Calumnia, que algo queda
El pasado 21 de marzo El País ponía en su portada
que "El Vaticano reconoce que cientos de monjas han sido violadas por
misioneros". Me asombro de la noticia, pues después de tantos
años en África no sé nada de ello. ¿Seré tonto? Veo que
el artículo en cuestión, que se encuentra en las páginas
interiores del periódico, no menciona ningún caso de violación
de una monja por un misionero. Empiezo a mosquearme. Veo que
todo se basa en un artículo aparecido en el National
Catholic Reporter. Voy a ver qué dice este artículo y
encuentro que habla de algunos abusos sobre religiosas
cometidos por algún miembro del clero local (en ningún caso
habla de centenares de violaciones), pero no menciona
ni una sola vez a los misioneros, si no es para decir
que colaboraron en la investigación sobre dichos abusos para
que se tomasen las medidas necesarias, fuese reparado en
alguna manera el daño cometido y se pusiesen los medios para
que la cosa no se repitiera.
Ante la evidente manipulación de la información cometida por
el periódico y que enciende una serie de desinformaciones en otros medios que siguen la
onda iniciada por El País, la presidencia de la
Unión de los Institutos Misioneros emite un comunicando
protestando por este titular que trasmite un mensaje inexacto
y malintencionado. Pocas horas después del comunicado, recibo
una llamada de un redactor del El País.
En mi calidad de vicepresidente de la Unión de los Institutos
Misioneros pretende explicarme lo sucedido. Me dice
que se trata de un error, que aquel título es fruto de esos
"duendes de prensa". Le contesto
que no es posible lo que me cuenta, ya que las portadas de los
periódicos no se publican sin haber pasado bajo el control de
un redactor jefe. Se da cuenta que, aunque misionero, algo sé
del mundo del periodismo (no es mérito mío). Cambia táctica.
Me habla de nuestro mundo, del mercado de las informaciones
que sólo quiere escándalos, que si el título de un artículo
no es picante nadie lo lee, que el periodista tiene que
vender, que si los jefes... Aquí le contesto que yo no sabía que
El País
era un periódico de tripas y corazón, de prensa amarilla, y
le exijo una corrección. Me dice que algo harán, que
lo hablará con su jefe, que ya verán.
Hoy busco en El País una
rectificación reconociendo, en algún modo, la falsedad del
titular en cuestión. Encuentro sólo que "La Unión de
Institutos Misioneros criticó ayer que en titulares periodísticos
se acuse a misioneros de violaciones". Pues ¡vaya
manera de rectificar!
Añado una confidencia. Cuando
los periodistas del El País se desplazan a Africa
para cubrir algún acontecimiento, suelen buscar cobijo en las
casas de los misioneros. ¿Tendrán el valor estos periodistas
de decir la verdad sobre lo que allí ven? ¿Sabrán reconocer
la falsedad transmitida por su periódico? Si no lo hacen, ¿tendrán
el coraje de volver a sentarse a nuestras mesas para compartir
nuestras alubias?
SALVADOR
ROMANO, Pala, Chad
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