma parecen señalar crecientes tensiones entre la religión y la sociedad.
¿Qué piensa sobre el hecho de que la película salga precisamente ahora?
--Shea: Indudablemente, los promotores del filme intentarán definir las
protestas católicas contra la tergiversación de los hechos por parte de «El
Código da Vinci» como idénticas a las amenazas de los islamistas radicales a la
libertad de expresión.
Ahora bien esta afirmación tiene un problema: la Iglesia no aprueba la quema de
edificios o las amenazas de muerte contra la gente, incluso cuando mienten sobre
Cristo. Nosotros sencillamente y educadamente pedimos que los creadores de «El
Código da Vinci» no nos endilguen insultantes mentiras como si fueran hechos.
Los creadores de la cultura en Occidente desacreditan con más facilidad a la
Iglesia que al Islam radical, pues saben perfectamente que el Vaticano no emite
«fatuas», ni lanza amenazas de muerte.
--¿Por qué la gente se toma tan en serio las novelas de Dan Brown? En Roma
hay incluso visitas guiadas para recorrer los lugares que aparecen en su libro
«Ángeles y Demonios».
--Shea: «El Código da Vinci» no es más que una manifestación de lo que yo llamo
el último «auténtico» Jesús, cada
generación tiende a descubrir el último auténtico Jesús.
Hace cien años, Albert Schweitzer descubrió que el «auténtico» Jesús era un
Evangelio Social Protestante. En los explosivos años veinte, la gente descubrió
que Jesús era un muchacho de un póster publicitario. En los treinta, los nazis
descubrieron un «auténtico» Jesús que era ario, no judío, mientras que los
comunistas descubrieron un Jesús que fue el primer «marxista».
En los sesenta, se descubrió que el «auténtico» Jesús era un hijo de las flores,
amante de los hongos alucinógenos, lo cual explicaba estupendamente todas las
visiones y milagros. En los setenta, el «auténtico» Jesús resultó ser un «superstar»
al modo de los dictados de la cultura rockera.
En los ochenta, apareció en escena para prometer salud y prosperidad y curar a
tu niño interior, al modo de cuando sufría crisis existenciales --luchando con
su libido y comido por la duda sobre sí mismo--, como si fuera un ensimismado
niño de la generación del «boom», en «La última tentación de Cristo».
En los noventa, de repente se descubrió que era un entusiasta homosexual en la
obra blasfema «Corpus Christi».
Hoy, vivimos en una cultura obsesionada con la vida sexual de los ricos y
famosos, que cree con facilidad en amplias teorías de conspiración, repleta de
nociones sobre paganismo y feminismo, y hostil a las nociones tradicionales
tanto de razón como de autoridad.
Por una incomprensible coincidencia, Dan Brown ha descubierto un «auténtico»
Jesús que refleja perfectamente esta amplia cultura veleidosa. Y cuando la gente
cree cosas basadas en esta cultura mudable, especialmente cosas malignas, esto
es dañino para su fe.
Nuestro libro está pensado precisamente para ayudar a la gente a que deje de
tomar tan en serio «El Código da Vinci». Felizmente, Dan Brown y compañía nos
han puesto las cosas fáciles en este sentido.
Su libro es tan irrisoriamente malo y es muy fácil de demostrar que sus
afirmaciones son falsas. Por eso, la mejor cura contra «El Código da Vinci» es,
a fin de cuentas, un vendaval curativo de risa bien informada.