Por Ricardo Sada Fernández
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Adán y Eva: ¿Son el origen de la humanidad?


El Génesis nos enseña que los primeros seres humanos tuvieron su origen en una primera pareja: Adán y Eva, ¿es inaceptable para la fe decir que la humanidad evolucionó de una forma animal inferior?

Estos seres "puente" entre ambos mundos -el del espíritu y el de la materia- tuvieron su origen en una primera pareja: Adán y Eva, según la enseñanza del primer Libro de la Biblia, el Génesis. Bueno, estupendo, pero entonces: ¿no venimos del mono como dicen por ahí?; ¿es inaceptable para la fe decir que la humanidad evolucionó de una forma animal inferior?

Aunque no es ésta la ocasión para un examen detallado de la teoría de !a evolución, podemos seguir un breve razonamiento sobre la teoría que establece que todo lo que existe -el mundo y lo que contiene- ha evolucionado a partir de una gran masa informe de materia inicial. "En lo que concierne al mundo mismo, el mundo de minerales, rocas y materia inerte, hay sólida evidencia científica de que sufrió un proceso lento y gradual, que se extendió durante un periodo muy largo de tiempo".

En esta teoría no hay nada contrario a la Biblia o la fe. Si Dios escogió formar el mundo creando originalmente una masa de átomos y estableciendo al mismo tiempo las leyes naturales por las que, paso a paso, evolucionaría hasta hacerse el universo como hoy lo conocemos, pudo muy bien hacerlo así. Seguiría siendo el Creador de todas las cosas.

Todavía más: un desenvolvimiento gradual de su plan, actuado por causas segundas, reflejaría mejor su poder creador que si hubiera hecho el universo que conocemos en un instante. El fabricante que hace sus productos enseñando a supervisores y capataces, muestra mejor sus talentos que el patrón que tiene que atender personalmente cada paso del proceso.

A esta fase del proceso creativo, al desarrollo de la materia inerte, se llama "evolución inorgánica". Si aplicamos la misma teoría a la materia viviente, tenemos la llamada teoría de la "evolución orgánica". Pero el cuadro aquí no está tan claro ni mucho menos; la evidencia se presenta llena de huecos y la teoría necesita más pruebas científicas. Esta teoría propugna que la vida que conocemos hoy, incluso la del cuerpo humano, ha evolucionado por largas eras desde cicutas formas simples de células vivas a plantas y peces, de aves y reptiles al hombre.

La teoría de la evolución orgánica está muy lejos de ser probada científicamente. Hay buenos libros que podrán proporcionar al lector interesado un examen equilibrado de toda esta cuestión. Pero para nuestro propósito basta señalar que la exhaustiva investigación científica no ha podido hallar los restos de la criatura que estaría a medio camino entre el hombre y el mono. Los defensores del evolucionismo orgánico basan su doctrina en las similitudes entre el cuerpo de los simios y el del hombre, pero un juicio realmente imparcial nos hará ver que las diferencias son tan grandes como las semejanzas.

Así pues, la búsqueda del "eslabón perdido" continúa. De vez en cuando se descubren unos huesos antiguos en cuevas y excavaciones. Por un rato hay gran excitación, pero luego se ve que aquellos huesos eran o claramente humanos o claramente de mono. Tenemos "el hombre de Pekín", "el hombre mono de Java", "el hombre de Foxhall" y una colección más. Pero estas criaturas, un poquito más que los monos y un poquito menos que el hombre, están aún por desenterrar (Trese).

Y, aunque lo encontraran, para la fe no tendría mayor relieve. Dios pudo haber ido preparando el cuerpo del hombre por medio de un proceso evolutivo, si así lo hubiera deseado. Pudo haber orientado el desarrollo una determinada especie de mono hasta que alcanzara el punto de perfección que requería. Pero entones, al llegar a ese punto de perfección, Dios crearía un alma espiritual, la infundiría en ese cuerpo, y tendríamos el primer hombre. Sería igualmente verdadero el relato bíblico que Dios creó al hombre del barro de la tierra. La Iglesia no prohíbe, como comúnmente piensa, "que sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en buscar el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente".

Pero la fe católica manda defender -estamos citando la Encíclica Hommo Generis de Pío XII- "que las almas son creadas inmediatamente por Dios. Por ser el espíritu de un orden absolutamente superior al de la materia el alma no puede "evolucionar" a partir del cuerpo, como tampoco puede heredarse de nuestros padres. Marido y mujer cooperan con Dios en formación del cuerpo humano. Pero el alma espiritual que hace de ese cuerpo un ser humano ha de ser creada directamente por Dios, e infundida el momento de la concepción en ese cuerpo recién formado.

Seguirá la búsqueda del "eslabón perdido" y sean cuales fueren los resultados futuros, nosotros seguiremos tan tranquilos. Sabemos que, con toda verdad viene de Dios, no puede haber contradicción entre el dato la fe y el de la ciencia. Sea cual fuere el modo que Dios eligió para hacer nuestro cuerpo, es el alma lo que importa más. Es el alma la que alza del suelo los ojos del animal -de su pobre afán de alimento y sexo, de placer y huida del dolor-, es ella la que levanta nuestros ojos para que descubramos la verdad inefable de nuestro destino eterno.


Alcázar, J. El origen del nombre, Libros me, MadridM98ó. Arnaldich, L El origen del mundo y del hombre según la Biblia, Rialp, Madnd, 1972. Anisas, M. Las fronteras del evolucionismo, Libros me, Madrid, Is8s. Daliley, K Cronología del hombre fósil, Editorial Labor, Barcelona 19ó8. Palafox E. Evolución y Darwinismo, México, 1987.