30/04/2010

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El filósofo Antony Flew muere deísta y el ateísmo gruñón le llama senil

 

 

 

 

 

 

 

En 2005, Flew elaboró una lista de temas que todo debate sobre Dios debería examinar y en 2007 proclamaba su deísmo.

El 8 de abril de 2010 murió con 87 años Antony Flew, filósofo británico que durante casi toda su vida defendió activamente posturas ateas. De estudiante acudía a los debates del Club Sócrates de C.S. Lewis en Oxford, cuya inteligencia admiraba, pero cuyos argumentos éticos a favor de Dios no le convencían. El problema del mal en el mundo, entre otros, le convencieron ya entonces de que no había Dios, o más aún, de que era un concepto vacío.

Flew empezó a presentarse como deísta en diversas entrevistas y publicaciones en 2004: con 81 años, ahora creía que la evidencia apoyaba la existencia de una inteligencia creadora, y que el azar y la necesidad o el mero materialismo no eran suficientes para explicar la complejidad del mundo.

En 2005, en su nueva edición de "God and philosophy", estableció una serie de temas que todo pensador que aborde el tema de Dios debería tener en cuenta:

- la definición de Dios que da Richard Swinburne, teólogo británico convertido a la ortodoxia griega
- los argumentos de Swinburne sobre
el Dios cristiano en su libro "Is there a God?"
- la nueva forma de ver el
castigo eterno en el infierno en la doctrina anglicana
- plantearse si hubo sólo un
big bang y si con ello empezó el tiempo
- examinar el tema de los
universos múltiples
- examinar el argumento de que el
universo está "bien ajustado" ("fine-tuning")
- examinar si hay una explicación materialista que muestre que
la materia viviente surge de la no viviente
- examinar si hay una explicación materialista que muestre que de la materia viviente no reproductora puedan surgir
seres vivos con capacidad reproductiva
- el concepto "ordenador inteligente" (una
inteligencia ordenadora) del libro "The Wonder of the World", de Roy Abraham Varghese
- el
concepto deísta o aristotélico de Dios, visto desde la teología natural, tal como lo desarrolla David Conway.

La "traca final" (y última obra de Flew) llegó en 2007, cuando él y el norteamericano Roy Abraham Varghese firmaron juntos un libro titulado, provocativamente, "There is a God" (Hay un Dios).

La respuesta desde la "inteligentsia" del nuevo ateísmo fue feroz. Básicamente, se acusó a Varghese de haber escrito el libro él sólo y de haber engañado a Flew para firmarlo. Un argumento que se usó es que en el libro aparece mucho vocabulario de inglés norteamericano, no británico. Empezó a usarle la palabra "senilidad" y "manipulación"

El filósofo británicorespondió con una declaración a través de la editorial, asegurando que aunque Varghese dio la forma escrita al texto, el libro era de Flew y representaba su pensamiento. Al año siguiente, Flew insistió en que el libro era suyo en una carta a un académico de la Universities and Colleges Christian Fellowship.

Cuando murió Flew, la prensa mundial se hizo eco de cómo un famoso ateo de toda la vida había muerto como creyente en un Dios creador (aunque no llegase a ser el Dios providente o justo de los monoteísmos). A los militantes del nuevo ateísmo gruñón no les gustó nada, y los escritos recurriendo de nuevo a la "senilidad" volvieron a circular... aunque sin ningún dato médico para confirmarlo.

Desde California, Jillian Becker, conocida personal de Flew ("ambos éramos ateos conservadores", dice ella) escribió a Inglaterra, al "Telegraph", admitiendo que Flew le había explicado que sólo la existencia de "una inteligencia" puede explicar el universo. Pero lo lamenta y protesta: "¿es que el hombre que mejor ha defendido el ateísmo desde David Hume ha de recordarse como un deísta sólo porque se le ablandaron los sesos en sus últimos años?"

En respuesta a Becker escribió el filósofo católico escocés John Haldane, reputado tomista (y padre de familia). Haldane recuerda sus largas charlas con Flew en 2004 cuando filmaban un documental sobre filósofos, Dios y la ciencia, dirigido por Varghese.

"Le faltaba su antiguo vigor y agudeza y él mismo dijo que sufría algo de afasia disnómica, pero era claro acerca de los temas que le habían llevado  pensar que las estructura fundamental física del universo y tipos particulares de complejidad microbiológicas apoyaban la hipótesis de una fuente creadora inteligente", escribe Haldane.   

Y añade: "tengo cartas escritas a mano de todo un año debatiendo este razonamiento. En abril de 2005 escribió de su conversión a deísmo einsteniano. También mencionó su admiración por el liderazgo de Juan Pablo II."

Para Haldane, "es un error centrar la atención en su grado de vigor mental; él insistiría en que nos preguntemos cuán buenos son sus argumentos."

 Mientras tanto, las revistas del "nuevo ateísmo" se consuelan quitándole valor al pensamiento de las personas en sus últimos años o buscando conspiraciones manipuladoras. Un ejemplo que lo concentra todo es el artículo en ReligionDispatches.org del filósofo ateo Austin Dacey, antiguo miembro del think-tank secularista "Center for Inquiry", implicado en revistas como "Skeptical inquirer" o "Free Inquiry":

"Ya antes de publicar There is a God, el pensamiento teológico de Flew se estaba haciendo cada vez más incoherente, según me informaron antiguos colegas, que hablaron con él en privado en una convención de 2005 del Center for Inquiry. Los desvergonzados cuidadores evangélicos de Flew pueden haber explotado esta confusión. Tuvieron éxito al sacar todo un trabajo póstumo del filósofo mientras el hombre aún estaba vivo. [...]

"Nunca he entendido que sea un apoyo a una creencia el que alguien la abrace cuando está muriendo, que los juicios reales o inventados de un Darwin o un Flew pesen más cuando su mente está afectada por la enfermedad, fatiga, el terror o la demencia. Si alguna opinión cuenta como auténtica sería la de aquellos que son autónomos. La autonomía disminuye con la coerción, que es una buena forma de describir la menaza inminente de la tortura eterna en el infierno".

Por supuesto, son muchos los que no estarán de acuerdo con Dacey. Hay muchas banalidades que dificultan el pensamiento "autónomo" (fama, vanidad, distracciones, complejos, vergüenzas), y que ante la cercanía de la muerte desaparecen, dando precisamente más libertad a la persona para "pensar en serio". La enfermedad y el dolor y la muerte forman parte de la realidad, y deben ser incluidas en cualquier reflexión seria. Sólo una cultura cobarde y narcisista las esconde para evitar que los hombres piensen.

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P. J. Ginés                           

 

Los nuevos ateos: son beligerantes y no ven nada bueno en la religión

Autores que venden, como Dawkins, Dennett, Sam Harris o Michel Onfray, insisten en que la religión moderada favorece también el extremismo.

En EEUU sólo hay un uno por ciento de americanos que se declaran ateos, pero los libros de autores ateos y antirreligiosos beligerantes tienen un gran éxito. También tienen éxito de ventas en la más descristianizada Europa.

El contundente etólogo británico Richard Dawkins, llamado “el rottweiler de Darwin” ha colocado su libro The God Delusion entre los diez primeros en el ranking de Amazon.com y del New York Times.

Sam Harris, norteamericano, filósofo interesado en la neurociencia, triunfó el año 2004 con The End of Faith: religión, terror and the future of reason. Este año lo hace con otro libro polémico: Letter to a Christian Nation.

El filósofo Daniel Dennett publicó el pasado invierno su último libro Breaking the Spell: religion as a natural phenomenon, en el que insiste que la religión es una respuesta darwiniana, un necesidad muy humana de creer. Su especialidad es buscar lo que define la conciencia del hombre, frente a la del animal, desde el materialismo.

En Francia –y España- han tenido éxito los panfletos de defensa del ateísmo (y especialmente de anticristianismo) de Michel Onfray; libros provocadores, agresivos, fáciles de leer y peleones, tienen títulos ampulosos: Manual de antifilosofía (2005) y Tratado de ateología (2006).

Estos y otros personajes, ya no científicos o pensadores sino artistas como el mago Penn Jillette, o humoristas más o menos groseros como Leo Bassi y Christopher Hitchens, pueden ser clasificados en lo que la revista WIRED y USNEWS.COM llaman “los nuevos increyentes” ("the new unbelievers").

¿Qué tienen de nuevo?

¿Qué tienen de "nuevo" estos críticos de la religión? Para empezar, son beligerantes y no quieren ninguna componenda con la idea de “Dios”. Se ríen del deísmo cándido de un Rousseau, de un Thomas Jefferson o de un Voltaire. Estos ilustrados criticaban a la Iglesia, el evangelio y el cristianismo, pero filosóficamente pensaban que debía haber algún tipo de divinidad creadora o mantenedora.

Además, Voltaire murió católico, confesado y arrepentido. “Muero en la santa religión católica en la que he nacido, esperando de la misericordia divina que se digne perdonar todas mis faltas y que si he escandalizado a la Iglesia, pido perdón a Dios y a ella”, escribió en su lecho de muerte.

A los nuevos ateos, la idea de una religión filosófica, humanista, vagamente deísta o espiritual les parece igual de inaceptable que el cristianismo. Aunque Sam Harris le ve cierta utilidad moral a algunas disciplinas de la espiritualidad oriental, todos coinciden en que por lo general la religión no sólo es falsa, sino que es es causa de maldades, desmanes e infelicidad.

Richard Dawkins incluso ha declarado que “la religión moderada hace del mundo un sitio más seguro para el fundamentalismo”. Todos ellos coinciden en que no es bueno “abstenerse” de tratar el tema en la calle, en la mesa, en la Universidad... que en todos estos ambientes deben debatirse las afirmaciones religiosas aplicándoles el mismo escrutinio que a las afirmaciones científicas.

No a la coexistencia: la ciencia ha de ir contra la religión

Todos ellos coinciden al rechazar la idea de que la ciencia y la religión son dos tipos de magisterio que no se oponen y que de hecho no se solapan. Rechazan la idea de que “la ciencia no debe examinar las afirmaciones religiosas ni la religión las afirmaciones científicas”. Para ellos, la ciencia debe examinarlo todo críticamente.

 

Richard Dawkins, el rottwailer de Darwin

Y cuando el método experimental falla, siempre se puede recurrir a argumentos de retórica más o menos visual. A la afirmación: “la ciencia no puede demostrar que Dios no existe”, responden “es cierto, pero como dijo Bertrand Russell tampoco se puede demostrar la existencia de una tetera orbitando alrededor del sol y no por eso pensamos que existe”.

Como el debate físico, cosmológico, biológico, tiene sus limitaciones para el público que lee prensa de divulgación, enseguida estos autores acuden al debate sociológico: la creencia religiosa fomenta la infelicidad y la inmoralidad.

Violencia y condones

Para ello tienen dos grandes argumentos amplificados por los medios de comunicación hasta la saciedad. Por un lado, las creencias religiosas provocan guerras de religión y violencia religiosa: ahí están las Torres Gemelas, los atentados de Madrid y Londres, el Islam violento, hindúes y musulmanes, etc...

Por otro lado, al catolicismo, que en nuestra época es eminentemente pacífico y que tiene cierto prestigio científico –al contrario que el fundamentalismo protestante-, se le acusa una y otra vez de impedir la distribución de condones y así ser culpable de la muerte de millones de africanos.

Michel Onfray en su Tratado de Ateología repite las críticas de Freud y Nietzsche al judeocristianismo, mezcla anécdotas bíblicas fuera de contexto, insiste en escenas sanguinarias de la Biblia, acusa a los católicos de colaborar con los nazis y piensa que el enfrentamiento Bush-Bin Laden es básicamente una guerra de religión (ni de petróleo ni de geoestrategia).

Sam Harris, autor de The End of Faith

 

Muchos lectores cristianos con poca base científica y filosófica, que pueden sentirse amedrentados al leer las páginas de ciencias naturales materialistas de estos autores, cuando leen los argumentos de actualidad o de historia sobre “la maldad” de la religión, empiezan a sospechar que los argumentos de ciencias naturales quizá tampoco son muy fiables.

Predicar la verdad de que no hay dios

Richard Dawkins y Sam Harris concluyen que si la religión tuvo alguna vez una utilidad social, ya no la tiene. Debe retirarse a la catacumba de la vida privada, no mediante la violencia de Robespierre y del gulag, sino con la enseñanza firme e insistente de la verdad por parte de los “increyentes” (es decir, de los creyentes en la no-existencia de Dios).

El humorista Christopher Hitchens, autor de God is not great, dice que cuando más alabanzas y aplausos recibe es cuando en sus shows se burla de la religión. Defiende que la religión sea limitada tanto como sea posible a la vida privada. Pero cree que los ateos no tienen posibilidades de conseguir “la victoria final sobre la superstición religiosa”. Es decir, eliminarla de las mentes de la población.

La historia lo demuestra con varios ejemplos. Tomamos uno soviético. En 1932, en el 17º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, la Unión de los Sin Dios (5 millones de militantes, incluyendo 2 millones de jóvenes, un diario de 500.000 ejemplares de tirada, 60.000 células repartidas por la URSS) estableció un plan quinquenal para eliminar la religión de cara a 1937.

Pero cuando se hizo el censo de 1937, tras años de persecuciones físicas e intelectuales, deportaciones, exterminios y educación comunista, de 30 millones de ciudadanos de la URSS analfabetos mayores de 16 años, el 84 % (más de 25 millones) se declararaban aún creyentes; e incluso entre los 68,5 millones de alfabetizados, el 45 % (más de 30 millones) eran aún creyentes. Estas cifras obligaban a admitir un fracaso evidente de la lucha total contra la religión y la Iglesia, y con la invasión alemana de Rusia Stalin abandonó el objetivo: necesitaba convocar al pueblo a una guerra santa contra el opresor nazi.

Y es que la beligerancia anti-Dios, incluso si es sólo en el campo del debate y de las ideas (que de todas formas siempre lleva al campo de las políticas, incluyendo políticas que deciden la vida o muerte de millones, como es el aborto) no es una beligerancia bien vista por muchas personas.

Por ejemplo, el académico Robert Wright, de la Princeton University, autor de un libro sobre los cambios en la religión (The Evolution of God) y especializado en las circunstacias sociales que llevan a la beligerancia religiosa, piensa que los nuevos increyentes están socavando un valor de las sociedades anglosajonas. “Nos absteníamos de decir cosas malas de la religión, de hablar de ello durante la comida; pero estos tipos quieren hablar de religión en la comida”.