Cada uno vale y es importante

 

            En el cristianismo reside el principio democrático en estado puro: cada uno vale, cada uno es importante. Las culturas precristianas estructuraban unas sociedades basadas en la relación esclavo-señor. Pensemos en el antiguo Egipto, en el Imperio Romano, en Mesopotamia, en China, en África o en las culturas precolombinas. El fundamento de la economía fue siempre el trabajo del esclavo. Se trataba de un mundo desesperanzado donde el esclavo (y la misma mujer, en general) aceptaba su situación o bien intentaba liberarse para a su vez disfrutar de unos esclavos propios. Por ninguna parte se vislumbraba la más mínima posibilidad de cambio en ninguna porción del orbe.

            Sin embargo, apareció Cristo. Y las cosas empezaron a cambiar. Cada persona era importante. Ninguno merecía ser comido por las fieras en el circo. El criterio era el de amar al otro como a uno mismo. De dar la vida voluntariamente por el otro. Y así, con sus altibajos, fueron transcurriendo los siglos. Llegó el siglo XX. En Europa aparecieron unos regímenes paganos (nazismo y comunismo) que causaron millones de muertos y toneladas de sufrimientos. En la posguerra mundial, ya con la Democracia Cristiana gobernando y con una América que pensaba en Dios, se proclama solemnemente la Declaración de los Derechos Humanos. Fue un avance gigantesco para la Humanidad, a pesar de que podría haber sido aún mayor.

            Se formula el derecho a la vida. En sentido estricto, esto no es tal ya que la vida es un regalo. Antes de vivir no existimos y por tanto no somos sujetos de derechos. Nadie hace nada por sí mismo para aparecer en este mundo. No es mérito nuestro que nuestra sangre circule o que los riñones la vayan limpiando. Todo se hace con una mínima colaboración por nuestra parte. El derecho a la vida, en realidad, es el derecho a que otro no nos quite la vida.

            ¿Quién es el otro? El otro es cualquier ser humano. ¿Quién es ser humano? Es un humano el que expresa, aunque sea mínimamente, el mensaje humano. La antropología nos dice que el ser humano es todo el que pertenece a la especie homo-sapiens. ¿Cuándo nos hallamos ante un nuevo homo-sapiens? Cuando un ser vivo presenta expresable todo el mensaje genético humano. El óvulo fecundado lo presenta completo. Y en un proceso continuo, coordinado y gradual, que ya sólo necesita alimento y experiencias, dará lugar a un humano adulto portador de zapatos.

            ¿Proviene esta afirmación de la doctrina del papa? No. La Iglesia, ante las evidencias microscópicas que le presentan los científicos, simplemente corrobora que el embrión es tan humano como el que escribe y que no se le puede llevar al circo de la probeta de laboratorio para trocearlo. Bajo ninguna circunstancia. Es así de sencillo.

 

SIMÓN CASTELLVÍ, Barcelona, España

 Act: 25/01/16   @noticias del mundo           E D I T O R I A L    M E R C A B A    M U R C I A