Laicos... o Ateos

 

            ¡Dios no existe!, le repetían una y otra vez al joven Sergei Kourdakov, que en su excelente autobiografía narra los trabajos que realizaba al frente de las juventudes comunistas en la ex Unión Soviética, entre los que destacaban propinar brutales palizas a los enemigos del Estado: los creyentes. Parecía que para el sistema socialista soviético creer en Dios ponía en jaque su forma atea de gobierno. El pueblo podía encontrar una verdad en la Biblia donde descubriría que la libertad es un privilegio del ser humano; algo que podría derribar la Constitución rusa que, aunque concedía libertad religiosa, sólo era en apariencia, pues quien la profesara tenía como destino fundirse en un campo de concentración o la muerte «accidental».

            En nuestro país, quizá en nombre de un laicismo ateo, se ha llegado a acusar a la Iglesia de entrometerse en asuntos públicos. Tal vez el recuerdo del Benemérito de las Américas ha inspirado a más de uno a gritar: «¡México no será vendido a la Iglesia!», y que la fe no debe sobrepasar los límites del hogar y del templo. Pero, ¿puede una república democrática, representativa y federal, acabar con la libertad y la participación religiosa?

            El concepto de laicidad ha sido malinterpretado y distorsionado, como muchos otros conceptos proclamados originalmente por la Iglesia. Ejemplos hay muchos: cuando Pío XI enseñó que la paternidad responsable era un término adecuado para enseñar el compromiso de los padres con sus hijos, nunca se imaginó que se utilizaría después por grupos ajenos a la Iglesia proclamando el «sexo seguro». La solidaridad, expresada por Juan Pablo II con fundamento en la Doctrina Social Cristiana, ahora pretende utilizarse por los perredistas del DF para justificar la unión de parejas homosexuales «solidarias».

            El adjetivo laico, que ha sido utilizado desde la edad media para distinguir a clérigos de fieles, a partir de la Revolución Francesa se utiliza para perseguir a los cristianos. La persecución de los cristianos por parte del general Calles en nombre de un laicismo mal entendido es la mejor imagen de una perversa confusión que ha servido para cometer los peores atropellos a los derechos humanos. Habrá que diferenciar estos dos términos: o se es laico y se respetan las manifestaciones religiosas, o se es ateo y se condena a quien no esté de acuerdo.

 

LUIS MIGUEL RUBÍN, Querétaro, México

 Act: 25/01/16   @noticias del mundo           E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A