Un periodista en la JMJ´Colonia 2005 (11):
La noche más joven de Alemania para adorar al Señor
 

Escrito por Jesús de las Heras Muela - Enviado especial y director de la Revista ECCLESIA   

La noche más joven de Alemania para adorar al Señor (En el campo de María con los jóvenes, campo  también como María)Image

Domingo 21 de agosto de 2005

         Escribo ya con las primeras luces del día. Es domingo, el día de la luz. Anoche, en Mariendfield, en el Campo de María, a una treintena de kilómetros, la noche se hacía aurora. Es alba de esperanza, de colorido multicolor y de sereno gozo juvenil. Tras el atardecer, en plena noche, Alemania asistía a la noche más joven de su historia, a la noche del alba -¡ojalá!- de una nueva humanidad. Era la noche de los Magos, era la noche de los santos, era la noche de Benedicto XVI, era la noche de Juan Pablo II, era la noche de María. Era la noche de Jesús, a quien hemos venido a adorar.

         Fue una vigilia hermosa, a la que le faltó quizás una mejor y más cálida animación y ambientación, una mayor coordinación y estructuración litúrgica, una música más apropiada y juvenil y una logística más correspondiente a la realidad del millón de peregrinos presentes.

         Pero fue, sobre todo, la vigilia de la noche más joven y esperanzadora de Alemania y, por extensión, del mundo. Se dice pronto que un millón de jóvenes se reunieran sólo para estar juntos, para estar con su Iglesia y con su Pastor supremo. Para estar con Jesús, para adorarlo. "Hemos visto salir su estrella y venimos adorarlo". Fue la noche de los Magos y de la estrella. Alemania sabe bien de otras noches cuajadas de espanto y horror. Esta fue noche de alegría, de paz, de reconciliación y de esperanza.

Los jóvenes, como Dios, acampan en María

         A las 19,30 horas hizo su entrada en el inmenso recinto del Campo de María Benedicto XVI. Iba en «papamóvil». Iba contento, sentido, emocionado, agradecido. Iba como él es. Sin complejos. Y sin complejos, al finalizar la vigilia, su rostro sonriente y agradecido dejaba florecer también el cansancio.

         A las 20,30 horas comenzó la celebración propiamente dicha: la bendición de una campana "bautizada" con el nombre de Juan Pablo II, cánticos, dos breves testimonios de un joven italiano y de una joven alemana, la proclamación del evangelio, la homilía del Papa, una ofrenda artística y malabar, el homenaje a María y la adoración a la Eucaristía.

         A las 22 horas la vigilia había terminado. Comenzaba -mejor dicho, continuaba- la noche para los jóvenes, acampados en Mariendfield, en el Campo de María. Como Dios que acampó entre nosotros en María, en el campo virginal, en el regazo materno de una muchacha, de una joven llamada María de Nazaret. En aquel seno, de aquel regazo, brotó, floreció Jesucristo, la luz del mundo, la mañana que vence para siempre a la noche. Del campo de los jóvenes - Mariendfield: Campo de María- ha de surgir también Jesús y el anuncio gozoso, transformante y transformador de su Reino.

Peregrinación interior

         En su homilía, Benedicto XVI glosó durante una densa y espaciosa primera parte la peregrinación interior que hubieron de realizar los Magos, quienes seguramente se habrían imaginado a este Rey recién nacido de modo diferente. Peregrinaron porque "estaban convencidos de que Dios existía y que era un Dios justo y bondadoso... En lo más hondo de su ser buscaban el derecho, la justicia que debía venir de Dios y querían servir a este Rey, postrarse a sus pies y así servir también ellos a la renovación del mundo. Eran de esas personas que «tienen hambre y sed de justicia».

         Esta peregrinación interior, guiada por una estrella, les depararía la gran sorpresa de sus vidas y su gran transformación. "Debían cambiar su idea sobre el poder, sobre Dios y sobre el hombre y con ello cambiar también ellos mismos. Ahora habían visto: el poder de Dios es diferente al poder de los grandes del mundo... Al poder estridente y pomposo de este mundo, Él contrapone el poder inerme del amor, que en la Cruz -y después siempre en la historia- sucumbe y, sin embargo, constituye una nueva realidad divina, que se opone a la injusticia e instaura el Reino de Dios. Dios es diverso; y ahora se dan cuenta de ello. Y eso significa que ahora ellos mismos tienen que ser diferentes, han de aprender el estilo de Dios".

         El estilo de Dios es ofrenda. No sólo ya la ofrenda que los Magos le hicieron de sus dones, sino la ofrenda de lo mejor de sí mismos. Y aprendieron que "su vida debe acomodarse a este modo divino de ejercer el poder, a este modo de ser Dios mismo. Han de convertirse en hombres de la verdad, del derecho, de la bondad, del perdón, de la misericordia".

         Y a buen seguro, que esta su peregrinación interior, guiados por aquella extraña, desconocida, carismática y hasta atrayente estrella, se preguntaron también: "¿cómo puedo servir a que Dios esté presente en el mundo? Tienen que aprender a perderse a sí mismos y, precisamente así, a encontrarse a sí mismos".

Para seguir la estrella

         Los jóvenes de la JMJ´Colonia 2005 y con ellos toda la Iglesia y todas las personas de buena voluntad debemos asimismo realizar esta misma peregrinación interior. También a los jóvenes y a nosotros nos "ha salido la estrella". La JMJ´Colonia 2005 ha sido una estrella como la de los Magos de Oriente. Dios nos ayuda a seguirla y a entenderla.

         Una de estas ayudas nos viene dado de manos de los santos, esa muchedumbre de cristianos, conocidos o desconocidos, a quien les salió igualmente a estrella y la siguieron fielmente. En las vidas de los santos "se revela la riqueza de la evangelización como un gran libro ilustrado". Los santos son "la estela luminosa que Dios ha dejado en el transcurso de la historia y sigue dejando aún", como lo prueban, por ejemplo, las numerosas beatificaciones y canonizaciones realizadas en los últimos años por Juan Pablo II. Ellos, los santos, nos muestran y nos demuestran "cómo se consigue ser cristianos, como se logra llevar una vida del modo justo; a vivir a la manera de Dios". Los santos son testigos de cómo se puede ser feliz y de cómo se hace felices a los demás.

         Entre los santos que siguieron la estrella, el Papa Benedicto XVI citó a unos cuantos, bien significativos: San Benito, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Ávila, San Ignacio de Loyola, San Carlos Borromeo, Padre Kolbe, Santa Edith Stein, Beata Madre Teresa de Calcuta, San Pío de Pietrelcina..."Contemplando estas figuras comprendemos lo que significa «adorar» y lo que quiere decir vivir a medida del niño de Belén, a medida de Jesucristo y de Dios mismo".

La santidad es la verdadera revolución

         Por ello, por todo ello, el Papa Benedicto XVI, en el fragmento de su homilía pronunciado en español, afirmó que los santos son los verdaderos reformadores. Dicho de modo más radical todavía: "sólo de los santos, sólo de Dios proviene la verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo".

         Ello le dio pie al Papa Ratzinger a recordar que en el siglo pasado se vivieron revoluciones, "cuyo programa común fue no esperar nada de Dios, sino tomar totalmente en las propias manos la causa del mundo para transformar sus condiciones".

         Y el fracaso no se hizo esperar. Nuestra historia nos lo demuestra inequívocamente y como se absolutizó lo relativo, se cayó en el totalitarismo, que "no libera al hombre, sino que le priva de su dignidad y lo esclaviza". Y enfatizó Benedicto XVI: "No son las ideologías las que salvan al mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico. La revolución verdadera consiste únicamente en mirar a Dios, que es la medida de lo justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno. ¿Y qué puede salvarnos, si no es el amor?".

         Además, al descubrir el verdadero rostro de Dios, hallaremos que en su nombre jamás de puede predicar o practicar la violencia y el odio. Por ello, no podemos construir un Dios privado, un Jesús privado, tal y como muestran las Escrituras y que en la Iglesia se manifiesta vivo y presente.

Una red con peces buenos y malos

         Las últimas palabras de Benedicto XVI en la vigilia del sábado más joven de la historia alemana, fue para hablar de la Iglesia, "red con peces buenos y malos, un campo con trigo y cizaña". Para que la Iglesia sea lo que Dios quiere de ella, se debe pedir perdón por los errores del pasado, como hizo tantas veces el Papa Juan Pablo II. Se debe también entender y vivir la Iglesia como "una familia humana, pero que es también al mismo tiempo la gran familia de Dios, mediante la cual Él establece un espacio de comunión y de unidad en todos los continentes, culturas y naciones".

         Debemos alegrarnos de pertenecer a esta gran familia, "de tener hermanos y amigos en todo el mundo". Y las JMJ, la JMJ´Colonia 2005 es una buena muestra de ello y de lo hermoso que es "pertenecer a una familia tan grande como el mundo". Debemos mirar en nuestros defectos y debilidades y purificarnos en la gran santidad de la Iglesia. "En el fondo, consuela que exista la cizaña en la Iglesia. Así, no obstante a todos nuestros defectos, podemos esperar estar aún entre los que siguen a Jesús, que ha llamado precisamente a los pecadores... En esta gran comitiva de peregrinos caminamos junto con Cristo; caminamos con la estrella que ilumina la historia".

La adoración, fruto de la peregrinación interior

         Es la historia de una estrella que siempre, si es seguida con fidelidad y perseverancia, lleva a la casa de Belén, al hogar del pan: a la Hostia consagrada, a Jesucristo Eucaristía, pan de vida eterna. "Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo". Un millón de jóvenes y de personas de todo el mundo vieron en julio de 2002 en Toronto salir la estrella de la JMJ´Colonia 2005. Han venido, hemos venido con ella. "Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron".

         La adoración es siempre el fruto de la peregrinación interior. Una adoración que llena de vida y nos hace regresar, por otro camino, a la vida. "Pongámonos ahora en camino para esta peregrinación del Espíritu, y pidámosle que Él nos guíe. Amén". Sí, amén, que así sea. (Jesús de las Heras Muela – ECCLESIA Digital)