Nacionalismo ateo

 

            Hacía tiempo que no oía palabras tan lúcidas, tan sabias, como las pronunciadas por monseñor Cañizares en la cena con periodistas que siguió a su conferencia en el Foro Católicos del Siglo XXI que promueve la revista de ese mismo nombre.

            El arzobispo de Valencia, sin duda uno de los hombres más cabales del episcopado, habló con franqueza sobre el terrorismo y sobre el nacionalismo. Permítanme reproducir aquí un largo párrafo de sus declaraciones, que no tienen desperdicio: «El proceso de secularización que ha sufrido la Iglesia ha sido muy grande. Eso ha podido afectar de manera particular a ciertos lugares de España, como el País Vasco. Esto ha generado una situación de desierto, de falta de vida, que hace que cuando aparecen problemas graves, como el terrorismo, no se tengan fuerzas suficientes para situarse ante ellos con lucidez. Dios ha sido situado en un segundo lugar y eso ha ocurrido con el marxismo, con el nacionalismo, con los totalitarismos de cualquier signo. Donde se da una ideología nacionalista hay incompatibilidad con la fe. Otra cosa es que los pueblos tengan su propia identidad, pero cuando eso se convierte en una ideología, en un sistema de pensamiento, no hay lugar para Dios, pues todo tiene que estar puesto al servicio de ese sistema de pensamiento. La ideología siempre elimina a Dios, porque de lo contrario la misma ideología sería enjuiciada por Dios. Si Dios no existe no hay que darle cuentas. Si en una región se está absolutizando la propia tierra, no estamos haciendo la evangelización adecuada, aunque no se esté promoviendo el terrorismo de inmediato».

            Hay una conclusión clara, demoledora: el nacionalismo exacerbado, el nacionalismo excluyente, es ateo. No importa que muchos de sus seguidores sigan yendo a misa; en el fondo han puesto a un ídolo (la nación) en el primer lugar de su vida, es decir en el lugar de Dios. Por eso la Iglesia que, sin darse quizá cuenta, se pone al servicio del nacionalismo, está adorando a un falso dios, está poniendo al servicio de ese ídolo todo lo que es y lo que tiene. Por eso las consecuencias son nefastas para la Iglesia: crisis de vocaciones, alejamiento de la gente, tibieza a la hora de condenar los excesos del nacionalismo.

            La cuestión no es terrorismo o fe, sino nacionalismo exacerbado o fe. Este lleva al ateísmo. Aunque algunos clérigos no se den cuenta.

 

SANTIAGO MARTÍN, Madrid, España

 Act: 25/01/16   @noticias del mundo           E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A