SAN ANSELMO

¨No pretendo, Señor, penetrar tu profundidad, porque de ningún modo puedo comparar con ella mi inteligencia, pero deseo entender en cierta medida tu verdad, que mi corazón cree y ama. No busco tampoco entender para creer, sino que creo para entender. Pues creo también esto: que si no creyera no entendería¨.

San Anselmo de Canterbury (1033-1109), Padre de la escolástica medieval hace hablar en el ¨Proslogion¨ (1077) a alguien que busca ¨elevar su alma a la contemplación de Dios¨, con el fin de mostrar en un argumento único y breve todo lo que la fe nos enseña sobre Él.

La posición clásica de la Iglesia Católica, creer para comprender (¨credo ut inteligam¨), ejemplificada por el mismo San Anselmo, no nos presenta la fe como fruto de la razón, sino como donación divina que hay que pedir en oración y agradecer en eucaristía.

Como filósofo, San Anselmo fue un realista espiritual, de todas sus reflexiones la que ha tenido más importancia es su afirmación de que ¨Dios existe¨, y por tanto, de que el sujeto de nuestra fe en Él es el predicado de nuestra razón de ser, porque ¨Dios es¨, lo cual coincide con la aseveración de Santo Tomás de Aquino sobre que la existencia de Dios es evidente en sí misma porque esencia y existencia se identifican en Él, lo cual entra en contradicción con la lógica de Kant que critica la prueba de su existencia como predicado, y con la de Russell que advierte que si ¨existe¨ no es predicado, entonces ¨Dios¨ no puede ser el sujeto de la predicación.

Si nos atenemos a la lógica de la Ciencia derivada de la teoría de falsación de Popper que se ha desarrollado durante el siglo XX y es el postulado fundamental de la metodología científica, y que afirma que para demostrar la verdad de una proposición no hay que poder falsearla, o que si la falseamos podemos demostrar que no es verdad. Por este principio, podemos llegar a la conclusión de que la afirmación positivista Ruselliana, y por tanto racionalista Kantiana, incurren en una falacia metodológica al prescindir de la verdadera estructura de la oración en la que desde el punto de vista de su función gramatical ¨Dios¨ desempeña el sujeto y ¨existe¨ el predicado. De este modo, y sin lugar a dudas podemos dar razón de fe a San Anselmo de Canterbury y Santo Tomás de Aquino.

En este mismo sentido, si Marx que proclamaba contra el cristianismo que el objeto último de la fe es una ilusión, ello viene a colación para demostrar que la enfermedad del alma es la razón sin fe que se extravía en la locura, y se convierte en sin razón, como así ocurrió a Nietzsche. Por tanto, la afirmación de que el ateísmo de la edad moderna está fuera de toda lógica y es irracional tiene sentido común.