Sectas peligrosas a la Vista
Ha
habido mucho incremento de sectas en Iberoamérica en los últimos años,
generando confusión entre las personas para distinguir si un determinado grupo
se mantiene fiel a las enseñanzas del evangelio y de la Iglesia o si, por el
contrario, distorsiona estas enseñanzas y construye su propia verdad. He aquí
algunos criterios aplicables.
El líder siempre tiene la última palabra (y única) en todos los asuntos. No
hay apelación posible fuera de su sistema a otros sistemas de justicia que
estén por encima.
Los líderes sectarios son mesías autoproclamados que presumen de tener una
misión especial en la vida. Centran la veneración de sus adeptos hacia sí
mismos y no hacia Dios o hacia principios abstractos o el bien común. El líder,
en lo personal, debe ser objeto del amor, devoción y adhesión de sus
seguidores.
La secta es totalitaria por naturaleza. Acostumbra dictar con gran detalle cómo
deben vestir sus miembros, qué deben comer, cuándo y dónde deben trabajar,
dormir o ducharse, así como lo que deben creer, pensar y decir.
La secta suele tener una doble moral: por un lado los miembros deben
ser abiertos y honestos con el grupo, y confesarlo todo a sus líderes. Por
otro lado se les anima a mentir y manipular a los no-miembros.
Los dos objetivos básicos de una secta son reclutar nuevos miembros y
conseguir dinero. Las religiones establecidas y los movimientos altruistas
pueden también reclutar y conseguir dinero, pero para mejorar las vidas de
sus miembros y semejantes, no únicamente para crecimiento de la institución.
La secta aparenta ser innovadora y exclusiva. El líder afirma romper con la
tradición, ofreciendo algo novedoso e instituyendo el único sistema viable
de cambio que solucionara los problemas de la vida o del mundo. Pero,
subrepticiamente, ejerce coerción psicológica sobre sus miembros para
inhibir su capacidad de examinar la validez de las presunciones del líder.
Hay en la secta una limitación de todas o algunas de las formas de comunicación
con los ajenos al grupo: libros, revistas, cartas, visitas a los amigos, son
tabú. «Ven y aíslate».
A menudo se impone la poco saludable práctica de exponerse a los miembros del
grupo en el contexto de una reunión pública, admitiendo pecados pasados e
imperfecciones.
Un nuevo vocabulario emerge en el grupo: los adeptos piensan en parámetros
estrechos y muy abstractos, propios de la doctrina del grupo. La terminología
previene el pensamiento crítico reforzando una mentalidad «en blanco y negro».
Los clichés y respuestas preparadas introducen prejuicios mentales.
En fin, la salvación se presenta sólo posible dentro del grupo, el cual es completamente capaz de explicarlo todo y no está sujeto a mejoras o críticas. Quienes lo abandonen están condenados irremisiblemente.
DIEGO GARCÍA, Querétaro, México
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