TEMA 3.

ANIMADOR DE GRUPO:

DESEOS, TEMORES,

RIESGOS Y ESPERANZAS

DOMINGO SIGALINI   
 

Cuando pensamos en animadores, pensamos inmediatamente en quienes desempeñan roles de entrenadores deportivos, líderes de grupos, organizadores de actividades de masas, guías del tiempo libre, catequistas, etcétera.

La imagen está unida a un tipo de personalidad eminentemente práctica. Pero siempre es una persona que da vida e impulsa iniciativas sin fijarse demasiado en sutilezas ni en cuestiones teóricas. Bastan dotes de comunicación y organización, espiritu joven, iniciativa, entusiasmo, cordialidad, decisión...

El tiempo y la realidad se encargan, sin embargo, de evidenciar dificultades, limites, cuestiones de fondo, sobre todo si los animadores son jóvenes, como sucede frecuentemente. Porque esto parece muchas veces un quehacer de jóvenes, una ocupación "deportiva" que se abandona cuando cambian la edad o los intereses.

Sin embargo, esta imagen no es correcta; reduce una realidad más compleja.

No obstante esta fragilidad constitutiva, la animación radica en motivaciones de gran valor humano y social; y en los ambientes creyentes, en valores religiosos, de fe. Y representa, sin duda, una promesa y una esperanza para el porvenir de los jóvenes y de los grupos.

1. EXPECTATIVAS

Las expectativas son muchas. Bastaria pensar en todas las figuras educativas que están interesadas en la animación. Las presentamos de un modo rápido, con un simple flash. Intentamos hacer emerger asi, los deseos personales que motivan la opción animadora, las expectativas educativas que se concentran en este estilo y método educativo, y también los miedos subjetivos y los problemas personales que concretamente se encuentran en la animación.

1.1. ¿Animación para hacer pasar los contenidos antiguos?

Existe un tipo de catequista parroquial que, después de bastantes años de rutina entre los muchachos, intuye la necesidad de ponerse al dia en su rol de catequista. Se encuentra frente a la tentación de juzgar negativo cuanto ha venido haciendo o de adaptar su rol a esquemas nuevos con los contenidos y actitudes de siempre.

En su mente se produce una gran confusión entre catequesis y animación, aplicando a la primera los contenidos (= ¿qué?) y a la segunda, los métodos (= ¿cómo?).

Tiene delante su grupo, su texto, el programa, los cuarenta y cinco minutos de tiempo, y quiere probar "eso" de la animación.

Ciertamente, tiene pleno derecho, sea cual sea la experiencia vivida o la situación en la que se encuentre, de crecer en su conciencia de catequista profundizando una experiencia de animación para poner al servicio del serio camino de la catequesis su honda pasión por la vida.

1.2. Cuando no basta la buena voluntad

Alguno se acerca a la animación atrapado por un verano. Le han invitado a un campamento de muchachos para animarlos un poco, y no puede negarse. Pero antes hay un pequeño cursillo de fin de semana. Se llama a un especialista, se hacen cuatro "dinámicas", se crea un buen clima afectivo, algún juego psicológico, y el animador está preparado!

Después, el campamento desde el punto de vista educativo incluso puede ser un éxito, pero lo que importa verdaderamente es que ha surgido una esperanza, una vocación. Es necesario ser animadores serios. Después de haber jugado a la animación, después de haberla reducido al tiempo libre, está la esperanza de que llegue a ser actitud y búsqueda de vida.

1.3. ¿A qué edad lanzarse a la animación?

Entre estos animadores entusiastas destaca la figura del animador que es todavia muy joven. Está disponible, le encanta llevar un grupo de muchachos, la misma familia lo ha lanzado a la responsabilidad. Se encuentra bien entre los amigos con quienes juega y discute. Pero tiene necesidad de algo más. Si, por otra parte, en la parroquia o en el barrio faltan animadores adultos y son tantas las necesidades, entonces este muchacho resuelve un problema y encuentra abiertas todas las puertas.

El problema de la edad de los animadores es antiguo. Todos están de acuerdo en retrasar el limite de edad. Pero las exigencias, la buena voluntad, las dotes comunicativas de alguno crean numerosas excepciones. Algunas asociaciones han afrontado este problema y lo han resuelto de manera drástica, retrasando la edad a un mínimo de 20 años.

Se trata de una cuestión importante. El mismo estudio y experiencia de animación pueden ayudar a la clarificación. Animar exige calidad, madurez, competencia en el ámbito educativo.

1.4. Revitalizar las asociaciones

Dentro de las asociaciones reviste una importancia especial el cuadro de dirigentes y responsables. Si han estudiado la situación actual si han llegado a un proyecto educativo, si han hecho una revisión seria de lá vida de los grupos, llega un momento en que sienten la necesidad de la animación.

Se habla, entonces, de animadores para revitalizar la vida asociativa. Es una esperanza para alentar parroquias con carácter de espontaneidad. Acercarse a la animación supone siempre un salto cualitativo, una voluntad de fidelidad a Dios y al hombre a partir de proyectos, referencias, ideales inspiradores que son necesarios para la educación.

1.5. Un camino para comprometerse en la parroquia

Hay quien se acerca a la animación como el único camino para poderse comprometer en la parroquia. Si no se anima un grupo de jóvenes, no se es nada, no hay otro espacio.

Hay también carencia de vocación, de dotes, de capacidad expresiva y comunicativa.

Entrar por el camino de animación es,dificil. Puede ser negativo, a menos que una seria aplicación no haga descubrir espacios nuevos irreductibles a una vida de grupo de catequesis. Hay que dar vida, hacer crecer, ayudar a ser también al joven más necesitado y no sólo al que logra llegar a un centro juvenil o a una asociación.

1.6. Un estilo de animación para los jóvenes de hoy

Se acerca a esta experiencia también el sacerdote o la religiosa que trabaja en grupos con jóvenes. Quieren animar. Quieren saber si su acción es animación. ¿Hace crecer o sabe hacerse escuchar, hace a los jóvenes protagonistas o los controla, hace cantar la vida o la encajona, asume un estilo de animación o se reduce a hacer de animador?

Muchas veces es una cuestión de búsqueda de identidad. Afrontar la temática de la animación es algo más que la preocupación del "cómo", de la técnica y los métodos. Permite recuperar el propio "carisma", la propia situación ministerial en la Iglesia.

1.7. De entrenador a animador deportivo

Existe también una figura tipica de animador: el entrenador de deportes. Es, sin duda, un verdadero educador. Lo que él puede lograr con los muchachos, no pueden lograrlo muchas veces ni los padres ni los educadores.

Es necesario, pues, resaltar mejor la función educativa de esta presencia, principalmente en los ambientes deportivos unidos a proyectos de educación religiosa.

En una comunidad educativa el entrenador puede tener una fuerte incidencia formativa. Es justo que llegue a la animación desde su punto de vista. ¿Se puede esperar que los muchachos después de haber hecho tanto deporte lleguen a ser hombres?; ¿a valer más que las botas que usan?; ¿a vivir una solidaridad que va más allá de los limites del campo de deportes?

Si el entrenador sabe apropiarse un estilo de animación, conseguirá crear no ídolos sino hombres.

1.8. El docente animador

También el maestro y el profesor se acercan a la experiencia de la animación. Su vida entre los muchachos con la tarea precisa de comunicar y educar les ha llevado a experimentar todas las posibilidades y modelos educativos. Desde la escuela "cátedra" a la escuela "asamblea", desde la ensenanza nocional y memorística a la búsqueda personal, desde la experimentación al retorno a los antiguos programas.

La animación puede suponer una pista para una situación educativa más precisa, para un menor condicionamiento con otras intervenciones, para la creatividad y la recuperación de los verdaderos fundamentos culturales.

1.9. La aventura educativa de algunos padres

También algunos padres se aventuran en la animación. Algunas veces han sido convencidos por el párroco para un trabajo en la catequesis; otras, surge de ellos mismos, quizá al ver a sus hijos.

Los padres empiezan con entusiasmo y se lanzan a un trabajo en el que mezclan moralismo, buen sentido, comprensión sin objetivos precisos.

La animación es para ellos, más que un slogan, una aspiración, una intuición en la que se condensan comprensión y fidelidad a los jóvenes, pero al mismo tiempo, atencion y propuesta de valores, de principios, de experiencias maduras. Quizá en un primer momento la miran con recelo; pero, poco a poco, la llegan a ver como la clave para desempenar un trabajo equilibrado.

Es justo que también los padres entren en este estilo educativo, confrontándose con los diversos modelos pastorales y llegando a formular nuevas sintesis que engloben la propia experiencia y la de los jóvenes, la realidad social y las tensiones personales.

2. PUNTOS CRITICOS EN EL CRECIMIENTO

DEL ANIMADOR COMO PERSONA

Uno de los objetivos de este articulo es servir de ayuda a la formación de los animadores jóvenes; y más aún, el proponerles la animación como un modo entusiasmante y responsable de situarse en la Iglesia y en la sociedad.

Precisamente pensando en los animadores jóvenes, nos parece conveniente expresar cinco grandes problemas que les tocan en cuanto personas, antes incluso que como responsables de un grupo. Estos mismos problemas los sufren también los animadores adultos. Pero los presentamos en clave juvenil con el fin de resaltarlos más, teniendo en cuenta que el animador joven ya no es hijo de la contestación del 68, ni de la ironía del 77, sino de la fragmentación de los años 80.

2.1. La búsqueda de la identidad personal

No es raro que el animador llegue a preguntarse: "Está bien, tengo un buen grupo de adolescentes, me siguen, ponernos en común iniciativas interesantes, me siento acogido y a gusto, pero ¿yo quién soy? ¿Por qué en el grupo soy de una manera, en familia de otra, en la vida afectiva me muestro de un modo y en la fe de otro? ¿Cómo lograr unidad? ¿Por qué me siento dividido?

Muchas veces, el papel de animador lo absorbe, pero no lo ayuda a crecer; le llena una parte de la vida, pero no lo hace madurar; le hace conjugar un camino de fe, una opción de compromiso y después lo lleva a la indiferencia y a la apatia.

No se puede plantear un arco importante en la vida de un joven en qué hacer por los demás. Sin vivir los propios prob!emas afectivos, las propias exigencias de fiesta, de gratuidad, de realización personal en un grupo de semejantes. Y esto, sin contar que muchas veces los animadores jóvenes están inmersos en los mismos problemas de los adolescentes que ellos animan.

A veces nos encontramos con que de pronto, un grupo ya no marcha, ya no hay compromiso... ¿Qué ha sucedido? El animador ha encontrado a la chica, y ya no entiende nada más. O bien, el animador se encuentra en plena crisis de fe y descarga sus problemas en los mismos adolescentes.

La búsqueda de la propia identidad es penosa. Debe afrontarse continuamente. La animación debe tomarla en consideración.

2.2. Las motivaciones de la animación

Cuando un joven se decide a ser animador, tiene ciertamente sus propias motivaciones. A veces son muy ocasionales; quizá tiene detrás un proyecto de sociedad; normalmente nacen de una experiencia de fe.

Todos los motivos que surgen de su vida son nobles y constituyen el punto de partida para integrar en la personalidad el papel de animador, que poco a poco se va clarificando. Pero se impone, ante todo, un delicado trabajo personal que es el de desvelar las ambigüedades, desenmascarar los motivos oportunistas y sintonizar con la actitud correcta, educativa, de la figura del animador.

Los motivos de partida son esenciales, pero existe también una definición de animador que supera los motivos, los integra y los profundiza. Sólo en el encuentro del "porqué" de la animación y el "qué es" la animación, nace un verdadero animador: persona realizada y educador liberador.

Las motivaciones profundizadas, orientadas, unificadas, se convierten en coeficiente de madurez humana, se inscriben en una opción global fundamental de valores, en un horizonte desde el que se mira toda la existencia.

Nace de aqui una espiritualidad que desarrolla el estilo de animación y lo abre a un servicio cualificado a la sociedad.

2.3. Animación ¿para qué sociedad?

No deja de ser un riesgo para los animadores jóvenes la situación en el camino de la sociedad. Después del boom del interés por la politica y por el cambio de los años precedentes, parece que el mundo juvenil no pone atención más que a sus problemas. Hay una atención muy escasa por el proyecto de sociedad, por los ideales inspiradores de la acción. Pero de todos modos, en el animador joven hay una esperanza que se mantiene despierta: ¿no seré capaz de cambiar esta sociedad? (para él signiFica realidad, mundo, jóvenes, barrio, problemas...) ¿Podemos esperar algo distinto? Quizá la pregunta tenga unas pretensiones ingenuas, pero es una fuerza que mueve a la acción y al compromiso.

Después, la vida de animación está hecha de muchos logros y de muchas frustraciones, de grandes ideales y de fuertes choques con lo concreto, de decisiones generosas y de mucha indiferencia... Y se pone en crisis la consistencia de la opción, se cierne la sombra de la inutilidad y la decisión de cerrarse en pequeñas gratificaciones.

O bien, como es el caso de otros animadores, se trabaja, se gastan algunos años de la propia vida en la preocupación de trabajar, de vivir generosamente sin preocuparse del impacto con la sociedad o de la dimensión pol ítica de la intervención. Una verdadera animación debe situarse en un proyecto politico.

2.4. ¿Qué estilo de vida para un animador?

Una de las primeras conquistas metodológicas que hace un animador después de haber jugado a la gratificación inmediata, es la de llegar a objetivos claros para no trabajar en vano, es decir, trabajar desde un proyecto.

Pero sucede que el animador comienza a organizar su vida desde las exigencias del grupo; en realidad, el "horario" se lo hacen las necesidades de los otros. Pero, antes o después, mirándose a si mismo, se da cuenta que no es un horario para él; con el grupo tiene un programa, consigo mismo vive al dia. Después de haber buscado tanto un proyecto con los otros, no acierta a encontrar en su vida una jerarquia de valores. Su existencia se desdobla.

Existe, pues, un problema de crecimiento, de formación de la personalidad del animador, de autorrealización. Puede incluso venirse abajo el animador si todo esto no se tiene en cuenta.

2.5. ¿Y qué fe?

Normalmente, el lugar concreto donde se realiza la experiencia de animación es una parroquia, un centro juvenil o una asociación cristiana; un ambiente que convoca a jóvenes no para un consumo genérico del tiempo libre, sino para un camino de crecimiento orientado e iluminado por la propuesta cristiana.

El origen mismo de la vocación a la animación lo constituye en muchos el deseo de comunicar una fuerte experiencia de fe y de comunión que han vivido.

Sin embargo, en relación con esto se presentan bastantes dificultades.

--La primera es que, muchas veces, el animador joven ha perdido las connotaciones esenciales de la experiencia de fe; le motiva más bien un razonamiento ideológico o sentimental que una experiencia. Ha encontrado a Cristo en alguna parte, pero no sabe bien dónde ni cómo revivir este encuentro. No es necesario que el animador tenga la experiencia de un convertido, pero es importante que viva su encuentro personal con Cristo, que tenga la dignidad de una relación y no la frágil consiste,ncia de un haz de recuerdos, de frases del Evangelio, de condicionamientos sociales o familiares.

Ser animadores en una comunidad cristiana con una orientación educativo-formativa a una vida de fe, exige saber realizar en el propio rol una experiencia de fe que se hace comunicación, palabra y testimonio.

--La segunda dificultad es la falta exagerada de reflexión cultural sobre el dato de fe, es decir, la capacidad de motivar la propia opción en las bases y mediaciones culturales. Una actitud vitalista, experimental, crea espontaneidad, entusiasmo, alegrra de comunicar; pero no basta.

Motivaciones serias, personales y culturales, de la propia opción de fe, junto a un servicio auténtico al hombre, constituyen hoy la única posibilidad de diálogo con la realidad y con los hombres; y hacen significativa la experiencia de fe vivida en el grupo y preparan a un cristianismo adulto.

--Una tercera dificultad está en que, frecuentemente, este crecimiento en humanidad y en vida de fe del animador es una empresa que se realiza sin ayudas y sin guia. El animador se compromete con los otros, pero él queda abandonado.

Esto es una realidad, aunque en general los animadores forman entre si un grupo. Es una realidad, aunque los animadores tengan muchos contactos y encuentros con un sacerdote, en los que se trata de la animación del centro juvenil. El grupo es funcional y el encuentro se queda en las cosas que hay que hacer, en un intercambio de opiniones, en una amistad y estima que aunque serias, son genéricas. No llega a ser un diálogo sobre el sentido profundo de la vida, una guia para la lectura del plan de Dios, ni llega a afrontar los problemas personales a la luz de la fe.

La exigencia de una ayuda, de un guia que acompañe la animación es necesaria en el camino del crecimiento de la personalidad humana y cristiana.

3. TECNICAS Y CONTENIDOS A EXAMEN

Cuando nos encontramos con animadores en los cursos de cualificación o en el trabajo de las parroquias y grupos, y reflexionamos con ellos sobre "quién" es el animador o "por qué" me he comprometido en esta tarea educativa, muchas veces tenemos la impresión de ser escuchados, pero percibimos al mismo tiempo que la atención del animador tiene otros centros de interés. Es como si dijera: "Lo que dices me parece estupendo, la situación de fragmentación en que me encuentro es verdadera, las preocupaciones formativas resultan indispensables, pero yo mafiana me encuentro en medio del grupo y ¿"cómo" debo actuar, "qué" debo decir?

Este "cómo" es una pregunta amplia que traduce exigencias de método, de técnica, de instrumentos, pero también de respeto y de implicación del muchacho y del grupo.

3.1. La simplificación que se esconde detrás del boom de las técnicas

La respuesta más inmediata es la de adquirir técnicas. En este sentido, se multiplican los cursos de fotografia, fotopalabra, uso de los medios audiovisuales, buscando en ellos seguridad y eficiencia. Y quien conoce todo esto, da un paso más adentrándose en la dramatización, el teatro, la expresión corporal.

La cuestión de los instrumentos de animación es importante, pero hay que situarla dentro de un plan de crecimiento, y sobre todo, en una definición de animación. Es necesario replantear las técnicas y los instrumentos no como puntos de seguridad, sino como modos de vivir el estilo de animación. Lamentablemente, la panorámica de la utilización de los instrumentos de animación es poco confortante. Prevalece el comprar y llenar las secretarías de materiales, más que el estudio y profundización de un modelo educativo, teológico, pastoral, dentro del cual situar las intervenciones concretas. Para algunos animación ha llegado a ser sinónimo de técnica y de instrumentos.

3.2. La capacidad de leer la vida

Si el compromiso de la animación no puede separarse de una fuerte pasión por la vida, es indispensable que la vida de cada joven sea el libro, el texto de la animación.

Esto plantea todavia el problema de la madurez personal, pero también una atención precisa a la vida y a la experiencia. Hoy a los jóvenes les cuesta mucho expresar lo que viven y lo que sienten. Existe en la vida de cada uno una densidad experiencial, pero esta experiencia no consigue emerger. Se parte de idealizaciones o de un esquematismo del vivir humano abstracto. Se conocen ya cuáles son las preguntas y, sobre todo, se conocen ya las respuestas. Se puede ser animadores como se era ayer. Según alguno no cambia nada. "EI joven ha tenido siempre necesidad de esto o de aquello: siempre se ha comportado así; en tal campo nunca ha entendido nada. Nada hay nuevo bajo el sol".

La vida queda fuera; si entra, es un pretexto para una puesta al dia superficial .

3.3. ¿Tiene sentido hablar de animación en la educación a la fe?

Pero el problema que más preocupa a los animadores, sobre todo si provienen de una experiencia de catequesis, es el inscribir la propuesta de fe en sus actividades de animación.

A este nivel se establece un desdoblamiento: el estilo de animación, las conquistas de método duramente asimiladas, la novedad de la figura ceden el paso a una especie de obediencia a los contenidos. Las verdades de fe son eternas, el libro de la fe no es manipulable, el acontecimiento de Dios no es "disponible"; existen catecismos, existen los programas.

Queda siempre la impresión de que la fe, don de Dios, no se puede situar en la linea del protagonismo del sujeto. Esta sensación se mantiene también cuando al hablar con los jóvenes de sus problemas, están muy atentos e interesados, pero cuando se empieza a hablar de Dios, la vida del grupo languidece.

El animador desprevenido decide, entonces, cortar por lo sano. O bien se propone la profundización de la existencia y la experiencia, cerrándose en un mundo juvenil, autosuficiente, sin referencias e ideales que lo hagan crecer; o bien, de acuerdo con la consigna "pocos pero buenosi', se refugia por una parte en un nocionismo teológico, biblico, a base de relaciones, conferencias, debates culturaes, y por otra, en experiencias totalizantes de desierto, de oración, de celebraciones litúrgicas.

En ambas se mantiene, quizá, un estilo de animación, pero se reduce a un instrumento para dejar a las personas como son o para comunicar contenidos. Es un riesgo frecuente y que no resulta fácil superar.

Nos jugamos aqui la validez de la experiencia de la animación. Porque es precisamente en el impacto entre la vida de los jóvenes (pobre o rica, con mucho o poco sentido, cargada de preguntas de religiosidad o de consumo) y la fe donde se cualifica la animación de nuestros grupos.

Lo demás es puro contorno, es quedarse en la superficie, es preparar el terreno; sería una obra incomple.ta si no fuese capaz de hacer crecer a la persona en esta confrontación, sea cual sea el éxito. Si se multiplicaran los cursos para animadores, y después el animador se sintiera abandonado, precisamente en este fascinante trabajo, se habría trabajado en vano.

3.4. La pastoral juvenil y el animador

Pecaríamos de miopía si no viéramos la figura del animador dentro de un proyecto complexivo de pastoral y, en particular, de pastoral juvenil. Muchas veces se consumen energías y vidas de jóvenes en actividades, experiencias de grupo, sin una inserción en toda la pastoral. Con frecuencia se tiene la impresión de que la palabra animación, que corre el riesgo de significar sólo técnicas y métodos, sirva de excusa para no pensar en un proyecto consistente de vida de una comunidad, parroquia o iglesia local.

Se vive al dia consumiendo todas las iniciativas que el mercado presente, pero sin lograr proyectar un camino de renovación. De todos modos, la opción de la animación debe tener en cuenta algunos caminos sobre los cuales se va encaminando la pastoral juvenil.

--Esta vida de grupo que el animador lucha por hacer crecer, ¿cómo puede unirse a la opción de la pastoral de masas que hoy parece privar? Grandes reuniones, peregrinaciones, fiestas centenarias, congresos, manifestaciones de movimientos, para muchos se están convirtiendo en el todo de la pastoral juvenil.

--Por otra parte, existe todavía una obstinación en cerrarse en la gratificación del pequeño grupo, que no acaba de abrirse, de mirar al mundo y de sentirse iglesia. El animador que se consume dentro de un grupo debe saber que más allá de este consumo no hay nada, que su acción acaba alli, debe comprender que aislándose de esta manera no crea futuro.

--Es necesario comprender también que detrás de muchas actividades y propuestas se privilegia la opción de los famosos "contenidos" como respuesta resolutiva y definitiva de toda la problemática juvenil.

El animador puede "jugar" con el grupo y preparar el ambiente, pero lo verdaderamente importante es saber "aquellas" cosas, hacer aquel retiro, escuchar tal predicación o conferencia.

Se podrian sugerir otros muchos problemas, pero lo que importa es que el animador sienta la vida de la Comunidad cristiana, y se dé cuenta de qué proyecto de Iglesia y de mundo se desprende de su trabajo.

En conclusión, la animación debe insertarse de un modo consciente y corresponsable en el tejido vivo de la comunidad cristiana o, quizá, deberá incluso estimularlo, si está adormecido.

4. CONCLUSION: HABLEMOS DE ESPERANZA

No habría descrito este panorama, no habria esbozado estos problemas, si no creyese en la gran capacidad que tienen los jóvenes de ser evangelizadores de otros jóvenes. En estos últimos años han demostrado en muchas diócesis su fuerza para alentar las comunidades cristianas y su compromiso en el anuncio del Evangelio.

Si hoy se lanzan a la animación con espiritu juvenil, impulsivo, pero capaz de aprender también a través de los propios errores, acertarán a reconstruir, en un modelo distinto de convivencia y de sociedad, las presencias necesarias para cualquier camino de crecimiento y para todo futuro de esperanza.

Por todas partes se multiplican iniciativas, cursos, reuniones sobre el tema de la animación. Corre el riesgo de convertirse en la panacea de todo mal. Es un fenómeno que hay que valorar seriamente para no correr en vano, para no alimentar modas, pasajeras, para no fosilizar situaciones y bloquear cambios necesarios de estructuras, para no dar por buena cualquier cosa.

Afrontar el tema de la animación constituye ya una opción de clarificación.