Un periodista en la JMJ´Colonia 2005 (7):
El amor es el secreto de la vocación y de la misión
 

Escrito por Jesús de las Heras Muela - Enviado especial y director de la Revista ECCLESIA   


Viernes, 19 de agosto de 2005

 

         Ha querido el Papa Benedicto XVI tener un encuentro personal con los seminaristas llegados a la JMJ´Colonia 2005. En la historia de la JMJ no siempre existió este encuentro.

Un importante número de los seminaristas de cada una de las naciones representadas en Colonia y en las anteriores Jornadas son y han sido seminaristas. Las JMJ se han manifestado en los últimos años como un indudable y fecundo semillero vocacional. Ya se han ordenado "hornadas" de presbíteros, cuyo "momento decisivo" o uno de sus momentos decisivos en su discernimiento vocacional tuvo lugar precisamente en una JMJ. "Estoy contento -afirmó Benedicto XVI- de tener este encuentro con vosotros. He querido que, en el programa de estos días en Colonia, hubiera un encuentro especial con los jóvenes seminaristas, para resaltar de manera más explícita y vigorosa la dimensión vocacional que tienen siempre las Jornadas Mundiales de la Juventud".

 

 

Lluvia para una siembra vocacional

 

         Y unos seis mil seminaristas, un par de centenares de formadores y profesores de seminarios y una treinta de obispos de todo el mundo acudieron a esta invitación. Fue en la tarde del viernes 19 de agosto. Al acabar el acto, como presagio quizás de nueva fecundidad vocacional, la lluvia impetuosa y fuerte empapó a los participantes en una vigilia hermosa, entrañable e íntima, a pesar del elevado número de los asistentes, según relatan quienes allí estuvieron.

 

         Y es que la lluvia, tal y como anunciaban los pronósticos metereológicos alemanes, está asomándose peligrosamente en esta recta final de la JMJ´Colonia 2005. Qué ojalá sea agua que riegue y renueve la tierra en sequía vocacional de tantas de nuestras iglesias occidentales. Ahora, cuando redacto estas líneas, pasadas las diez de la noche del viernes 19 de agosto, llueve mansamente sobre Colonia.

 

 

El corazón del Santo Cura de Ars

 

         El encuentro del Papa con los seminaristas fue en la Iglesia y patio de San Pantaleón de Colonia, un bello templo de matriz gótica, con una espléndida crucería. En el templo se veneraba además una reliquia singular y bien emblemática, venida también en peregrinación para este encuentro y para la JMJ: el corazón de San Juan María Bautista Vianney, el santo cura de Ars, el patrono del clero rural y, por extensión, de alguna manera, de los seminaristas. Se cumple el primer centenario de la beatificación de este modelo de sacerdote y la Iglesia francesa ha querido que sus reliquias peregrinen para impetrar la tan necesaria revitalización de las vocaciones.

 

         En la Iglesia de San Pantaleón, a las 11 de la mañana, un grupo notable de seminaristas y formadores de seminarios de España celebraban además la Eucaristía. Presidió el obispo de Urgell, monseñor Joan Enric Vives Sicilia, presidente de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades, quien en su homilía presentó al sacerdote como servidor de la verdad, retomó las palabras de ayer, en el barco, del Papa Benedicto XVI a propósito de que sólo Jesús nos garantiza la felicidad para señalar que el sacerdote y el seminarista están llamados a identificarse con Cristo, ser así felices y hacer felices a los demás. Monseñor Vives encomendó el fruto de esta Eucaristía y de la vigilia vespertina al Santo Cura de Ars, modelo de caridad pastoral y de identificación con Jesucristo, sumo y eterno sacerdote.

 

         Monseñor Vives participó también por la tarde en la celebración de vísperas presidida por el Papa. Junto a él estaban de España el arzobispo de Granada y los obispos de Cádiz, Orense, Salamanca y Córdoba. Todos estos obispos, al igual que el resto de los prelados, pudieron saludar después al Santo Padre, quien, en todo momento, se mostró sencillo, cercano y entrañable, según relatan estos mismos obispos.

 

 

Los Magos y los seminaristas

 

         "Seguramente -señaló Benedicto XVI en el comienzo de su homilía tras la lectura breve de las vísperas- estáis viviendo la experiencia de la JMJ con una intensidad muy particular, precisamente porque sois seminaristas, es decir, jóvenes que se encuentran en un tiempo fuerte de búsqueda de Cristo y de encuentro con Él". La vocación sacerdotal es, en efecto, también como una estrella, que requiere ponerse en camino, que conduce hasta Jesús, que lleva a conocerlo, adorarlo y a ofrecerle lo mejor de sí mismos y que después marca el camino de retorno de la misión.

 

         Y el seminario es, no tanto un lugar, cuanto "un tiempo significativo en la vida de un discípulo de Jesús". Un tiempo de discernimiento y de comprobación de la llamada al sacerdocio. Un tiempo tantas veces esperado, presentido, como aconteció con los Magos, que diríase habían esperado siempre a aquella estrella. Un tiempo que "podríamos definir -son palabras del Papa- de «enamoramiento»". Un tiempo que está destinado a la formación y al discernimiento.

 

 

Los "tiempos" del seminarista

 

         Y para este "tiempo significativo en la vida de un discípulo de Jesús", que es un seminario y, por extensión, un seminarista, el Papa trazó y perfiló como cinco grandes características o "subtiempos".

 

         Tras recordar Benedicto XVI los tres aspectos o dimensiones generales de la formación sacerdotal -humana, espiritual y cultural-, puso especial énfasis en subrayar el estudio como un "tiempo" necesario para el seminario, como una "parte insustituible de nuestro encuentro con Cristo", a pesar de que a veces el estudio "pueda parecer pesado" ya que ello y las otras dimensiones de la formación sacerdotal contribuyen "a desarrollar una personalidad coherente y equilibrada, capaz de asumir válidamente la misión presbiteral y llevarla después a cabo responsablemente". De ahí también la responsabilidad de los profesores y formadores.

 

         Otro segundo "tiempo" especialmente destacado por el Papa es el que conduce al descubrimiento de Jesucristo y a éste se llega sólo si se tiene "una experiencia personal de Cristo". "Cuanto más conoces a Jesús -añadió-, más te atrae su misterio; cuanto más lo encuentras, más fuerte es el deseo de buscarlo. Y a Jesús se le conoce particularmente "en el silencio de la meditación, en la oración y en la fraternidad".

 

         El tercer "tiempo" del seminarista es el encuentro con Jesús en "su casa", esto es, en la Iglesia. "Para encontrar al Salvador -señaló Benedicto XVI- hay que entrar en la casa, que es la Iglesia", en ver, en sentir la Iglesia desde dentro, desde su interior, como algo que le es suyo y algo que le pertenece y de lo que forma ya parte en su ser y en su vida.

 

         Y en la casa de Jesús, junto a Él, está su madre María, quien ha de convertirse en modelo de los seminaristas y en inexcusable referencia para su crecimiento.

 

         Un cuarto tiempo es la ofrenda. Como los Magos, que cayendo de rodillas, adoraron al Señor y le ofrecieron sus dones. El Papa Juan Pablo II había escrito en el mensaje para esta JMJ´Colonia 2005 que al Señor los jóvenes, y en particular, los seminaristas, han de ofrecerle "el oro de vuestra libertad, el incienso de vuestra oración fervorosa, la mirra de vuestro afecto más profundo". Se trata, en definitiva, de ofrecer "lo más precioso que tenéis" (Benedicto XVI), que no es sino el amor.

 

         Por fin, el quinto "tiempo" del seminario y del seminarista es la preparación para la misión. También los Magos aparecen como ejemplos y como modelos. "Se marcharon a su tierra" y testimoniaron al Señor. Se fueron por otro camino, ya sin la guía de la estrella sobre los firmamentos y los cielos. La estrella iba ya en su corazón enamorado y entregado.

 

         "Cada uno de vosotros volverá entre la gente como «alter Christus»... Si Dios quiere, un día también vosotros, consagrados por el Espíritu, iniciaréis vuestra misión. Recordad siempre las palabras de Jesús: «Permaneced en mi amor»... ¡He aquí el secreto de vuestra vocación!".

 

 

La estrella del amor

 

         El "tiempo" de la misión será más fácil, de nuevo, gracias a María, gracias a la Eucaristía. Gracias también a ejemplo de los Magos: "En el viaje de retorno, los Magos tuvieron que afrontar seguramente peligros, sacrificios, desorientación, dudas... ¡Ya no tenían la estrella para guiarlos! Ahora la luz estaba dentro de ellos. Ahora tenían que custodiarla y alimentarla con la memoria constante de Cristo, de su Rostro santo, de su Amor inefable".

 

         Las JMJ son la historia de un gran amor: del gran amor de Dios, a través de su Iglesia, a los jóvenes. El sacerdocio ministerial es expresión y prolongación de ese amor, de ese gran e inmenso amor, al que el seminarista es llamado para descubrirlo, adorarlo, ofrendarlo y testimoniarlo en la misión a la que está llamado: ser rostro, manos, pies y corazón del Amor de Jesucristo, a quien, en la JMJ´Colonia 2005, hemos venido a adorar. (Jesús de las Heras Muela – ECCLESIA Digital)