LOS CARTUJOS HOY

 

 

-LUCHANDO LA NOBLE CAUSA

-EN EL DESIERTO DE LA CARTUJA

-AL SERVICIO DE LA IGLESIA

-FISONOMÍA MORAL DE SAN BRUNO

-IDEAL MONÁSTICO DE SAN BRUNO

-CARÁCTER ESPECÍFICO DE LA ORDEN CARTUJANA

-EL CARISMA DEL CARTUJO

-VIDA EREMÍTICA

-EL SILENCIO CARTUJANO

-EN EL CORAZÓN DEL MUNDO

-APOSTOLADO OCULTO

-TESTIMONIO ANTE EL MUNDO

-LA AYUDA DE LA ASCESIS

-PAZ Y GOZO

-LA MADRE SINGULAR DE LOS CARTUJOS

-EL MONASTERIO CARTUJANO

-MIEMBROS DE LA FAMILIA CARTUJANA

-OCUPACIONES DEL MONJE DEL CLAUSTRO EN SU CELDA

-VIDA COMUNITARIA

-REUNIONES COMUNITARIAS

-EL “ESPACIAMIENTO” CARTUJANO

-RELACIONES DE FAMILIA

-VIDA LITÚRGICA

-CELEBRACIONES LITÚRGICAS

-LOS MONJES HERMANOS

-LA JORNADA DEL HERMANO

-HORARIO PARA LOS PADRES Y HERMANOS

-MONJAS CARTUJAS

-MONJAS EN ESPAÑA

-ETAPAS DEL CAMINO

-DIOS CONTINUA LLAMANDO

-¿NO IRÁ ESTO CONTIGO?

-EPÍLOGO: RENOVACIÓN POSCONCILIAR

 


Publicado por Analecta Cartusiana, Salzburg, Austria, 1980.

 

 

LUCHANDO LA NOBLE CAUSA

El Espíritu Santo suscita de vez en cuando en la Iglesia, según las necesidades por que ésta atraviesa, almas santas, hombres de Dios que, con su oración y su trabajo o apostolado, alimenten la vida de la misma Iglesia y mantengan viva y refulgente su santidad en medio de todas las decadencias morales.

Entre los Santos y hombres eminentes en virtud que vivieron por los tiempos del gran Papa Gregorio VII- el paladín de la reforma de la Iglesia en el S.XI-, se encuentra San Bruno.

Nacido hacia el año 1030 en Colonia (Alemania), Bruno se trasladó joven aún a Reims (Francia) para completar sus estudios en las afamadas escuelas de esta ciudad. Estudió las ciencias eclesiásticas y profanas, haciendo en ambas tantos progresos, que llegó a ser maestro renombrado.

Fue canónigo, más tarde arcediano y maestrescuela, atrayendo a sus aulas numerosos discípulos, muchos de los cuales llegaron con el tiempo a hacerse célebres. Son elocuentes los testimonios de admiración y veneración por su antiguo maestro, que algunos de ellos dieron a la muerte de Bruno.

Una de las plagas de la Iglesia por aquel entonces era la de "las investiduras". Manasés, pariente del rey de Francia, había conseguido simoníacamente la sede arzobispal de Reims . Estimulado por el ejemplo de Gregorio VII y apoyado por el legado de éste en Francia, Bruno, a pesar de haber sido favorecido por el intruso arzobispo con el nombramiento de arcediano, no dudó en enfrentarse con él, aun a costa de sus dignidades y de sus bienes, e incluso con peligro de su propia vida (1077). La lucha duró varios años, hasta que el Papa, después de haber depuesto al indigno arzobispo (1080), le nombró un sucesor (1083).

Propuesto al Papa por su legado como uno de los dos hombres más a propósito para sustituir a Manasés, preferido por el cabildo de Reims, Bruno aprovecha estos precisos momentos para poner en práctica un voto que hiciera por los años de la lucha: abrazar la vida monástica.

Así, cuando ha conseguido el triunfo, y con él la reforma, el orden y la paz en la Iglesia de Reims, Bruno abandona los frutos de su lucha, huye de los honores y se encamina al desierto.

Entonces como hoy, no faltarían quienes interpretasen esa partida como una deserción, como un declinar futuras responsabilidades, como una fuga cobarde... Mas la realidad era muy otra. En medio de las luchas que tuvo que vivir y de las convulsiones y desórdenes que hubo de presenciar, estimó de mayor utilidad para la Iglesia de Cristo, afligida y dilacerada, llevar una vida consagrada íntegramente al Señor en el silencio y la soledad, en la oración y la penitencia.        

"También vosotros tenéis una misión pastoral: vuestra auténtica misión pastoral es la vida oculta. La Iglesia no piensa en absoluto mandaros salir de vuestros monasterios, para asistir directamente a vuestros contemporáneos".

(S.S.Pablo VI: 8-12-1968)                                                                                         

 

EN EL DESIERTO DE LA CARTUJA

Comienza Bruno por hacer ensayos de vida monástica, con dos compañeros, en Sèche-Fontaine, dependencia de la abadía de Molesmes, célebre y gobernada a la sazón por el futuro fundador del Císter, San Roberto. Pero no satisfecho Bruno con este ensayo, dejó allí a sus compañeros, que terminaron por unirse a Molesmes, y partió en busca de una mayor soledad.

Reuniendo otros seis compañeros, se dirigió al obispo de Grenoble, San Hugo, solicitando algún lugar a propósito en su diócesis para llevar vida eremítica (1084).

Iluminado San Hugo por un sueño reciente y misterioso, en que había visto que siete estrellas le conducían a un desierto inhóspito donde estaba Dios construyéndose una morada para su gloria, no dudó el santo obispo que Bruno y sus compañeros -siete precisamente en total - venían enviados por divina inspiración a dar cumplimiento al sueño profético. Y los encaminó al lugar desierto denominado Chartreuse (en las montañas del Delfinado), soledad de difícil acceso, rodeada de altas montañas y con abundantes despeñaderos que constituían la mejor clausura natural para quienes buscaban el mayor alejamiento del mundo.

Comenzaron por construir un monasterio humilde y rústico, y se entregaron con ardor a los ejercicios propios de la vida contemplativa, oración y penitencia.

AL SERVICIO DE LA IGLESIA

Pocos años, sin embargo, pudo disfrutar Bruno de aquel desierto ideal para la realización de sus aspiraciones. En 1090, el papa Urbano II, antiguo discípulo suyo en Reims, lo llamaba a Roma para tenerlo a su lado al servicio de la Iglesia.

En aras de la obediencia, sacrificó Bruno su ideal monástico casi apenas degustado, y se unió al Vicario de Cristo para continuar con él la reforma gregoriana. Pero no pudo aclimatarse a la vida en la corte pontificia. El Papa, no queriendo contrariar más la vocación de su antiguo maestro, después de ofrecerle inútilmente, en pago de sus buenos servicios, la sede arzobispal de Reggio (Italia), le permitió retirarse nuevamente a su soledad amada, pero sin abandonar la península itálica.

Entonces se estableció con otros compañeros al sur de Italia, en Calabria, dando origen así a la segunda casa de la futura Orden Cartujana: Santa María de la Torre. Allí permaneció Bruno hasta su muerte, ocurrida el 6 de octubre de 1101, y allí se conservan sus restos mortales, siendo objeto de un culto y devoción extraordinarios por parte de los moradores del lugar.

San Bruno fue canonizado de viva voz por el Papa León X, el día 19 de Julio de 1514.      

 

"La estrechísima unión con Dios de los que pasan en el claustro su vida solitaria y silenciosa, es lo que mantiene en todo su esplendor esa santidad que la Esposa inmaculada de Cristo (la Iglesia) presenta a la consideración e imitación de todos".

(S.S.Pío XI: 8-7-1924)                                                                               

 

 

FISONOMÍA MORAL DE SAN BRUNO

El testimonio más completo y más precioso que se conserva acerca del carácter de nuestro Santo, es el que a su muerte escribieron sus compañeros y súbditos. Los de Santa María de la Torre : "Bruno merece ser alabado por muchas cosas, pero sobre todo porque fue hombre de un humor siempre igual : ésta era su peculiaridad. Estaba siempre con rostro sonriente; su hablar era modesto; juntaba a la autoridad de un padre la ternura de una madre. Nadie lo halló arrogante o soberbio, sino manso como un cordero". Sus antiguos súbditos de Chartreuse: "Era un hombre de un gran corazón".

Tan grande era el ascendiente moral de Bruno sobre estos primeros súbditos suyos, que, al dejar él su compañía para seguir el llamamiento del Papa, abandonaron también ellos aquel desierto, pareciéndoles no poder soportar aquella austera vida sin la compañía de su Padre y guía espiritual. No obstante, poco después, escuchando los ruegos de Bruno, se reintegraron al lugar bajo la dirección de Landuino, uno de los siete fundadores.

 

IDEAL MONÁSTICO DE SAN BRUNO

El rasgo característico de la espiritualidad de San Bruno fue la simplicidad: simplicidad de un alma que va derechamente al fin, a un fin único y simple, la búsqueda de Dios. Atraído por el mismo ideal de los antiguos solitarios de Egipto, Bruno buscó la soledad del desierto para consagrarse exclusivamente a la contemplación y amor del buen Dios.

El ideal monástico de San Bruno se pone de manifiesto por la elección de lugar que hizo para llevarlo a cabo. El desierto de Chartreuse era en aquella época completamente salvaje, maravillosamente apropiado para una vida parecida a la de los primeros monjes del desierto.

Sin embargo, Bruno no fue un simple continuador. Dios lo suscitó para implantar en la Iglesia un nuevo modo de vivir en el desierto. Se conocían y practicaban -además de la vida cenobítica- la vida puramente eremítica y la vida anacorética de quienes se retiraban al desierto después de una permanencia más o menos larga en un monasterio, como preparación para la vida eremítica. Bruno introdujo esta novedad: unir a una parte predominante de vida solitaria, un mínimum suficiente de vida cenobítica o de comunidad que favoreciese al ermitaño con las ventajas más preciadas de esta última, sin perjudicar aquella.           

 

"Cuánta utilidad y gozo divino traen consigo la soledad y el silencio del desierto a quien los ama, sólo lo conocen quienes lo han experimentado. Aquí se vive un ocio activo, se reposa en una sosegada actividad, aquí concede Dios a sus atletas, por el esfuerzo del combate, la ansiada recompensa: la paz que el mundo ignora y el gozo del Espíritu Santo".

(San Bruno: Carta a Raúl el Verde)

 

"Allí (en la soledad de la celda) se lleva a cabo un gran misterio, esto es, de Cristo y de la Iglesia, cuyo eminente ejemplar lo encontramos en María Santísima". "Esta forma de vida, que, en cuanto lo permite la condición humana, se orienta a Dios de modo directo y continuo, nos pone en un contacto peculiar con la Bienaventurada Virgen María, a la que solemos llamar MADRE SINGULAR DE LOS CARTUJOS".

(Estat. Cart. 2,1; 34,2)                                                                                             

 

 

CARÁCTER ESPECÍFICO DE LA ORDEN CARTUJANA

Bruno no se propuso fundar una Orden, ni redactó ninguna regla. Pero su espíritu y su método de vida se fue trasmitiendo en sus sucesores por tradición oral durante cuarenta años. Fue al cabo de éstos cuando el quinto Prior de Chartreuse (1), Guigo I, a instancias de los monasterios que habían adoptado la forma de vida cartujana, y del santo obispo de Grenoble, Hugo -que todavía vivía y siempre paternalmente protector de sus queridos Cartujos- redactó lo que él denominó humildemente "COSTUMBRES DE LA CARTUJA", base y fundamento de toda la legislación cartujana hasta la renovación promovida por el Concilio Vaticano II.

(1) El nombre de CARTUJA es la traducción castellana de CHARTREUSE, lugar, como hemos visto, de la fundación de la Orden. En el escudo de ésta aparecen siete estrellas, que recuerdan el sueño de S. Hugo y representan a los siete fundadores.

Nacida, pues, la Orden Cartujana de la irradiación del carisma otorgado por el Espíritu Santo a su Fundador, se puede definir, por su elemento predominante y esencial, como una orden eremítica, consagrada específica y exclusivamente a la vida contemplativa.

La Iglesia le ha reconocido siempre ese carácter de Orden puramente contemplativa, excluyéndola de toda actividad apostólica incompatible con él.

Como consecuencia de ello, todo en la Cartuja: Estatutos, estructuras, observancias, formación y espiritualidad, está referido y ordenado continua y directamente a la consecución de ese fin.   

 

 

            "El empeño y propósito nuestros son principalmente vacar al silencio y soledad de la celda. Ésta es, pues, la tierra santa y el lugar donde el Señor y su siervo conversan a menudo como entre amigos".

(Estat. Cart. 4,1)                                                                                                 

 

EL CARISMA DEL CARTUJO

El monje cartujo, aislado en la soledad y el silencio de su celda, vive su carisma propio de dedicación exclusiva a "lo único necesario" (cf. Lucas 10, 41), consagrado a la búsqueda de Dios en una vida de oración y penitencia.

La verdadera razón de ser del Cartujo no se halla ni en su santificación personal ni en su misión apostólica oculta, sino que reside únicamente en Dios, nuestro Padre y Señor, digno sobremanera de que, entre todos los seres por Él creados para su gloria, al menos algunos pocos se consagren exclusivamente a vivir con el corazón y la mente fijos siempre en Él.  

 

"Dios tiene derecho a este don total de existencias sin otra ocupación que Él."

(S.S.Pablo VI: 8-12-1968)                                                                                         

 

VIDA EREMÍTICA

Es, como hemos indicado ya, el elemento predominante de la vocación cartujana. Lo que era para los antiguos monjes de oriente la soledad del desierto, eso es para el Cartujo la soledad de su monasterio y de su celda.

"Hemos sido llamados especialmente a la vida solitaria", declaran los Estatutos Cartujanos ya desde su primera edición, en 1128.

La soledad cartujana fomenta la unión del monje con Dios y asocia su propia inmolación a la de Cristo, en favor de la Iglesia y del mundo.

Si el Cartujo busca y ama la soledad, no es precisamente para llevar una existencia exenta de preocupaciones, afanes y problemas, sino más bien para imitar a los antiguos "atletas del desierto" en los duros combates del espíritu, a fin de desasirse de todo lo terreno y de sí mismo, y abrirse a la influencia del Espíritu que lo trajo a la soledad para hablarle al corazón (cf. Oseas, 2, 16).

 

EL SILENCIO CARTUJANO

Complemento y consecuencia necesaria de la vida de soledad, el silencio que se respira en la Cartuja no es un silencio de cementerio, triste e infecundo, sino el de un santuario henchido de resonancias divinas. El Cartujo calla con los hombres para estar atento a la Palabra por esencia, el Verbo de Dios que llena su vida.

El silencio, unido a la soledad, crea el clima más favorable para la contemplación, fin a que se ordena esta vida oculta.    

 

"En la soledad nos dedicamos a la lectura, no para conocer todas las nuevas opiniones, sino para alimentar la fe en un ambiente de paz, y favorecer la oración".

(Estat. Cart. 23, 15)                                                                          

 

 

EN EL CORAZÓN DEL MUNDO

La vida retirada del mundo de los Cartujos no significa desprecio o despecho de los hombres. Es fruto del amor de Dios. Por lo demás, la vocación contemplativa da a la caridad del monje una dimensión universal. Si dejó a los hombres, fue para mejor unirse a todos y abrazarlos con la caridad de Cristo; si renunció a sí mismo, fue para hacerse capaz del amor del Redentor y, con Él, dedicarse a la salvación de todos sus hermanos.

Esta vida no es en absoluto inútil para la ciudad terrena, porque:

"Aunque en algunos casos -como es el de los Cartujos- no estén directamente presentes ante sus coetáneos, los tienen, sin embargo, presentes de un modo más profundo, en las entrañas de Cristo, y cooperan con ellos espiritualmente para que la edificación de la ciudad terrena se funde siempre en Dios y se dirija a Él, 'no sea que trabajen en vano los que la edifican'. "

(Conc. Vat. II: Lum. Gent., 46; cf. Sal. 126,1)     

 

 

APOSTOLADO OCULTO

La eficacia apostólica de esa vida oculta la ensalzó Pío XI con estas palabras :

"Fácilmente se comprende que contribuyen mucho más al incremento de la Iglesia y a la salvación del género humano los que asiduamente cumplen con su oficio de orar y mortificarse, que los que con sus sudores y fatigas cultivan el campo del Señor; pues si aquéllos no atrajeran del cielo la abundancia de las divinas gracias para regar el campo, más escasos serían, ciertamente, los frutos de la labor de los operarios evangélicos".

(Const. Ap. Umbratilem : 8-7-1924)                                                                                             

 

"Mediante la gracia de la vocación, aplíquese (el Hermano) de todo corazón a tener a Dios siempre presente, ya en la soledad de la celda, ya también en sus trabajos".

(Estat. Cart. 15,18)                                                                                                    

 

Será, por cierto, el suyo un apostolado oculto, ignorado, que poco o nada dice a los hombres de hoy que sólo buscan lo visible y palpable; mas será una función viva y real, como real y necesaria es la función de las arterias de nuestro cuerpo, que, silenciosas, sin llamar la atención, transmiten si cesar la sangre vivificante a todos los órganos.

TESTIMONIO ANTE EL MUNDO

¿En qué consiste el testimonio del monje contemplativo? Dejemos la palabra al Supremo Pastor de la Iglesia :

"En un mundo como el nuestro, olvidado de Dios, alejado de Dios, indiferente a Dios y negador de Dios, vosotros dais testimonio de ÉlŠ Sois un reclamo para el mundo de hoy. Un principio de reflexión que es con frecuencia saludable y regenerador".

(S.S.Pablo VI: 30-9-1966)

Sí, hoy más que nunca tiene el mundo necesidad de ver a hombres y mujeres que han creído en la palabra del Señor, en su Resurrección y en la vida eterna, hasta el punto de empeñar toda su vida terrena para dar testimonio vivo de su consagración total a Dios.

"Nuestra época está muy necesitada de vuestro ejemplo y de vuestro servicio; los hombres necesitan ponerse a la búsqueda de lo absoluto y verlo en cierta manera comprobado por un testimonio vivido. Vuestro papel estriba precisamente en dárselo a conocer".

(S.S.Juan Pablo II a los Cartujos de Calabria)

Este testimonio coloca al monje en el corazón de la Iglesia, en lo más profundo de su vida y en lo más delicado de su amor de Dios. Y la Iglesia, consciente del valor y de la legitimidad de ese testimonio, lo reconoce públicamente.

 

LA AYUDA DE LA ASCESIS

Todo cristiano está llamado a seguir las huellas de Cristo pobre, manso y humilde, y cargado con la cruz, si quiere realmente participar en su resurrección y en su gloria, tal como lo exige el destino de su vocación.

El monje cartujo, consagrado más íntimamente al Señor por su profesión monástica, está comprometido, consciente y voluntariamente, a seguir a Cristo más de cerca y a participar en su cruz y su inmolación.

Mas para que proceda con prudencia y discreción en esa tarea, la Orden le señala una ascesis especial, acomodada a su naturaleza humana y al fin de su vocación. Todo en esta ascesis se halla ordenado a la búsqueda de Dios.

Los elementos de dicha ascesis, comunes a todos los Cartujos, son los siguientes: la ausencia del confort mundano y de distracciones que debilitan la voluntad y disipan el espíritu; la práctica de la pobreza en las cosas de uso personal; la división del sueño en dos partes; el trabajo; el silencio y la soledad; el ayuno y la frugalidad de las comidas; el cilicio de cerdas que portan constantemente (los monjes del claustro, pero no los Hermanos) sobre el pecho y la espalda a manera de un gran escapulario; la abnegación de sí mismo en aras de la obediencia, y, en general, la carencia de todo lo que fomenta el regalo y la molicie.

Respecto a la alimentación, la Orden practica una abstinencia perpetua de carne. Durante el Adviento y la Cuaresma no toman lacticinios. Un día a la semana se puede hacer ayuno a pan y agua, si la salud lo permite.          

 

 

"Guárdese siempre la frugalidad en las comidas, incluso en la celebración de las fiestas, aunque entonces se puede exteriorizar de algún modo la alegría del corazón".

(Estat. Cart. 7,7)                                                                                      

 

En todo este plan de generosa penitencia, la norma suprema es seguir la voz del Espíritu, dando cada cual lo que sea conforme a sus propias fuerzas. No se trata, en la práctica, de nada horroroso o superior a las fuerzas humanas. No hay que olvidar que la Orden es una tierna y providente madre, que proporciona unos medios aptos para ayudar, y no para ser una carga aplastante. Por eso, la adaptación de los principiantes a ese régimen es prudente y gradualmente dirigida.

La comida, en general, es abundante y suficientemente bien preparada. El sueño, aunque dividido en dos, proporciona las horas de descanso necesarias y normales. La longevidad en la Cartuja es como proverbial.

"La penitencia corporal no debemos abrazarla sólo por obedecer a los Estatutos; está destinada principalmente a aligerarnos del peso de la carne para que podamos seguir con mayor presteza al Señor. Mas si en algún caso, o con el correr de los años, sintiera uno que alguna de estas observancias supera sus fuerzas, y que más bien lo entorpece que lo impulsa al seguimiento de Jesucristo, decida, en fiel acuerdo con el Prior, la mitigación que le conviene".

(Estat. Cart. 7,3)          

 

 

PAZ Y GOZO

Al contrario de lo que piensan muchos en el mundo, una tan austera vida no engendra tristeza y melancolía, antes bien, es fuente caudalosa de paz y gozo.

Ya dijimos del Santo Fundador, que "estaba siempre con rostro sonriente", y alegres y joviales quería él ver siempre a sus hijos. No se dice de San Bruno que se pasara la vida pensando en la muerte, sino que repetía con frecuencia : "¡O Bonitas !", ¡Oh, Bondad de Dios!, "el aleluya del desierto" -como se le ha calificado-, es decir, un grito de alegría.

Tampoco sus hijos pasan el día cavándose la fosa, ni se saludan con el lúgubre "Hermano, morir habemos", contestado por el "Ya lo sabemos", como propaga desde antiguo la leyenda popular; sino que disfrutan de sana alegría y buen humor, como lo comprueban, a veces con no disimulada sorpresa, cuantos tienen ocasión de tomar contacto con un monasterio cartujano.

Es éste, por lo demás, el patrimonio de las almas contemplativas.

No; los temperamentos melancólicos no son aptos para la vida solitaria. Se requiere, por el contrario, un temperamento alegre.

 

LA MADRE SINGULAR DE LOS CARTUJOS

Los cartujos han profesado siempre una gran devoción a la Santísima Virgen. Uno de los Superiores Generales más famosos (Dom Le Masson) escribió : "Podemos decir que la vida de la Santísima Madre de Dios es el modelo sobre el cual San Bruno plasmó las reglas de la nuestra".

El cartujo ve en María, modelo incomparable de dedicación al "único necesario", el ideal vivo de su vocación contemplativa, y en su piedad maternal encuentra una ayuda poderosa para la realización de su programa de vida "escondida con Cristo en Dios".

Es asimismo María, por su maternidad virginal, tipo de esa fecundidad espiritual que el cartujo está llamado a producir en favor de las almas, por su vida oculta de unión con Dios.            

 

 

EL MONASTERIO CARTUJANO

Un monasterio de Cartujos está formado por un amplio conjunto de construcciones agrupadas según sus exigencias funcionales.

El claustro, de forma rectangular, presidido por la iglesia conventual, reúne a su alrededor las celdas de los monjes y sirve de acceso a las mismas. Es, pues, solamente lugar de paso en el que reina una atmósfera de recogimiento; los monjes transitan por él en absoluto silencio y cubiertos con la capucha.

En su parte central encierra un amplio huerto o jardín, en el que se halla el cementerio de la comunidad, rodeado de los clásicos cipreses y presidido por una gran cruz: es la última morada de los monjes, en espera de la resurrección gloriosa. Una sencilla cruz, sin ninguna inscripción ni distintivo, indica cada una de las tumbas, todas iguales y cavadas en tierra.

La celda viene a ser el pequeño monasterio personal del monje, dentro del monasterio común. Los Estatutos la llaman "tierra santa y el lugar donde el Señor y su siervo conversan a menudo como amigos; donde el alma fiel se une frecuentemente a la palabra de Dios y la Esposa vive en compañía del Esposo; donde se tocan lo terreno y lo celestial, lo humano y lo divino" (Estat. Cart. 4,1).

Forma cada celda una casita independiente, dividida en varios compartimentos o habitaciones, repartidos, bien sea en una sola planta, bien en dos pisos, según los distintos monasterios.

Una primera sala está presidida por una imagen de la Santísima Virgen Reina de la celda y "Madre singular" del Cartujo, a quien el monje saluda de rodillas con el rezo del Avemaría, cada vez que regresa a la celda.

Una segunda pieza, de amplias proporciones, denominada "cámara", forma la parte principal de la celda, donde el monje pasa la mayor parte del tiempo. En ella se encuentran: un sencillo oratorio con su reclinatorio y una silla semejante a las del coro de la iglesia, para los rezos canónicos y de devoción y la oración personal; una alcoba-dormitorio con una cama de hierro o de madera, jergón de paja o de "espuma" sobre un tablero y la ropa de cama necesaria; una mesa de estudio y lectura, una pequeña estantería con libros y una o dos sillas. Todo ello con la rusticidad que conviene a monjes.

Un taller con banco de carpintero, mesa de torno y las herramientas convenientes.

Un pasillo o corredor para pasear, sobre todo en la época de frío.

Servicios higiénicos, y, por fin, un jardincito o huerto donde el monje puede cultivar hortalizas, árboles y flores según su atractivo, y también expansionarse al aire libre sin necesidad de salir de la celda.

Un ventanillo abierto en el muro que comunica con el claustro, sirve al monje para recibir la comida y los demás utensilios u objetos que necesita, para pedir los cuales se sirve de un billete colocado en el mismo ventanillo.

Las otras dependencias del monasterio se encuentran más o menos próximas al claustro según su función propia. Las que más afectan a los monjes del claustro son: además de la Iglesia la sala capitular, capillas para celebrar las Misas rezadas, biblioteca y refectorio.

Los monjes Hermanos, como encargados de los trabajos del monasterio, tienen sus celdas más próximas a los talleres y dependencias de trabajo, y, como pasan gran parte del día fuera de ellas, son más reducidas, consistiendo en una sola habitación bastante capaz. Pero pueden, si prefieren, ocupar celdas del claustro que hubiere disponibles.            

 

 

"Vuestra profesión de vida es, como bien lo sabéis, la más elevada; porque, mientras el fin de los demás hombres es conocer, amar y reverenciar a Dios, el vuestro es -en cuanto posible en esta vida mortal- gustar de Dios y gozar de aquella suavidad que es imagen y anticipo de la felicidad del cielo".

(S.S.Pío XII: 4-8-1956)                                                                              

 

 

MIEMBROS DE LA FAMILIA CARTUJANA

El ingreso en un monasterio cartujano es el nacimiento en una nueva familia. Es decir, se pasa a formar parte de un grupo de personas que se saben convocadas por una llamada divina para llevar a cabo una vocación exigente. Esa familia, pues, es obra de Dios, está reunida en nombre de Cristo y sostenida, vivificada por la fuerza del Espíritu. Fuertemente unida con unos lazos que estrechan a los miembros entre sí, un alegre espíritu de familia proporciona el ambiente humano que permite a cada miembro comulgar en la vida de Cristo. Cada miembro de esta familia desempeña su función al servicio de todos.

Pero esa unidad familiar, esa Iglesia en pequeño, no excluye la diversidad de funciones que distingue dos modalidades de la misma vocación.

La Orden de San Bruno "desde sus orígenes, como un cuerpo cuyos miembros no tienen todos la misma función, comprende Padres y Hermanos. Tanto unos como otros son monjes, y participan de la misma vocación, aunque de manera diversa. Gracias a esta diversidad, la familia cartujana puede cumplir más perfectamente su misión en la Iglesia. Los monjes del claustro (Padres) viven en el retiro de sus celdas y son sacerdotes o llamados a serlo. Los monjes laicos (Hermanos) consagran su vida al servicio del Señor no sólo por la soledad, sino también por una mayor dedicación al trabajo manual".

(Estat. Cart. 11,1)

Mas esta diferencia vocacional no impide que en el monasterio todos sean uno en Cristo, tengan el mismo fin, gocen de los mismos beneficios y derechos y estén sujetos a las mismas obligaciones, excepto las que dimanan del sacerdocio ministerial.            

 

 

"El monje del claustro, sometido a la ley divina del trabajo, abraza con humildad y prontitud todos los trabajos que lleva consigo una vida de pobreza y de soledad, ordenándolo todo al ejercicio de la divina contemplación, a la que está totalmente consagrado".

(Estat. Cart. 5,1)                                                                                      

 

OCUPACIONES DEL MONJE DEL CLAUSTRO EN SU CELDA

En el retiro de su celda, el monje ocupa gran parte del día en ejercicios del espíritu: rezo del Oficio divino y del de la Stma. Virgen, oración personal, lectura espiritual, estudios teológicos y espirituales llena una buena parte de su jornada.

Pero esas ocupaciones espirituales e intelectuales están sabia y armoniosamente entreveradas con trabajos manuales, cuya finalidad viene así indicada en los Estatutos de la Orden:

·         mantener al monje en un sano equilibrio físico y psíquico;

·         servir a la Comunidad, según las posibilidades de cada uno;

·         someter al monje a la ley universal del trabajo, y

·         proporcionarle ocasión de imitar al Hijo de Dios, que quiso trabajar con sus propias manos.

Entran en estos trabajos individuales: el cuidado y limpieza de la propia celda; el cultivo del huertecito o jardín de la misma; pequeñas obras de carpintería, torno, artesanía, pintura, encuadernación de libros, según las inclinaciones y aptitudes de cada uno; y otros trabajos o servicios que se le puedan pedir al monje. Éste debe procurar bastarse a sí mismo cuanto sea posible, evitando trabajo a los Hermanos, y estar dispuesto a colaborar en las actividades de la familia monástica y a tomar parte en la formación y atención espiritual de sus hermanos.

Los monjes del claustro no trabajan juntos ni fuera de la propia celda, salvo raras excepciones.

Solitario en su celda toma también las comidas el cartujo, excepto los domingos y días festivos, en que lo hace en el refectorio, en comunidad.

El monje no es dueño de emplear a su capricho el tiempo de celda. Un horario fijado con bastante amplitud, le impide desperdiciar un tiempo que -le advierten los Estatutos- se le ha concedido para la gloria de Dios. Salvo para los rezos del Oficio, que se hacen a toque de campana, se le permite cierta flexibilidad en la distribución de la jornada.          

 

 

"Con el trabajo manual, el monje se ejercita en la humildad y reduce todo su cuerpo a servidumbre, a fin de que su alma adquiera una mayor estabilidad".

(Estat. Cart. 5,3 )                                                                                       

 

VIDA COMUNITARIA

La vida puramente eremítica no deja de encerrar sus peligros, razón por la cual muchos maestros de la vida espiritual, aun reconociéndola como la más perfecta, la desaconsejaban en la práctica, o exigían haber pasado largos años en un monasterio antes de abrazarla.

Al unir San Bruno la vida cenobítica o de comunidad a la eremítica, liberó al ermitaño de los riesgos de una soledad absoluta y permanente, sin perjudicar, no obstante, a esta misma soledad.

La vida de comunidad despierta más el concepto de familia, estrecha los lazos que unen a todos los monjes con Dios, proporciona los frutos del amor fraterno, así como los de la corrección fraterna, y sirve de estímulo, de apoyo y ayuda mutua en la realización de la misma vocación.

 

REUNIONES COMUNITARIAS

Además de las reuniones de la Comunidad para la celebración litúrgica -de que hablaremos después- los domingos y días de fiesta solemne (unas veinte al año) comen todos los monjes juntos en el refectorio.

Esos mismos días, los monjes del claustro tienen una recreación en común en un parque o en la huerta, dentro de la clausura. Los Hermanos la tienen todos una vez al mes (pueden reunirse con los Padres y con los del Noviciado) y libremente -no obligatoria- los días de fiesta.

Esta recreación común consiste en una animada charla familiar sobre temas religiosos y otros aptos para la expansión de los espíritus, que es el fin pretendido, pues, como escribía el Santo Fundador, "el arco siempre tenso se vuelve inservible".

Es en estas reuniones donde el Prior pone al corriente a los monjes (ya que ellos no leen la prensa, ni el monasterio dispone de radio o televisión) de las necesidades actuales de la Iglesia y del mundo que no deben ignorar. Como lo indicaba S.S.Pablo VI:

"Hoy más que nunca quiere la Iglesia que compartáis las alegrías y las esperanzas, las angustias y las tristezas de los hombres de nuestro tiempoŠ Así como los problemas de la Iglesia".

(8-12-1968)      

 

 

 

"El espíritu no queda ayuno, mientras el cuerpo recibe el alimento necesario"

(Cost. Guigo. Cart. 7,8).

"Šy mientras se nos sirve el alimento corporal, nos nutrimos de la lectura divina".

(Estat. Cart. 22,7)                                                                                    

 

 

EL "ESPACIAMENTO" CARTUJANO

Además de esa recreación, un paseo -semanal para los monjes del claustro y mensual para lo Hermanos- fuera de la clausura y de varias horas de duración, completa el aspecto de convivencia fraterna en que los monjes pueden comunicarse entre sí y animarse mutuamente en la realización de su vocación, a la vez que practican un ejercicio físico al aire libre muy conveniente, sobre todo para los monjes del claustro, por su vida más sedentaria.                                               

 

            "El amor mutuo que nos tenemos, podemos manifestarlo gozosamente con palabras y obras, o abnegándonos por nuestros hermanos, cuando nos reunimos en las horas señaladas por los Estatutos".

(Estat. Cart. 22,1)              

 

RELACIONES DE FAMILIA

Si bien se tiene en cuenta que esa vida solitaria y silenciosa no fue escogida por egoísmo, para vivir aislado y practicar el individualismo, sino por amor de Dios, para mejor buscarlo y unirse a Él, se comprende que sólo pueda ser vivida de un modo humanamente cristiano. Por eso el monje no excluye por completo las relaciones con su propia familia, sino que las mantiene mediante una prudente correspondencia y recibiendo en el monasterio su visita -si así lo desean ellos- una o dos veces al año. Así cumple para con sus parientes más próximos el precepto del amor.

 

VIDA LITÚRGICA

"Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el Sacrificio de la MisaŠ Está presente cuando la Iglesia suplica y canta salmosŠ Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por Él tributa culto al Padre Eterno".

(Conc. Vat. II: S. Liturg., 7)       

 

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Es natural que los monjes, que forman parte de la Iglesia contemplativa, consagren gran parte de su jornada diaria a la oración litúrgica. Esta constituye la plegaria propia del monje.

En la Cartuja, la vida litúrgica une armónicamente la oración solitaria y la comunitaria. La Liturgia de las Horas y la oración personal forman como el eje sobre el que gira la vida del monje.

"La oración comunitaria, que hacemos nuestra por la celebración litúrgica, se prolonga en la oración solitaria con la que el monje ofrece a Dios un íntimo sacrificio de alabanza que está sobre toda ponderación".

(Estat. Cart. 41,4)

En la celebración litúrgica comunitaria es donde la diaria convivencia monástica adquiere todo su sentido, su valor y su mejor expresión: reúne a los monjes varias veces al día, permitiendo que se encuentren juntos en la presencia del Señor; allí se conocen, se tratan, se aman. De este modo, el lazo existente entre la oración y la comunión fraterna se manifiesta con una particular evidencia en la Sagrada Liturgia. Ambas se completan para llevar los monjes a Dios.

Aun reservando en absoluto a la oración interna un puesto de elección, los cartujos consagran a la recitación y al canto de los Oficios más de cinco horas diarias.

Toda la tradición monástica ha dedicado una gran parte a la plegaria del Oficio, viendo en ella un camino seguro para la contemplación. En efecto, lejos de constituir un obstáculo, facilita la unión con Dios y dispone al alma para recibir los toques de la gracia.                                                                                                                                   

 

"El Oficio Divino, en cuanto oración pública de la Iglesia, es además fuente de piedad y alimento de la oración personal".

(Conc. Vat. II: S. Liturg., 90)

 

"El Sacerdote, al ofrecer en la persona de Cristo el Sacrificio, asocia consigo a la Comunidad y a todo el pueblo de Dios."

(Estat. Cart. 55,1)        

 

 

CELEBRACIONES LITÚRGICAS

Tres son los momentos culminantes del día litúrgico cartujano:

 

LA VIGILIA NOCTURNA

Tiene lugar a medianoche, y es el momento más intenso de la liturgia cartujana. En la semioscuridad de la Iglesia, el canto gregoriano a viva voz -sin ningún acompañamiento musical- de los Maitines y Laudes del Oficio canónico-monástico, produce una profunda impresión en el ánimo de quienes asisten por primera vez.

Al mismo tiempo que el monje presta su voz al canto de la salmodia, himnos y cánticos, saborea los textos sagrados; lecturas de los Padres de la Iglesia, comentarios de la Palabra de Dios y sermones, vienen a completar el alimento para su espíritu.

 

LA MISA CONVENTUAL

La segunda reunión conventual está reclamada por el Santo Sacrificio del Altar, Misa cantada diariamente por la Comunidad, y, con más o menos frecuencia -según el uso de los diversos monasterios-, concelebrada.

La celebración cartujana de la Eucaristia desenvuélvese en un ambiente de profundo recogimiento y silencio, que, acentuado por la simplicidad de rito, crea una participación íntima en el Misterio y en el espíritu de fraternidad en Jesucristo.

"La Iglesia comprende que los monjes solitarios necesitan una liturgia acomodada a su forma especial de vida, en la que predominen el culto interior y la consideración de los misterios alimentada por la fe. Los solitarios prefieren participar espiritualmente en las celebraciones litúrgicas, lo cual implica también una comunión activa, aunque la parte externa y visible resulte menos manifiesta".

(S.S.Pablo VI: 18-4-1971 )

 

LAS VÍSPERAS

Por fin, las Vísperas del Oficio Canónico reúnen a los monjes en la Iglesia por tercera y última vez en el día. Es el "sacrificio vespertino" de alabanza en que los monjes ponen todo su amor y todas sus fuerzas para que, como dice el Salmista, "sea para nuestro Dios un agradable y suave canto".

La "Salve, Regina" corona el fin del día comunitario. Es la súplica que la familia monástica dirige a la Madre de los monjes y Señora del monasterio en la última reunión familiar. Un canto de amor y un grito de esperanza, a fin de que Ella lo presente a Dios como el holocausto de unos hijos suyos solitarios que se inmolan, con Cristo, en favor del mundo.

Los domingos y solemnidades se cantan también en el coro las tres Horas menores (Tercia, Sexta y Nona) de la Liturgia de las Horas.

La parte del Oficio Divino o Liturgia de las Horas que no se canta conventualmente, la recitan individualmente los monjes en sus celdas, todos a la misma hora y con las mismas ceremonias litúrgicas. Ello hace que, aun en la soledad personal, esa recitación sea verdaderamente una oración comunitaria. En efecto, toda la Iglesia cartujana ejerce entonces su principal función, la Liturgia; todo el monasterio está reunido bajo la mirada de Dios, para amarlo, alabarlo y actualizar en Él esa comunión de oración y de vida. Aun en la soledad de la celda, el monje no es un puro ermitaño, antes se sabe unido a sus hermanos en una compañía invisible, cuyo silencio y amor los rodea, estimula y une.

Además del Oficio Canónico, el cartujo recita todos los días en la celda el Oficio Parvo de la Stma. Virgen, a quien la Orden profesa desde sus orígenes una particular devoción. Cada Hora de este Oficio se antepone a la Hora correspondiente del Oficio Divino, excepto las Completas, que se posponen, con el fin de encerrar con María todo el conjunto de rezos del día, con Ella comenzados.

Por fin, para satisfacer su deber personal de rezar por los muertos, una vez a la semana recita el cartujo en su celda el Oficio de Difuntos.

"El monje del claustro, a ejemplo de Cristo, se hace al mismo tiempo Sacerdote y Víctima, en olor de suavidad para Dios".

(Estat. Cart. 3,8)

 

LOS MONJES HERMANOS

Como ya dijimos, la familia de San Bruno incluye -ya entre sus fundadores- monjes Hermanos. Constituyen ellos uno de los elementos fundamentales de la realización de la vida contemplativa en la soledad, tal como está concebida en la Cartuja.

La diferencia existente entre la vocación del Hermano y la del monje del claustro, consiste en el modo de realizar cada uno su vocación contemplativa. Este último tendrá como medio especial un mayor tiempo de vida solitaria en su celda; aquél hará del trabajo su medio específico, convirtiéndolo en oración y contemplación.

"Los Hermanos, imitando la vida escondida de Jesús en Nazaret, mientras realizan los trabajos diarios de la Casa, alaban al Señor en sus obras, consagrando el mundo a la gloria del Creador y ordenando las ocupaciones naturales al servicio de la vida contemplativa; mas en las horas consagradas a la oración solitaria, y cuando asisten a los Oficios divinos, se dedican a Dios por entero".

(Estat. Cart. 11,3)

De este modo, aunque no tengan el sacerdocio ministerial, realizan de manera eminente el sacerdocio de los fieles, ofreciendo a Dios el holocausto de su vida, la alabanza de sus obras y los sacrificios espirituales que lleva consigo una existencia "escondida con Cristo en Dios".

En un monasterio cartujano, donde se vive en pobreza y se evitan todo lo posible las relaciones con el exterior, todo los oficios pueden ser útiles: carpintero, herrero, fontanero, electricista, sastre, cocinero, labrador, etc., etc. No es que sea imprescindible poseer un oficio para entrar de Hermano; muchos lo aprenden en el monasterio. Basta que se tenga aptitud para el trabajo y se esté dispuesto a ocuparse en lo que se le mande.         

 

 

"La vida del Hermano se ordena, en primer lugar, a que unido a Cristo permanezca en su amor. Así, mediante la gracia de la vocación, aplíquese de todo corazón a tener a Dios siempre presente".

(Estat. Cart. 15,18)                                                                                     

 

LA JORNADA DEL HERMANO

Está integrada por un conjunto armónico y humanamente equilibrado de actividades espirituales y actividades materiales.

Los Hermanos tienen, en sus respectivas celdas, tiempos de soledad, de oración litúrgica y oración personal, de lectura espiritual y de lecturas formativas.

Participan de la triple reunión comunitaria en la iglesia (según la costumbre posconciliar que va generalizándose en la Orden) al lado de los Padres. Pueden, incluso, desempeñar los oficios de Acólito y de Lector en la Misa conventual (una vez recibido el ministerio correspondiente) y de lector y cantor solista en Maitines. Pero disfrutan de una amplia libertad en la manera de cumplir personalmente sus rezos litúrgicos, según el atractivo y posibilidades de cada uno.

Emplean de seis a siete horas al día en trabajos materiales fuera de la celda, aunque, dentro de lo posible, guardando soledad y silencio. Los Estatutos les recomiendan mantener la presencia de Dios por medio jaculatorias, e incluso interrumpir a veces el trabajo con breves momentos de oración. Asimismo pueden dedicar un día al mes a retiro espiritual en su celda.

En resumen, el día del Hermano cartujo es una jornada santamente vivida y útilmente ocupada en el servicio de Dios de los hermanos, y que por estar debidamente equilibrada, se adapta plenamente a las exigencias del hombre de hoy.  

 

 

HORARIO PARA LOS PADRES Y HERMANOS

·         Levantarse, PP 23:30 . HH 24

·         Maitines de la Virgen, PP 23:45 . HH 0:10

·         Maitines-Laudes Canónicos, 0:15

·         Laudes Virg., entre 2:15 y 2:45

·         Acostarse, entre 2:30 y 3

·         Levantarse, HH 6 . PP 6:45

·         Primas. Oración mental, PP 7 . HH 6:15. Lectura espiritual, HH 7:15

·         Misa conventual, 7:45

·         Misas rezadas, PP 8:30 Tercias. HH 8:30

·         Trabajo, HH 9

·         Tercias, PP 9

·         Ejerc. Espir. - Lectio div., PP 9:15

·         Trabajo manual, PP. 9:45

·         Sextas, 11:30

·         Comida solitaria, 11:45

·         Tiempo libre, 12:45

·         Nonas, 13:30

·         Trabajo, HH 13:45

·         Estudio o trabajo manual, PP 14

·         Vísperas Virg. 16

·         Vísperas Canónicas, 16:15

·         Cena o colación, 18

·         Ejercicios espirituales, 18:30 . Completas antes de:

·         Acostarse, entre 19:30 y 20

·         Domingos y solemnidades: Recreación 13:30

Un día semanal PP (Un día mensual HH): Paseo por el campo   

 

 

MONJAS CARTUJAS

La Cartuja cuenta también, casi desde sus comienzos como Orden, de rama femenina, siempre íntimamente ligada a la masculina de la que recibe cuidadoso apoyo y ayuda espiritual y material. Dos Padres y algunos Hermanos, residiendo en cada monasterio femenino, atienden a lo espiritual y ayudan en lo temporal, respectivamente.

La finalidad, el espíritu y los medios empleados son idénticos en ambas ramas. La soledad, elemento primordial de la observancia cartujana, conserva también entre las monjas su lugar, aunque acomodado al temperamento femenino.

La Liturgia comunitaria de las monjas consiste, lo mismo que la de los monjes, en los Maitines y Laudes a medianoche, la Misa conventual por la mañana y las Vísperas por la tarde.

Al igual que los monjes, la rama femenina realiza su vocación también bajo dos modalidades: monjas de coro y Hermanas (profesas o donadas). Hoy como ayer, cada una de estas modalidades sigue teniendo su razón de ser. Hay almas, en efecto, que para ofrecer a Dios el don total de sí mismas sienten la apremiante necesidad de consagrarse a Él en la mayor soledad posible; otras, en cambio, sintiendo idéntico deseo de entrega a Dios en la soledad, necesitan que este don de su vida se encuadre en el marco de una existencia sencilla y laboriosa. Caminos de DiosŠ

Ambas vocaciones femeninas se complementan entre sí y confieren al monasterio una atmósfera de equilibrio y armonía.

Las monjas de coro se encargan, en lo posible, de aquellos trabajos que pueden ser realizados en la soledad, mientras que las Hermanas ejecutan los restantes trabajos de la casa. Los Hermanos se ocupan, generalmente, de los trabajos de la huerta, fuera de la clausura.

Por un antiquísimo privilegio, las hijas de San Bruno profesas solemnes reciben de manos del Obispo diocesano, la consagración virginal, expresiva ceremonia que simboliza la unión de la religiosa con Cristo, su celestial Esposo.         

 

"Vuestro oficio mira a que en esta misma edad conservéis íntegra y absoluta la vida contemplativa, presentando al mundo un cierto testimonio nuevo de la misma".

(S.S.Pablo VI: 29-3-1969)

 

MONJAS EN ESPAÑA

En 1967 se estableció en un antiguo monasterio de Puebla de Benifasar (Castellón de la Plana), debidamente restaurado y acomodado a las nuevas necesidades, una comunidad de monjas cartujas españolas venidas de otros conventos de la Orden.

Siguiendo la tendencia posconciliar dentro de la Cartuja, las monjas de Benifaçà habitan celdas con su jardincito individual, a modo de las de los Padres.

Tienen todas las semanas una recreación-paseo en común, que comprende una hora de trabajo en común y dos horas de paseo por la amplia extensión de la clausura.

En general, las distintas casas tienen amplio margen para acomodar a las necesidades personales de sus monjas los tiempos de recreación en común. La tendencia moderna es acomodarse lo más posible al régimen de los monjes.

Las etapas de desarrollo de la vocación femenina coinciden casi totalmente con las de la rama masculina, que más adelante se indicarán.

Para mayor información sobre las monjas cartujas, pueden dirigirse las personas interesadas a la M. Priora de Benifaçà (dirección al final de este libro). La edad de admisión es de los 20 a los 35 años de edad.

"Aceptad el desafío del mundo contemporáneo y del mundo de siempre, viviendo más radicalmente que nunca el misterio mismo de vuestra condición absolutamente original, que es locura a los ojos del mundo y sabiduría en el Espíritu Santo: el amor exclusivo al Señor y en Él a todos vuestros hermanos los hombres".

(S.S.Juan Pablo II a las monjas de clausura: 2-6-1980)   

 

 

ETAPAS DEL CAMINO

La "carrera" del monje cartujo hasta la plenitud de su entrega definitiva y de por vida a Dios, comprende las siguientes etapas o ascensiones:

 

POSTULANTADO

Pasados unos días de prueba, el aspirante comienza el postulantado, que ha de durar tres meses como mínimo. Este primer contacto con la realidad del nuevo género de vida que pretende abrazar, tiene por fin adquirir conciencia del llamamiento divino, medir sus fuerzas y comprobar sus aptitudes, e irse impregnando progresivamente del espíritu monástico.

Vistiendo aún su traje del mundo, se cubre con una capa negra para los actos comunitarios, a todos los cuales asiste, excepto la celebración de Capítulo. Si el postulante procede de otro Instituto religioso, viste el hábito propio de éste.

 

NOVICIADO

Comienza con la toma de hábito: túnica y cogulla (en otras Ordenes llamada escapulario) blancas, sobre las cuales viste también capa negra para las celebraciones conventuales. Durante los dos años de su duración, el novicio va echando los cimientos de su formación monástica. Si se trata de novicio para el claustro, cumplido el primer año empieza los estudios para el sacerdocio.

 

VOTOS TEMPORALES

- Primer compromiso : Terminado el noviciado, se hace la profesión temporal por tres años, emitiendo los tres tradicionales votos monásticos de ESTABILIDAD, OBEDIENCIA y CONVERSION DE COSTUMBRES (se consideran incluidos en ellos los clásicos de pobreza y castidad). Dejada ya la capa negra, se continúa en régimen de noviciado, bajo la dirección del P.Maestro.

- Segundo compromiso : Renovación de los votos temporales por otros dos años, dejando ya el régimen de noviciado. Se trata de la última experiencia, que tiene por fin preparar para la decisión definitiva con pleno conocimiento de causa y completa madurez vocacional. Los monjes del claustro pasan ahora a convivir con los profesos solemnes (los Hermanos no tienen esta separación), y para mejor concentrar su atención en el trascendental paso que se aproxima, durante el segundo de estos dos años quedan liberados de estudios y clases.

 

PROFESIÓN SOLEMNE

Por fin, al cabo de más de siete años de experiencia de vida cartujana, la perpetua consagración a Dios por los votos solemnes viene a sellar con broche de oro el don total de sí mismo a Dios, en unión con Cristo sometido por entero al Padre.

Desde este momento, el monje, ayudado por la gracia de su vocación, vivirá en plenitud para Dios y para la Iglesia, tendiendo más y más a "la perfección de la caridad, fin de nuestra profesión y de toda vida monástica" (Estat. Cart. 1,4).

 

MONJES DONADOS

Además de los Hermanos profesos, hay otra categoría de Hermanos cartujos que, sin obligarse con votos, se comprometen ante Dios a entregarse a la Orden viviendo en pobreza, castidad y obediencia; son los DONADOS. Siguen casi en todo el régimen de vida de lo Hermanos profesos, con alguna mitigación. Pasados sus dos años de noviciado, firman su primer compromiso de donación por tres años, transcurridos los cuales pueden seguir renovándolos de tres en tres años, o bien hacer su donación perpetua después de siete años de formación cartujana.

PROFESOS DE OTROS INSTITUTOS

Los religiosos que pasan a la Cartuja teniendo ya votos perpetuos, no hacen votos temporales en ésta, sino que permanecen de novicios cinco años; cumplido el cuarto año, dejan la capa y, si son para el claustro, pasan ya a convivir con los profesos solemnes.        

 

 

"La profesión de los consejos evangélicos, aunque implica la renuncia de bienes que indudablemente han de ser estimados en mucho, no es, sin embargo, un impedimento para el desarrollo de la persona humana, antes bien, por su propia naturaleza, lo favorece en gran medida".

(Conc. Vat. II: Lum. Gent., 46)  

 

 

DIOS CONTINÚA LLAMANDO

Pero, ¿será posible una vida así ? ¿No será, más bien, una aventura ?

La contemplación es obra de amor, y la vida contemplativa solamente es comprensible y realizable con ese amor. "Sólo el amor es el que puebla la soledad de los monasterios", dijo Pío XII.

Dios llama por amor, y con amor se le ha de responder. Y amar es darse a sí mismo. Sólo el que ama se entrega total y desinteresadamente. Es verdad que este darse es una aventura. Pero vale la pena vivirla. Arriesgarse por Dios no deja de ser una felicidad.

Sí, también en el mundo de hoy sigue Dios haciendo oír su llamada a los que escoge para mantener en la Iglesia el carisma de la vida contemplativa.

Y también en nuestros días "hay jóvenes de ambos sexos que, a pesar de los riesgos e incertidumbres del presente, están dispuestos a comprometerse por el camino del servicio de Dios con toda lucidez y generosidad" .

(Conf. Episc. Franc. del Clero).

La llamada de Dios reviste múltiples formas, mas en todas ellas late una manifestación de su amor personal por el llamado. En algunos casos, no se podrá dudar de una intervención especial de la gracia; en otros, los más frecuentes, la actuación de ésta seguirá los caminos ordinarios.

En la búsqueda de la vocación entra también en juego, además de la divina gracia, la libre cooperación del hombre. No debemos esperar que todo llueva del cielo. Dios habla comúnmente a través de los acontecimientos y de las personas e incluso a través de nuestros gustos e inclinaciones.

El disgusto del mundo y de la vida no es motivo legítimo de vocación; cuanto más se ama a Dios, más se ama al prójimo y más se ama la vida, como un don precioso de Él.     

 

 

"Dedicarse al trabajo es cosa grande; orar a Dios es cosa superior; mas orar y trabajar es cosa sublime. Y, si a esto se une el silencio, compañero inseparable y fecundo alentador de la celestial contemplación, tenemos el broche de oro de la perfección".

(S.S.Juan XXIII: 20-10-1960)

 

"El trabajo es un medio muy eficaz de progreso hacia la caridad perfecta por la práctica de las virtudes. Por el equilibrio que establece entre el hombre interior y el exterior, ayuda también al Hermano a sacar más fruto de la soledad".

(Estat. Cart. 15,2)

 

"El recogimiento de espíritu durante el trabajo, conducirá al Hermano a la contemplación. Para mantener este recogimiento se ha de evitar que los Hermanos se ocupen en trabajos que los apartarían de la vocación monástica".

(Estat. Cart. 15,10-11)                                                                                              

 

Los que se creen objeto de un llamamiento súbito y extraordinario, deben probar la autenticidad de su vocación haciéndola pasar por la criba de una seria reflexión y sometiéndola a la prueba del tiempo. La vocación romántica de una vida deshecha: decepción amorosa, fracaso en el mundo, reparación de una vida de pecado, etc., es cosa muy excepcional en la Cartuja (cuando en el mundo tantos están convencidos de que son éstas las auténticas y únicas vocaciones de cartujosŠ)

Los que perseveran en la Cartuja no han venido, generalmente, porque necesitaban hacer penitencia, sino porque estaban enamorados de Dios.

Se impone, pues, en todo caso, una madura reflexión, dejarse aconsejar por personas competentes, y mantener el corazón tenso en generosidad.

Tratándose de una presunta vocación a la Cartuja, dada la gran ignorancia que existe acerca de la vida contemplativa y, en concreto, sobre la Orden de San Bruno, nada más acertado que dirigirse directamente al Prior de cualquiera de los monasterios Cartujanos.

Para un examen más objetivo de la vocación, la Orden invita a los aspirantes a pasar unos días en un monasterio cartujano, viviendo en una celda y siguiendo la vida regular, sin ningún compromiso ni desembolso.

"La actualidad de vuestro carisma está ante la Iglesia, y deseo que muchas almas generosas os sigan en la vida contemplativa. Vuestro camino es un camino evangélico de seguimiento a Cristo. Exige la donación total con la segregación del mundo, como consecuencia de una opción valiente, que tiene en su origen únicamente la llamada de Jesús".

(S.S.Juan Pablo II en la Cartuja de Calabria: 5-10-1984)  

 

 

¿NO IRÁ ESTO CONTIGO ?

Lector amigo: si acaso sientes esa llamada de Dios y no sabes descifrarla bien, he aquí unas pistas que te pueden ayudar a conocer si es el camino de la vida contemplativa en la Orden de San Bruno, el que el Señor te invita a seguir:

·         Si buscas a Dios con todas las veras, y deseas vivir en exclusiva para Él.

·         Si quieres vivir en el corazón de la Iglesia y hacer algo por tus hermanos, unido a Cristo.

·         Si sientes inclinación a la soledad y al silencio, por motivo sobrenatural, es decir, para vivir a solas con Dios.

·         Si gozas de buena salud y de un sano equilibrio, apto tanto para la vida solitaria como para la comunitaria.

·         Si estás libre de compromisos familiares y económicos.

·         Si posees aptitud para el estudio y la suficiente instrucción para poder seguir los estudios eclesiásticos, si es la vida del claustro (monje sacerdote) la que te atrae.

·         Si has entrado en los veinte años (diecinueve cumplidos) y no pasas de los cuarenta y cinco (excepto para Donado)

·         Si, en fin, eres capaz de dar al Señor un Sí decidido y enérgico.

Si descubres en ti estas cualidades y condiciones, entonces puedes pensar que eres apto para la vida contemplativa, y que en la familia de San Bruno podrías encontrar tu camino, camino oculto e ignorado, que te lleve a Dios y haga de la tuya UNA VIDA PARA LA VIDA DE LA IGLESIA.

"¡Dichosos aquellos que se someten al yugo del Señor en la edad en que este yugo es particularmente suave y ligero, en que el corazón se abre con facilidad a generosas aspiraciones, en que la voluntad se pliega sin dificultad a la forma que se le quiere comunicar y la abnegación y la obediencia le resultan tan fáciles como un pasatiempo! Es preciso reconocer con gozo que ésta es la suerte de la mayor parte de los cartujos".

(Vie de St. Bruno, por un monje de la Gran Cartuja)       

 

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EPÍLOGO: RENOVACIÓN POSCONCILIAR

 

Es sabido que el Concilio Vaticano II se ocupó también de la vida religiosa y dispuso una "adecuada renovación" de la misma. ¿Ha logrado ésta atravesar los vetustos muros de la Cartuja? ¿Hasta qué punto se ha renovado la vida cartujana ? ¿Están al día los Cartujos

Hay que partir del principio establecido por el mismo Concilio para la renovación de la vida religiosa contemplativa:

"Este género de vida ha de revisarse a la luz de los principios y criterios expuestos para la adecuada renovación, permaneciendo, con todo, inviolables su retiro del mundo y los ejercicios propios de la vida contemplativa". (Perf. Carit., 7)

En la misma línea de esa directiva conciliar, decía Pablo VI:

"Vuestro oficio mira a que en esta misma edad conservéis íntegra y absoluta la vida contemplativa Os exhortamos a que seáis solamente lo que sois, advirtiéndoos que vuestro verdadero apostolado es la vida escondida". (29-3-1969)

Y, dirigiéndose al Superior General de los Cartujos, con motivo del Capítulo General de la Orden que llevaba a cabo la renovación, decía el mismo Santo Padre:

"Vuestro Capítulo General procurará, sin duda, que el espíritu de vuestros fundadores se conserve con toda veneración". (17-4-1971)

Fieles en absoluto a esas consignas de la Iglesia, la familia de San Bruno mantiene en la actualidad en toda su integridad su tradicional apartamiento del mundo y de todo ministerio activo.

Nada, pues, de cambios sustanciales en la Cartuja. Pero, conservando su fisonomía peculiar, la Orden ha revisado cuidadosamente sus usos y costumbres y ha redactado unos ESTATUTOS RENOVADOS que están plenamente a tono con las exigencias modernas y las orientaciones conciliares. Se han eliminado las prácticas anticuadas, se han acomodado otras a las necesidades de nuestro tiempo y se ha atendido la recomendación hecha expresamente a la Orden Cartujana por la Santa Sede, de adaptar sus austeridades a las fuerzas físicas y psíquicas de la juventud de hoy.

Después de examinar los ESTATUTOS RENOVADOS, el Cardenal Prefecto de la S. Cong. de Religiosos e Inst. Seculares escribía al Procurador General de la Orden :

"Nos es grato expresaros nuestra satisfacción por la celosa fidelidad con que respetando vuestras venerables tradiciones, el Capítulo ha sabido mantener aquello que, desde los orígenes, ha caracterizado a vuestra Orden, es decir, vuestra vocación específicamente eremítica y de oración, gracias a una vida dedicada enteramente a Dios en la contemplación y la soledad, sin las cuales la Orden perdería su razón de ser". (15-1-1972)

La Cartuja continuará, pues, manteniendo en la Iglesia el carisma de vida puramente contemplativa heredado de su Santo Fundador, para gloria y alabanza de Dios, utilidad de la Iglesia y provecho del pueblo de Dios y de todo el género humano.            

 

 

Laus Deo Virginique Matri

 

 

 

 BREVE SINOPSIS HISTÓRICA SOBRE LAS CARTUJAS DE ESPAÑA ACTUALMENTE EXISTENTES,

 

(según el orden cronológico de fundación)

 

 

 

PORTA COELI

 

Fue fundada en 1272, por fray Andrés de Albalat, Obispo de Valencia, religioso dominico. Está situada en una pequena colina al pie de la sierra de Náquera y a 31 kilómetros de Va­lencia y otros tantos del mar. Suprimida en la exclaustracién del ano 1835. Felizmente devuelta a la Orden en 1943, y desde ésta fecha restaurada y poblada por los Cartujos. Ha dado a la Orden dos PP. PP. Generales: Dom Bonifacio Ferrer (+1417) y Dom Francisco Maresme (+1463).

 

 

MONTALEGRE

 

Edificada en una ladera del monte de igual nombre, a 3 ki­lómetros del mar, 12 de Barcelona en línea recta (17 por car­retera), 5 de Badalona y muy cerca de Tiana. Fue fundada en 1415. Autorizada en 1410, debe su ereccién al traslado de la Cartuja de San Jaime de Valparaíso (cerca de Tarrasa, funda­da en 1345) a mejor sitio. En 1415 se compré la actual Conre­ría, propiedad hoy del Monasterio, antiguo Convento de religio­sas Agustinas.  La nueva Cartuja se construyó un poco más abajo y se terminó en 1463. A ella se agregó en 1433 la Comu­nidad y bienes de la Cartuja de San Pablo de Maresme (cerca al mar, en la Diécesis de Gerona, fundada en 1269).  Suprimida cuando la exclaustracién en 1835, pudo recuperarla la Orden en 1867. La habitaron los Cartujos en 1901.

 

 

 

MIRAFLORES

 

Fue fundada en 1442. Está situada a unos tres kilómetros de Burgos. Fue su fundador Don Juan II, Rey de Castilla, quién interpretando una cláusula del testamento de su padre que de­seaba fundar en su palacio de Miraflores un Convento de Franciscanos, convirtió el palacio en Monasterio de monjes Cartu­jos, bajo el vocablo de San Francisco, que luego el mismo fun­dador cambié por el de Santa María de Miraflores.  Tomaron posesién los Cartujos el día 24 de Febrero de 1442, como cons­ta por escritura pública ante el Notario Diego de Burgos. Suprimida en 1835, por el decreto de exclaustración de religio­sos en España. Sin embargo, gracias a la influencia del Prior Dom Luis del Barrio se toleró una pequeña Comunidad clandes­tina, asegurándose así la continuación de la vida cartujana en Espana. En 1880 fue restituida dicha Cartuja a la Orden, la cual envió para poblarla religiosos españoles residentes en Francia, abriéndose inmediatamente el Noviciado. Hoy es una de las más prósperas de la Orden. Su iglesia es Monumento Nacional, ya de antiguo; últimamente todo el Monasterio.

 

 

 

JEREZ DE LA FRONTERA

 

Conocida con el nombre de Cartuja de la Defensión de Nuestra Señora. Asentada sobre una meseta a orillas del his­térico río Guadalete, a cuatro kilómetros de la ciudad de Jerez, y unos 15 del mar. El 3 de Mayo de 1463, el fundador Don Al­varo Obertos de Valeto, otorgaba testamento en favor de los Cartujos. Pero la verdadera fecha de fundación corresponde al año 1476, en el que con carácter de fundadores vinieron a Jerez cinco religiosos de la Cartuja de Las Cuevas, de Sevilla, que dieron principio a la vida conventual en las casas de campo

ue ia hacieñda. La primera piedra del Monasterio se colocé el 17 de Diciembre de 1478. Declarada Monumento Nacional desde 1856, a causa de su interés artístico. Suprimidacuan­do la exclaustracién en 1835, fue devuelta a la Orden en 1941. Restaurada luego y habitada por monjes Cartujos desde 1948.

 

 

 

AULA DEI

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Fundada en 1563. Situada a orillas del río Gállego y a 12 kilémetros de Zaragoza. Motivé su fundacién el traslado de la Cartuja de Las Fuentes (cerca de Lanaja, Provincia de Huesca: fundada en 1507) a un lugar más confortable. Se interesó viva­mente el Arzobispo de Zaragoza Don Fernando de Aragén, nieto de Don Fernando el Católico, rey de España, y la tomó por su cuenta con los honores de fundador. El 23 de Junio de 1563 se firmé la escritura de compra del terreno y Torre de Don Juan de Alagén. Se dio comienzo a la vidá de Comunidad el día 15 de Agosto del mismo ano, por el canto de Maitines y la Misa de la Asuncién de N. Senora. La bendicién de la primera piedra del cenobio tuvo lugar el 29 de Febrero de 1564.   Suprimida en 1835. Adquirida de nuevo y restaurada en 1901. Son famosos los cuadros de Goya que decoran la iglesia.

 

 

CARTUJA DE SANTA MARIA DE BENIFAÇÁ

 

De MONJAS CARTUJAS. La única fundacién femenina de la rama cartujana en España. -  Desde el año 1233 existía en las cercanías de Puebla de Benifasar (Provincia de Castellén de la Plana), un Monasterio de Cistercienses, perteneciente a Poblet: el Real Monasterio de Nuestra Señora de Benifazá, construido por orden del Rey Jaime el Conquistador cuando conquistó aquellas tierras. Aunque declarado Monu­mento Nacional desde 1931, de él no quedaban más que el palacio del abad y la iglesia, cunado en 1960 lo adquirió la orden Cartujana para fundar un Convento de Monjas Cartujas. Restaurado, se abrió a la vida cartujana femenina en 1967, con un grupo de monjas cartujas españolas formadas en Italia.

 

 

 

 

CARTUJAS EN EL MUNDO:

 

 

Alemania: Cartuja de Marienau, Bad Würzach, Württenberg

 

Brasil: Cartuja de Nossa Senhora Medianeira, Ivora (RS)

 

Estados Unidos: Cartuja de la Transfiguración, Arlington (Vermont)

 

Francia:

 

La Grand Chartreuse, St. Laurent du Pont, Isère.

Chartreuse de Notre-Dame de Montrieux, Meounes les Montrieux, la Roquebrussane, Var.

Chartreuse de Nore-Dame de Portes, Benonces, Serrères de Briord, Ain.

Chartreuse de Selignac, Simandre-sur-Suran, Ain

 

Italia:

 

Cartuja de San Esteban y San Bruno, Serra San Bruno, Calabria.

Cartuja de Farneta, Maggiano, Lucca.

 

Portugal: Cartuja de Scala Coeli, Evora-Codex.

 

Reino Unido: Cartuja de San Hugo, Partridge Oreen, Horsham, Sussex.

 

Suiza: Cartuja de la Valsainte, La Valsainte, Fribourg.

 

Eslovenia: Cartuja de Pleterje, Sentjernej.

 

 

Monjas:

 

 

Francia: Cartuja Notre-Dame, Reillanne, Alpes de Haute-Provence.

         Cartuja du Précieux Sang, Nonenque, Mambagues et Latour, Aveyron.

 

Italia: Cartuja de Riva, Via Vecchia di Piscina, Riva di Penerola, Turín.

     Cartuja de San Francesco, Giaveno, Turín.

     Cartuja de Vedana, Sospirolo (BL).

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA:

 

 

CARTUJA DE PORTACELI: Historia, vida, arquitectura y arte, Francisco Fuster Serra, Ayuntamiento de Valencia, Valencia, 1994

 

ESTAMPAS CARTUJANAS - Antonio González (4ª ed.), Editorial Vizcaína, Bilbao, 1954.

 

LA LLAMADA DEL DESIERTO - Anónimo - Ed. Bona Volun­tat, Cartuja de Montalegre, 1964.

 

HOY COMO AYER ... La Vocación del Hermano Cartujo –Anónimo, Ed. Bona Voluntat, Montalegre 1960.

 

 

EN EL DESIERTO DE LA CARTUJA - Robert Serrou y Pierre Vals, Studium, Madrid, 1961.

 

EL CAMINO DE LA CARTUJA, Robin Bruce Lockhart, Verbo Divino, Estella, 1986.

 

EL SANTO ROSARIO EN LA CARTUJA, Analecta Cartusiana,

 

LA CARTUJA DE SANTA MARIA DE MONTALEGRE -Historia – Anónimo, Barcelona, 1960.

 

PAROLES DE CHARTREUX, Editions du Cerf, París, 1987.

 

UN ITINERARIO DI CONTEMPLAZIONE (ANTOLOGÍA DI AUTORI CERTOSINI), Edizioni Paoline, 1987.

 

SAN BRUNO, PRIMER CARTUJO - Andrés Ravier, Burgos, 1974.

 

MONJAS CARTUJAS - Anónimo - Ediciones Castilla.

 

LOS CARTUJOS, José Luis Legaza, Cuadernos BAC. Madrid.

 

LOS CARTUJOS, HOY – Analecta Cartusiana, Salzburgo (Austria).

 

MAESTRO BRUNO, PADRE DE MONJES, Un Cartujo, BAC, Madrid.

 

 

 

 

 STAT CRUX DUM VOLVITUR ORBIS