Artículos de Psicología

Celos en la pareja

Suponer que amar a alguien es sinónimo de pertenencia es un invento bastante raro, típico de nuestra sociedad de consumo, donde los individuos y las cosas materiales tienen dueño. Entonces, claro, si algo es nuestro, no querremos que nos lo quiten. Porque nos quedaremos sin ello. Y si además no nos sentimos valiosos, ni seguros, ni aptos, ni armoniosos, pues la sensación de peligro estará siempre presente. Porque creemos que cualquiera estará ávido de robarnos lo que nos pertenece.
 

Esto genera una gran confusión entre las personas. Porque en lugar de dedicarnos a amar al otro, estamos ocupadísimos vigilando si alguien externo ha osado mirarlo, reconocerlo o admirarlo. El gran escollo es que, mientras estamos distraídos controlando, ese otro a quien decimos amar se va quedando solo. Y si está solo, terminará abandonándonos. Justamente, porque sentirá que no lo tenemos en cuenta, sino que lo perseguimos, lo hacemos objeto de nuestros celos y lo observamos hasta el hartazgo.

Si la única manera que tenemos de demostrar nuestro amor es a través de los celos, debemos saber que esos celos se fundan en nuestra propia inseguridad interior, y no tienen nada que ver con la persona en cuestión, ni tienen relación con lo que la persona amada hace o deja de hacer. Esa persona amada sufre muchísimo, porque no hay nada que pueda modificar, explicar, cambiar, demostrar o añadir, que tranquilice a quien sospecha de cada acción u omisión. Es un laberinto sin salida. Es una invitación al sufrimiento sin razones, al dolor sin necesidad, al ocaso de cualquier vínculo afectivo.

Hay pocas situaciones que lastiman más las relaciones amorosas que los celos basados en el celo mismo. Ya que se instalan sobre la base de un malentendido: la creencia de que el otro nos pertenece y que en esas condiciones tiene que responder a nuestras fantasías de permanencia y seguridad.
 

De nada sirve pretender reducir a la supuesta persona amada a la esclavitud emocional.
 

Laura Gutman